SIN ÁNIMO DE OFENDER

Todo voto es respetable

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(JORGE FERNÁNDEZ, 11/05/2015) | Comenzó la campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas que tendrán lugar el próximo 24 de mayo. Es decir… comenzó “oficialmente”, porque desde hace ya algunos años, y de forma creciente en los últimos meses, en España no hablamos de otra cosa que no sea de “políticos” (que no es lo mismo que hablar de “política”).

La terrible crisis económica ha servido de acicate para la movilización ciudadana. El activismo a través de las redes sociales ha puesto en alerta a los medios de comunicación tradicionales y ha propiciado todo tipo de debates, desde los más serios y enriquecedores, hasta los más vulgares y banales.

...cabe esperar que como verdaderos cristianos, nuestra forma de participar en los debates y en el intercambio y defensa de nuestras ideas y propuestas políticas, esté a la altura de nuestra fe y de nuestro llamamiento a “ser luz del mundo”

De todo hay en las redes… Y de todo hay “en la viña del Señor” que se asoma a las redes.

Como en tantos otros ámbitos de la vida, los cristianos evangélicos participamos en los debates en las redes sociales sobre distintos temas, y también participamos de la campaña, lo cual a priori es legítimo y positivo.

Sin embargo, cabe esperar que como verdaderos cristianos nuestra forma de participar en los debates y en el intercambio y defensa de nuestras ideas y propuestas políticas, esté a la altura de nuestra fe y de nuestro llamamiento a “ser luz del mundo”, también en las redes sociales.

Lamentablemente, no todo lo que reluce es oro en este sentido y resulta triste comprobar las faltas de respeto, la acritud, la intolerancia y las descalificaciones personales en las que incurren algunos creyentes para defender sus ideas. No se diferencian en nada (o en muy poco) de aquellos que no conocen a Dios, ni la ética del Sermón del Monte. Lo cual es muy triste y lamentable, porque las redes sociales nos ofrecen muchísimas oportunidades a los seguidores de Jesús para marcar una diferencia y ser “pacificadores” (Mt. 5:9). Por el contrario, algunos parecen empeñados en contribuir a la crispación.

La amonestación de Jesús a sus discípulos “más entre vosotros no será así” (Mt. 20:26), no solo es preceptiva para aquellos cristianos que estén postulándose como candidatos a algún servicio público, sino también para todos nosotros a la hora de expresar públicamente nuestras ideas y preferencias políticas.

Eso significa, entre otras cosas, que si aquellos que no conocen a Dios ridiculizan o descalifican a quienes no piensan ni votan como ellos, los seguidores de Jesús debemos procurar defender nuestras ideas y preferencias desde el respeto a todas las personas.

Otra cosa que conviene recordarnos, antes de incurrir en injustas generalizaciones, es que por cada político o sindicalista corrupto hay una inmensa mayoría de ellos que ejercen su cargo con responsabilidad y vocación de servicio, por lo que debiéramos ser justos y procurar que nuestras eventuales críticas sean hechas desde la mesura.

También los hay escépticos, que creen que un cristiano no debería ni tan siquiera pensar en la política, por ser algo “sucio y corrompido sin remedio”. Quizás sea ésta una reacción extrema a otro extremo igualmente cuestionable, como es el de interpretar el Evangelio en clave exclusivamente política, descalificando a quienes enfatizan la dimensión espiritual[1]. Este es un viejo debate, en alguna medida útil para la reflexión teológica, pero creemos que ya bastante superado.

En nuestra modesta opinión, no nos parece correcto divinizar la política como instrumento absoluto  para la transformación de la sociedad, como algunos hacen; pero tampoco despreciarla, ni mucho menos “demonizarla”. Siempre es oportuno recordar lo que dijo el gran estadista británico, Sir Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás”. En otras palabras, la política tiene sus limitaciones, pero es un instrumento necesario, que se puede emplear mejor o peor –y por lo tanto, siempre mejorable-- para gobernar a ciudadanos libres en un Estado democrático [2].

Otra cosa que conviene recordarnos, antes de incurrir en injustas generalizaciones, es que por cada político o sindicalista corrupto, hay una inmensa mayoría de ellos que ejercen su cargo con responsabilidad y vocación de servicio, por lo que debiéramos ser justos y procurar que nuestras eventuales críticas sean hechas desde la mesura.

Por otro lado, afirmar como algunos hacen que “un cristiano no puede votar a tal o cual partido o candidato”, por el motivo que sea, pone en evidencia una falta de conocimiento (y reconocimiento) de la pluralidad de ideas y sensibilidades que existen en el seno de las iglesias sobre muchos asuntos.

Convengamos que, en democracia, todo votante es respetable y, por lo tanto, todo voto también lo es.

Reconozcamos que no existe un voto “cristiano”. Que los cristianos, como el que más, votamos en base a criterios muy variados y que, a la hora de echar la papeleta en la urna, no lo tenemos siempre fácil. Quienes pensamos que votar es una acción importante y responsable, coincidiremos en la necesidad de hacerlo en oración y muy a conciencia.

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Pero eso es casi en lo único que podemos coincidir. A partir de ahí, ¿quiénes somos para juzgar a nuestros hermanos? Los hay quienes votan a “personas”; los hay quienes votan “siglas”; los hay quienes votan “programas”; los hay quienes votan “a favor de”; y los hay quienes votan “en contra de”; los hay quienes votan por “un único asunto por encima de todos los demás”; y los hay quienes ponen en la balanza “varios asuntos”…

Concluyendo. Vistámonos "como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia"[3], y despojémonos de las pasiones de la vieja naturaleza: odio, fanatismo, intolerancia, prejuicios, descalificaciones personales, etc.

Es bueno que los cristianos participemos constructivamente en el debate político y, por supuesto, que votemos. Pero sin olvidarnos nunca de que un día “hemos votado por Jesús”, y eso nos obliga a ser distintos…

Autor: Jorge Fernández

[1] Como se plantea, por ejemplo, desde una lectura extrema de la Teología de la Liberación.

[2] Hay que tener esto en cuenta al trasladar los principios bíblicos --enunciados en un contexto de tiranía, teocracia o integrismo religioso, como es el mundo antiguo y neotestamentario--, e intentar aplicarlos a la realidad actual, en un sistema de convivencia ciudadana diferente --el “estado de derecho”--, donde “el César” ya no es lo que era… Probablemente, algunos de nuestros errores de concepto parten de ignorar esas diferencias, que no son pocas.

[3] Colosenses 3:12

© 2015. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA.Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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