OPINI脫N / por M谩ximo Garc铆a Ruiz

La Reforma y el cambio social

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20170616-1
La parte central del Monumento Internacional de la Reforma, en Ginebra, Suiza, recuerda el legado de聽Guillaume Farel,聽Juan Calvino,聽Teodoro de Beza聽y聽John Knox.

(M脕XIMO GARC脥A RUIZ*, 16/06/2017) | Tal y como tratamos de demostrar en nuestro libro Reforma y el cristianismo en el siglo XXI, que ve la luz en estos d铆as publicado por Editorial CLIE, la Reforma protestante del siglo XVI jug贸 un papel definitivo en la configuraci贸n de los estados modernos europeos.

Su contribuci贸n se deja sentir no s贸lo聽 en el aspecto social y econ贸mico, que lo hizo en gran medida, sino en la recuperaci贸n de valores cristianos que hab铆an sido olvidados en el largo per铆odo de cristiandad. Como consecuencia de esa contribuci贸n, a partir del siglo XVI se va configurando una clara distinci贸n entre los estados en los que prende la Reforma y aquellos otros que permanecen bajo la influencia de la Iglesia de Roma y/o la Iglesia ortodoxa; una diferenciaci贸n que perdura hasta nuestros d铆as.

La Europa de principios del siglo XVI estaba integrada por estados en los que la corrupci贸n se hab铆a instalado y los valores 茅ticos y morales que se esperaba fueran proyectados desde Roma, se hab铆an diluido en formalismos lit煤rgicos y los pueblos sufr铆an la opresi贸n onerosa de los se帽ores feudales, entre los que se encontraban obispos y dignatarios de la Iglesia medieval.

Bien es cierto que para alcanzar el 茅xito de la Reforma contribuy贸 de manera directa el surgimiento del Humanismo y del Renacimiento en el siglo anterior, que hizo aportes definitivos en el terreno intelectual, al menos en amplios sectores de las que podr铆amos considerar como clases medias, un t茅rmino poco representativo en esos momentos para definir a una parte de la sociedad. En definitiva, la Reforma protestante del siglo XVI result贸 ser un agente de cambio social que contribuy贸 a hacer de una parte de Europa una sociedad pr贸spera, revestida de nuevos valores 茅ticos y espirituales, que dar铆a origen con el paso del tiempo a fomentar la dignidad, los derechos humanos y la creaci贸n del estado de bienestar, que m谩s tarde ser铆a impulsado en el resto de pa铆ses europeos y su entorno occidental.

La Reforma redescubri贸 la Biblia y la puso al alcance de todos, exclaustr谩ndola de los conventos y universidades. La Biblia sustituy贸 a los misales, a los fantasiosos libros de santos, a las leyendas medievales y a las fabulas con las que se pretend铆a propagar la fe cristiana. Incit贸 a los creyentes a aprender a leer para poder tener acceso directo a la Palabra de Dios, con lo que se foment贸 exponencialmente la cultura y las artes. De la lectura b铆blica se dedujo que tambi茅n se pod铆a honrar y alabar a Dios a trav茅s del trabajo bien hecho; que mantener principios 茅ticos en las relaciones personales, laborales y comerciales era necesario y de obligado cumplimiento para los creyentes; que amar al pr贸jimo era equivalente聽 a amar a Dios; que la mentira era un pecado horrendo contra el pr贸jimo y contra Dios; que la vida del cristiano deb铆a ser austera y ejemplar, fuera de fatuas ostentaciones; que el evang茅lico mandato de amar al pr贸jimo deber铆a tener un reflejo directo en el fomento del bienestar social, de las libertades humanas y de la justicia universal.

La Biblia en s铆 misma se convirti贸 en un agente de cambio social. No en un talism谩n, ni en un fetiche, ni en un amuleto; un libro de referencia en el que los creyentes buscaban la palabra de Dios para sus vidas, para sus familias, para sus negocios y para encauzar su destino. Los efectos no se produjeron de la noche a la ma帽ana. Hubo rechazo y guerras. El poder establecido no cede sus privilegios voluntariamente. Las ideas se implantan primero, a veces con costes elevados. Luego vienen los cambios. Y, efectivamente, los cambios llegaron a la Europa protestante que, en algo m谩s de un siglo mostraba una nueva imagen de desarrollo cultural y art铆stico, de prosperidad social y econ贸mica y, sobre todo, de una nueva forma de entender las relaciones humanas, sobre la base de una 茅tica protestante, que ha sido motivo de admiraci贸n y estudio por parte de te贸logos, soci贸logos y economistas.

