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¿Se van o los echan?

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JONATAN-POZO(JONATÁN POZO, 24/05/2013) Son jóvenes, tienen entre 25 y 35 años, y sin familiares a su cargo.  Se dice que son la generación mejor preparada de nuestro país… y se marchan.

Hay un discurso mezquino en torno a la nueva inmigración: Pérdida de capital humano, fuga de cerebros, decremento de la población activa, envejecimiento demográfico. Los más pesimistas hablan de una generación perdida para nuestro país, de tremendo error. Bueno, vale, pero, ¿se van o los echan?

Hace apenas dos décadas nos sentíamos en la élite de los países desarrollados. Mirábamos con temor, y hasta con desagrado, la llegada de inmigrantes, pero como venían para ocupar los puestos que los autóctonos no estábamos dispuestos a cubrir… nos volvimos tolerantes. El  Instituto Nacional de Estadística (INE) hacía proyecciones sobre el número de inmigrantes que íbamos a necesitar para poder sostener el crecimiento y el sistema de pensiones.

 

Nos contaban que necesitábamos un ejército de mano de obra barata y de reemplazo. Con el tiempo nos acostumbramos al discurso de la convivencia intercultural y comenzamos a conocer y reconocer a la persona extranjera, a convivir con ella. En nuestro inconsciente colectivo dejaron de ser números para ser ciudadanos. Nos relajamos y aceptamos la diversidad, el enriquecimiento social, económico y cultural que la inmigración estaba produciendo.

 

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"Los nuevos emigrantes traen a nuestra memoria las imágenes de aquellos padres y abuelos con las maletas rumbo a América, Francia, Alemania..."

Hoy volvemos a ser un país de emigrantes. El saldo migratorio es de nuevo negativo. El Instituto Nacional de Estadística (INE) ahora nos dice que medio millón de personas se marchan cada año por falta de trabajo y perspectivas de futuro. De ese medio millón, el diez por ciento son españoles. El resto son personas que retornan a sus países de origen, porque los flujos migratorios son de ida y de vuelta, aunque no siempre.

Los nuevos emigrantes traen a nuestra memoria las imágenes de aquellos padres y abuelos con las maletas rumbo a América, Francia, Alemania... ¿Es mejor para nuestros jóvenes quedarse en España sin trabajo, sin expectativas de independizarse, sin futuro? ¿Qué es mejor para el país, que estén registrados en las listas del paro, o que adquieran una experiencia profesional y de vida en el extranjero? Su proyecto migratorio va a ser tan bueno para ellos como para el país. Desde fuera, situados en puestos de responsabilidad, podrán favorecer el desarrollo de actividades productivas en España mucho mejor que si se quedan mano sobre mano, viendo la vida pasar. Salir les dará una oportunidad, será duro, pero les ayudará a crecer y a entrar en el mundo adulto.

Pero es que además, no sólo se marchan los jóvenes. Si no tuviéramos el hándicap de los idiomas, muchos más se habrían ido ya. Cuando no hay alternativa, lo normal es buscarla en otro lado. Además, si los mercados financieros, la producción, la cultura… están globalizados ¿por qué no las personas?, ¿por qué no globalizar la movilidad?

La crisis comenzó en el año 2007, desde entonces el número de hogares con todos sus miembros en paro se ha multiplicado por cinco. En muchos casos son las pensiones de los abuelos la única fuente de ingresos.  ¿Se van o los echan?

Es una lástima que nuestros dirigentes se dediquen a criticar la fuga de cerebros o a pintar de rosa la realidad, afirmando que se marchan porque son aventureros. ¿Por qué no ayudarles a salir y facilitar las condiciones para su regreso?

Un ministro alemán, en la década de los sesenta, dijo: “Queríamos trabajadores y vinieron personas.” A nosotros nos pasó lo mismo. Había que recoger fresas, poner ladrillos, limpiar casas… y vinieron personas. Ahora nuestros jóvenes se marchan y espero que les reciban no sólo como trabajadores, sino también como personas. La historia se repite, Dios quiera que, unos y otros, aprendamos la lección.

Autor: Jonatán Pozo

© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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