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El peligro de la idolatría

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guillemGUILLEM CORREA, 18/08/2011 | "El verdadero peligro para el cristianismo no es el ateísmo sino la idolatría". Quien así se expresa es un conocido teólogo protestante latinoamericano de origen italiano. Si lo pensamos serenamente, y le damos un par de vueltas, estoy seguro que muchos de nosotros llegaremos a la misma conclusión.

El profetismo del Antiguo Testamento se caracterizaba por su reiterada denuncia de la idolatría. La ventaja que tenían era que resultaba mucho más fácil identificar la idolatría. Se trataba de dioses hechos por manos humanas, de montañas, de árboles o de bosques. Ahora, hoy, es mucho más complicado identificar la idolatría.

¿Es realmente tan difícil identificar la idolatría?

Hacernos del Dios de la Biblia un ídolo no es negar su existencia, es aún mucho peor: es negar su trascendencia.
Lo primero que espera de nosotros el Jesús de la Biblia es una espiritualidad transformadora. Es desde esta transformación personal que podemos ofrecer culto a Dios.

El culto público que Dios espera es el ofrecimiento de nuestras vidas en sacrificio vivo a favor de los demás. Y es, desde esta espiritualidad, cuando nos podemos reunir para ofrecerle a Dios el culto comunitario, porque antes ya  le hemos ofrecido nuestra actitud de cambio personal y de servicio a los demás.

El verdadero culto cristiano es el culto que nos lleva a vivir y a trabajar por el bienestar de los demás, por la transformación de los demás y para vivir junto a los que son las víctimas de este mundo.

Dios no espera que nosotros le busquemos para recibir su exclusiva bendición sino que espera que, en nuestra búsqueda, experimentemos la transformación personal que nos debe llevar a responsabilizarnos de los demás, de quienes nos rodean, de los que la Biblia llama "nuestro prójimo".

Ésta es la fe del cristiano y de la cristiana. Ésta es la fe cristiana. Porque, por el contrario, ¿de qué nos sirve una fe para vivir una eternidad con Dios si no nos sirve para vivir nuestra propia transformación personal?

Ante el "Jesús inventado" por parte de aquellos que creen saber más que la misma Biblia, ante el "Jesús secuestrado" por parte de aquellos que creen que sólo ellos son los verdaderos intérpretes de Dios y ante el "Jesús idolatrado" por parte de aquellos que permiten que los sondeos de opinión determinen su pensamiento y su vivencia cristiana permanece el Jesús de la Biblia.

Es el Jesús de la Biblia que nos enseña y nos recuerda que si dejamos de reconocer como hermano o como hermana cualquier ser humano que nos rodee es porque nuestro cristianismo ha dejado de serlo para transformarse en idolatría.

Quien hoy no reconozca como hermana y como hermano a todo ser humano no sólo no es cristiano, sino que es un idólatra.

Y éste es el peligro que debemos desterrar de todos nuestros corazones.

Autor: Guillem Correa Caballé

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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