Las iglesias de la Reforma deben ser realmente reformadas, no colonizadas por fundamentalismos extra帽os, y debe ser aut贸ctona, es decir, conectada y comprometida con el pa铆s en el que ejerce sus funciones.

Estamos en el a帽o 2017, a 500 a帽os de la fecha en la que Mart铆n Lutero clav贸 sus 95 tesis en lugar visible y concurrido, provocando la convulsi贸n religiosa y social que conocemos como Reforma protestante.聽 Las fronteras ya no est谩n tan delimitadas como lo estaban entonces. La religi贸n ha perdido peso social. Pero los problemas de hoy siguen siendo semejantes a los de anta帽o: corrupci贸n y falta de valores 茅ticos para que se produzca el tan necesario cambio social, junto a una depravaci贸n moral que abochorna incluso a los m谩s tolerantes. La sociedad exige un cambio. Un cambio que intentan llevar a cabo algunos partidos pol铆ticos sin 茅xito aparente; es m谩s, contribuyen ellos mismos a devaluar los valores 茅ticos y a fomentar la corrupci贸n.

Movimientos como el estallido del 15-M, las Mareas y otro tipo de movilizaciones sociales, han tomado la antorcha de la protesta, bajo el lema 鈥渦nidos por el cambio鈥. Reclaman sus derechos, denuncian a los poderes establecidos y piden la instauraci贸n de una 鈥渁ut茅ntica democracia鈥. Otros propugnan por convertir la indignaci贸n en cambio, convocando 鈥渕archas del cambio鈥. La irrupci贸n en la vida pol铆tica del Movimiento 15-M convertido en partido pol铆tico ha supuesto para muchos un soplo de esperanza. La sociedad indignada exige cambios. Se buscan nuevos horizontes. Cerrar los ojos a esta realidad es estar ciegos, y un ciego guiando a otro ciego supone que ambos vayan derechos al desastre.

Con motivo de la celebraci贸n de este 500 aniversario, cabe preguntarse cu谩l es, cu谩l va a ser el papel de las iglesias descendientes de la Reforma. Ahora no es tan urgente traducir y difundir la Biblia. Est谩 al alcance de todos, incluso a trav茅s de los medios digitales. Y si en el siglo XVI los reformadores contaban con una herramienta novedosa como fue la imprenta, hoy contamos con medios de comunicaci贸n infinitamente superiores. La Biblia puede y debe seguir siendo un referente para el cambio social que demandan los ciudadanos, pero no el tipo de Biblia cautiva a causa de una lectura literal fan谩tica como si de un t贸tem se tratara, descontextualizada , anclada en el tiempo, cual pieza de arqueolog铆a.

El cambio social que demanda el siglo XXI pasa porque las iglesias de la Reforma salgan a la calle dispuestas a propagar una 茅tica protestante distintiva, simpatizando con los marginados, los refugiados pol铆ticos, los desahuciados聽 y luchando por conseguir implantar la utop铆a de una sociedad mejor

La Iglesia, con la Biblia en la mano, tiene que entrar en di谩logo con la sociedad, tomar conciencia de la realidad y ofrecer una alternativa 茅tica y una esperanza cre铆ble, en un lenguaje inteligible, sin ambages, sin ambig眉edades teol贸gicas, sin misticismos superficiales. Las iglesias de la Reforma deben ser realmente reformadas, no colonizadas por fundamentalismos extra帽os, y debe ser aut贸ctona, es decir, conectada y comprometida con el pa铆s en el que ejerce sus funciones. 聽Su proyecto arranca de la restauraci贸n espiritual de los individuos pero debe proyectarse hacia el cambio social. Los individuos renovados, imbuidos de valores espirituales, 茅ticos y sociales, deben estar presentes y comprometidos en los 谩mbitos de cambio social: centros educativos, entidades p煤blicas, partidos pol铆ticos, instituciones, movimientos sociales鈥

La iglesia es un buen lugar para el cambio personal, la conversi贸n, y para el fortalecimiento espiritual; pero el cambio social, como ya hemos apuntado, se produce en las calles, en las escuelas, en los institutos y universidades, en los centros de ocio, en las entidades p煤blicas, en ayuntamientos y asambleas auton贸micas y estatales, en los centros de trabajo y en otro tipo de foros p煤blicos. Y se logra mediante el compromiso activo, defendiendo los valores cristianos que son, a fin de cuentas, los valores sociales, dando la cara por el desvalido y denunciando con convicci贸n la corrupci贸n y cualquier otro tipo de pecado. El cambio social que demanda el siglo XXI pasa porque las iglesias de la Reforma salgan a la calle dispuestas a propagar una 茅tica protestante distintiva, simpatizando con los marginados, los refugiados pol铆ticos, los desahuciados聽 y luchando por conseguir implantar la utop铆a de una sociedad mejor.


