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(JONATÁN POZO, 02/08/2013) | El verano es la estación de la infancia. Junto con la Navidad es el momento del año que con más impaciencia esperan. Pero también para los adultos puede ser un tiempo especial. Mientras todo se ralentiza nosotros podemos buscar momentos para la reflexión, la relajación y la búsqueda de nuevos retos para el próximo curso.

El verano viene cargado de recuerdos: el olor a coco de la crema solar que me ponía mi madre, aquellas maravillosas semanas en el pueblo de mi abuela, las primeras vacaciones en la playa que coincidieron con el coche nuevo, las sandías y los melones que me hacían ir a comprar al puesto, el gazpacho de mi abuela, las series y las siestas, los batidos de chocolate y, claro, los cuadernos de repaso.

No todo se pierde con el paso de tiempo. Cuando los hijos llegan a tu vida tienes la oportunidad de rememorar tu infancia, procurarles a tus pequeños unos buenos recuerdos y mantener o crear tradiciones familiares.

Este verano quisiera emprender esta la noble tarea de disfrutar del verano, después de unos meses bien complicados. Para ello voy a necesitar descargar mi mente, congestionada de pensamientos tóxicos, que han ido condicionando mi comportamiento y minando mi ánimo. Con todo esto el cerebro envejece a marchas forzadas y la percepción nos traiciona porque lo tiñe todo de oscuridad, incertidumbre y desesperanza. Lo primero que tendré que hacer será aplicar lo que Pablo de Tarso es pidió a sus amigos de la ciudad de Filipos: “…pensad en todo lo que es verdadero, en todo lo que merece respeto, en todo lo que es justo y bueno; pensad en todo lo que se reconoce como una virtud, y en todo lo que es agradable y merece ser alabado.”

Quiero enfrentar el estrés con un apagón tecnológico parcial. Reduciendo al mínimo el acceso al correo electrónico, a Internet y al teléfono móvil. Controlando también el pensamiento excesivo, la preocupación continua, que sólo lleva a la ansiedad, después a la angustia y finalmente a la depresión. Tengo un antídoto a mano y voy a usarlo, se denomina Gn.50.20. Básicamente se compone de confianza y es 100% efectivo. “…Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.”

Voy a cuidar lo que entra por la boca, comprando mejor y cocinando sin prisas. Utilizando productos de temporada, sobre todo fruta y verdura. Renunciando a la comida precocinada, a las bebidas gaseosas y pasándome al agua. Comiendo menos y comprando mejor. Combinando bien los alimentos. Y haciendo todo esto en familia, como una actividad divertida, creativa e instructiva. Como todos sabemos la comida puede ser medicina o veneno. Creo que ingerimos demasiado veneno.

En lugar de decidir apuntarme al gimnasio en septiembre, voy a ponerme en forma con mis hijos desde ya. Jugar con ellos es gratis, es divertido y forma parte de mi responsabilidad y privilegio. Lo necesitan, lo necesito. ¡Ayer hice una puesta a punto a la bicicleta!

Vivimos tan deprisa… Las cosas nos ocupan tanto tiempo y tanto esfuerzo, que las personas quedan descolgadas de la agenda, sobre todo la familia. Durante estas vacaciones voy a pasar tiempo escuchando, sobre todo a mi esposa. La mayoría de las veces no escuchamos sólo hablamos. Y eso es algo que es necesario cuidar.

Por último voy a practicar la hospitalidad. Tal vez este verano tengamos alojado un ángel en casa. Abrirse al otro a través de la hospitalidad de una buena tradición que incorporar a la familia, es un buen antídoto para el egoísmo, enriquece y llena de gozo.

Todos estos buenos deseos que comparto contigo van a servir para crear y recuperar hábitos, no son “cosas que hacer en verano”, han de formar parte de nuestra vida y de la nuestra familia, en otoño, en invierno y en primavera también. Estos días, tengamos o no vacaciones, pueden servirnos como una oportunidad para ralentizar nuestro ritmo de vida y conectarnos con la Fuerte de vida y de sentido. ¿Te animas a comenzar un verano diferente?

Autor: Jonatán Pozo

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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