RAZONES PARA CONTARLO

El Duelo, en primera persona

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(BENI MORENO, 10/04/2013) La muerte no es algo natural. Cuando llega es para arrancar lo más querido  y llenarte de dolor; te azota, te sacude, te descoloca. Todo tu mundo da un giro y sientes que ya nada será igual. No, ya no volverás a ser el mismo. La muerte de un ser querido marca un antes y un después. No estamos preparados para aceptar la muerte de alguien a quien queremos, porque como ha dicho el consejero cristiano Richard Goodwin “no fuimos creados para la muerte, sino para la vida”.

Las noticias de esta semana relacionadas con la muerte en la familia de la fe evangélica han despertado de nuevo mis fantasmas del dolor, algo que acompaña durante mucho tiempo al que se duele por la separación de la muerte. El dolor no desaparece ni se puede apartar, como algunos pretenden, aludiendo a una fe forzada y en absoluto real. El dolor se mitiga con el tiempo y una buena gestión o elaboración de ese mismo dolor que abarca todo el ser: las áreas emocional, física y espiritual. Pero esto lleva tiempo, bastante tiempo; en algunos casos, mucho tiempo.

El duelo duele, así sin más. Es un dolor tan desgarrador que no se puede comparar con ninguna otra situación que también produzca dolor interno. Y elaborar el duelo es vivir ese dolor, exteriorizarlo. A veces ocurrirá en la más absoluta intimidad, pero otras será necesario un hombro sobre el que llorar. El consuelo es una de las medicinas del duelo. No todos saben ofrecerlo, pero es necesario. No hay curación sin el consuelo de los que te rodean. No es un momento para estar completamente sólo la mayor parte del tiempo. Necesitas manos que aprieten las tuyas, ojos que se contagien de tus lágrimas, oídos que escuchen tu lamento, brazos que abracen  y sobretodo bocas cerradas. Muchas veces se suelen decir cosas totalmente inoportunas e inadecuadas.

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Goodwin dice con respecto a la muerte que “en un principio no se suponía que fuese así”. Me gusta cómo suena la expresión en inglés: “It is not the way it was supposed to be…”. No fuimos creados para morir; por lo tanto, se suponía que la muerte no iba a formar parte de nuestras vidas. En realidad, la muerte es la paga del pecado (1), no el plan original de Dios. Por eso es tan incomprensible; por eso que duela y no haya consuelo ni esperanza en respuestas humanas. Y es aquí donde entra en acción la fe.

La resurrección de Cristo es la victoria sobre la muerte. Por eso el cristiano puede levantar el vuelo, aunque sea lentamente, en medio de la aflicción por la pérdida de un hijo, un esposo o esposa, o aún de unos padres. Porque hay esperanza en Cristo. Esta realidad bíblica y fundamento de la fe cristiana cobra vida en medio del duelo. Es la esperanza de la resurrección de los muertos la que hace que podamos vivir de un modo sobrenatural, los momentos de este terrible dolor. Pero la ausencia física es una realidad de la que costará sobreponerse.

La fe cobra una nueva dimensión durante la etapa del duelo. Es como la despensa bien provista de víveres en época de escasez; es una cantimplora de agua fresca en el desierto; es la fuerza que te ayuda a vivir cuando lo único que quieres es huir, cuanto más lejos mejor. El salmista se hace eco de este estado en el salmo 55 (2):

“¡Ojalá tuviera yo alas como de paloma! Volaría entonces y podría descansar.
Volando me iría muy lejos; me quedaría a vivir en el desierto.
Correría presuroso a protegerme de la furia del viento y de la tempestad”

Quiero decirte algo si estás leyendo estas líneas que, providencialmente, Dios puso ante ti. Si estás atravesando el duelo, Dios te entiende, llora contigo. Sabe por lo que estás pasando porque Él también perdió a su Hijo. No te sientas culpable por estar mal y no tener ganas de luchar. Tu fe no es débil por ello. Él te ama profundamente en estos momentos y te abraza. Llora tu amargura y deja que Él sane tu herida. Yo también he pasado por ahí y por eso tengo muchas razones para contarlo...

[1] Romanos 6: 23

[2] Salmos 55: 6-8. Versión Dios Habla Hoy

Autor: Beni Moreno Cárdenas

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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