Autor:聽M谩ximo Garc铆a Ruiz*, Junio 2017.


漏 2017-聽Nota de Redacci贸n: Las opiniones de los autores son estr铆ctamente personales y no representan necesariamente la opini贸n o la l铆nea editorial de Actualidad Evang茅lica.

20120929-1*M脕XIMO GARC脥A RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teolog铆a por la Universidad B铆blica Latinoamericana, licenciado en Sociolog铆a por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teolog铆a por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociolog铆a e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teolog铆a de la Uni贸n聽Evang茅lica Bautista de Espa帽a-UEBE (actualmente profesor em茅rito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociaci贸n de Te贸logos Juan XXIII. Ha publicado numerosos art铆culos y estudios de investigaci贸n en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboraci贸n, algunos de ellos en calidad de editor.

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M谩ximo Garc铆a Ruiz

La creaci贸n de los estados modernos europeos, tal y como los conocemos hoy en d铆a, no hubiera sido posible sin la existencia de la Reforma protestante y su correlato, el Concilio de Trento, tal y como veremos m谩s adelante.

De igual forma, la Reforma no hubiera podido tener lugar, en su inmediatez hist贸rica, sin la existencia del Humanismo y su manifestaci贸n art铆stica y cient铆fica conocida como Renacimiento. Ahora bien, para poder centrar el tema, tenemos que remontarnos a la era anterior, la Edad Media, y poner nuestra mirada inicial, como punto de partida, en la Escol谩stica, el sistema educativo, el sistema teol贸gico que identifica ese per铆odo, as铆 como en el Feudalismo como forma de gobierno y estructuraci贸n social.

Para el escolasticismo la educaci贸n estaba reservada a sectores muy reducidos de la poblaci贸n, sometida a un estricto control de parte de la Iglesia. A esto hay que a帽adir que el sistema social estaba subordinado, a su vez, al ilimitado y caprichoso poder de los se帽ores feudales bajo el paraguas de la Iglesia medieval que no s贸lo controlaba la cultura, sino que somet铆a las voluntades de los siervos, que no ciudadanos, amparada por un r茅gimen considerado sagrado, en el que sus representantes actuaban en el nombre de Dios.

La Escol谩stica se desarrolla sometida a un r铆gido principio de autoridad, siendo la Biblia, a la que parad贸jicamente muy pocos tienen acceso, la principal fuente de conocimiento, siempre bajo el riguroso control de la jerarqu铆a eclesi谩stica. En estas circunstancias, la raz贸n ha de amoldarse a la fe y la fe es gestionada y administrada por la casta sacerdotal.

En ese largo per铆odo que conocemos como Edad Media, en especial en su 煤ltimo tramo, se producir铆an algunos hechos altamente significativos, como la invenci贸n de la imprenta (1440) o el descubrimiento de Am茅rica (1492), que tendr谩n una enorme repercusi贸n en 谩mbitos tan diferentes como la cultura, las ciencias naturales y la econom铆a. En el terreno religioso, la escandalosa corrupci贸n de la Iglesia medieval lleg贸 a tales extremos que fueron varios los pre-reformadores que intentaron una reforma antes del siglo XVI: John Wycliffe (1320-1384), Jan Hus (1369-1415), Girolamo Savonarola (1452-1498), o el predecesor de todos ellos, Francisco de As铆s (1181/2-1226) y otros m谩s en diferentes partes de Europa. Todos ellos, salvo Francisco de As铆s, que fue asimilado por la Iglesia, tuvieron un final dram谩tico, sin que ninguno de esos movimientos de protesta, no siempre ajustados por acciones realmente evang茅licas, consiguiera mover a la Iglesia hacia posturas de cambio o reforma.

