SIN ÁNIMO DE OFENDER

Lo macro y lo micro

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jorgito-gris(JORGE FERNÁNDEZ/ Buenos Aires, 29/12/2011) Leo en el editorial de hoy, del diario La Nación, de Buenos Aires –tabloide de corte conservador fundado por Bartolomé Mitre en 1870- que la “informalidad laboral” (trabajo “en negro”), es una de las principales causas de la exclusión social y que, además de la formación, “la creación de un nuevo marco legal –laboral e impositivo- que promueva la formación de microempresas es, a juicio de los expertos, la clave para que los trabajadores que no han completado la educación secundaria (¡el 43% de la población activa, entre 20 y 64 años!), obtengan un empleo decente y formal”.

Lo de microempresas me suena a una melodía que conozco, y haciendo un poco de memoria viene a mi mente alguna propuesta política, tocante a microempleos, planteada en España hace algunas semanas, con parecidos propósitos.

Mientras reflexiono sobre estas propuestas, y cavilo sobre la posibilidad de que las microempresas y los microempleos se traduzcan en microsalarios, en microsubsidios por desempleo  y en micropensiones, de pronto caigo en la cuenta de que me encuentro atravesando media Pampa húmeda, en la provincia de Buenos Aires, a bordo de un micro, que es como en la Argentina se denomina a los autocares (término usado en España). Qué curioso.

Entonces, la monotonía del paisaje que diviso a través de la ventanilla, donde el horizonte se hunde en una verde e infinita llanura salpicada de especies vacunas de gran calidad que, como negros lunares, pastan encerradas por kilométricas alambradas, me produce un efecto casi hipnótico…

“Las penas y las vaquitas, vienen por la misma senda (…), las penas son de nosotros, las vaquitas, son ajenas”… Los célebres versos de Atahualpa Yupanqui le ponen alas a mis pensamientos. Pienso en la distinta suerte que pueden correr lo macro y lo micro. Por ejemplo, mientras que la macroeconomía argentina crece a un 9,3% anual, la microeconomía doméstica de millones de argentinos es devorada por una feroz inflación (o, deberíamos decir, macroinflación).

Algo parecido sucede en España y en Europa, donde los macrobeneficios de los bancos contrastan como el día y la noche con los microcréditos, con los microsalarios y con los microderechos laborales a los que parece verse indefectiblemente abocada la mayor parte de la ciudadanía.

Se me ocurre entonces que lo micro es un signo de nuestro tiempo. Pareciera que nos encaminamos hacia una sociedad de microderechos humanos, de microsalarios, de microeducación, de microsanidad, de microdemocracias

Y, quizás… ¿de microcristianos que predican un microevangelio…? De pronto me doy cuenta de que esto es lo que más me pesa y me preocupa. La posibilidad de que, ante tan oscuro panorama social y humano, la Iglesia de Jesucristo no esté a la altura de las circunstancias. Algunas cosas que escucho y veo últimamente, lo confieso, desafían mi fe y me rebelan.

El mundo necesita hoy, con imperiosa urgencia, un despertar del pueblo de Dios. Que los seguidores de Jesús seamos capaces de levantar, con autoridad moral y espiritual, la bandera de la macroesperanza. Quiera el Señor que en este nuevo año 2012 podamos ser testigos y protagonistas de ello.

Autor: Jorge Fernández

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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