No era el momento. No se daban los elementos necesarios para que germinaran las proclamas de estos aguerridos profetas, cuya voz qued贸 ahogada en sangre. El pueblo estaba sometido al poder y atemorizado por las supersticiones medievales; las 茅lites eran ignorantes y no estaban preparadas para secundar a esos l铆deres que, como Juan el Bautista, terminaron clamando en el desierto, a pesar de que su mensaje, como las melod铆as del flautista de Hamelin, consiguiera arrastrar tras de s铆 algunos centenares o miles de personas. 驴Cu谩l fue la diferencia en lo que a Lutero se refiere? La respuesta, aparte de invocar aspectos transcendentes conectados con la fe de los creyentes es, desde el punto de vista hist贸rico, sencilla y, a la vez, complicada; hay que buscarla, entre otras muchas circunstancias hist贸ricas, en el papel y en la influencia que ejercieron el Humanismo y el Renacimiento. Existen otros factores, sin duda, pero nos centraremos en estos dos.

Identificamos como Humanismo, al movimiento producido desde finales del siglo XIV que sigue con fuerza durante el XV y se proyecta al XVI, que impulsa una reforma cultural y educativa como respuesta a la Escol谩stica, que continuaba siendo considerada como la l铆nea de pensamiento oficial de la Iglesia y, por consiguiente, de las instituciones pol铆ticas y sociales de la 茅poca. Mientras que para la educaci贸n escol谩stica las materias de estudio se circunscrib铆an b谩sicamente a la medicina, el derecho y la teolog铆a,聽 los humanistas se interesan vivamente por la poes铆a, la literatura en general (gram谩tica, ret贸rica, historia) y la聽 filosof铆a, es decir, las humanidades. Con ello se descubre una nueva filosof铆a de la vida, recuperando como objetivo central la dignidad de la persona. El hombre pasa a ser el centro y medida de todas las cosas.

La corriente humanista da origen a la formaci贸n del esp铆ritu del Renacimiento, produciendo personajes tan relevantes como, Petrarca (1304-1374) o Bocaccio (1313-1375), Nebrija (1441-1522), Erasmo (1466-1536), Maquiavelo (1469-1527), Cop茅rnico (1473-1543), Miguel 脕ngel (1475-1564), Tom谩s Moro (1478-1535), Rafael (1483-1520), Lutero (1483-1546), Cervantes (1547-1616), Bacon (1561-1626), Shakespeare (1564-1616), sin olvidar la influencia que sobre ellos pudieron tener sus predecesores, Dante (1265-1321), Giotto (1266-1337), y algunos otros pensadores de la 茅poca. Estos y tantos otros humanistas, unos desde la literatura, otros desde la filosof铆a, algunos desde la teolog铆a y otros desde el arte y las ciencias, contribuyeron al cambio de paradigma filos贸fico, teol贸gico y social, haciendo posible el tr谩nsito desde la Edad Media a la Edad Contempor谩nea, per铆odo de la historia que algunos circunscriben al transcurrido desde el descubrimiento de Am茅rica (1492) a la Revoluci贸n Francesa (1789).

El Renacimiento se identifica por dar paso a un hombre libre, creador de s铆 mismo, con gran autonom铆a de la religi贸n que pretende mantener el monopolio de Dios y el destino de los seres humanos. El Humanismo y el Renacimiento se superponen, si bien mientras el Humanismo se identifica espec铆ficamente, como ya hemos apuntado, con la cultura, el Renacimiento lo hace con el arte, la ciencia, y la capacidad creadora del hombre. El Renacimiento hace referencia a la civilizaci贸n en su conjunto.

En resumen, el Humanismo es una corriente filos贸fica y cultural que sirve de caldo de cultivo al Renacimiento, que surge como fruto de las ideas desarrolladas por los pensadores humanistas, que se nutren a su vez de las fuentes cl谩sicas tanto griegas como romanas. Marca el final de la Edad Media y sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, contribuyendo a crear las condiciones necesarias para la formaci贸n de los estados europeos modernos. Una 茅poca de tr谩nsito en la que desaparece el feudalismo y surge la burgues铆a y la afirmaci贸n del capitalismo, dando paso a una sociedad europea con nuevos valores.

Visto lo que antecede, estamos en condiciones de juzgar la influencia que este cambio de ciclo hist贸rico pudo tener en la Reforma promovida por Lutero en primera instancia, secundada por Zwinglio, Calvino, y otros reformadores del siglo XVI, y valorar de qu茅 forma estos cambios contribuyeron a la formaci贸n de los modernos estados europeos.

Pero 茅ste ser谩 tema de una segundan entrega.