EN PERSPECTIVA

De Chávez al Papa Francisco I

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(JUAN MANUEL QUERO, 05/04/2013) | La gente parece necesitar un líder de carne y hueso de quién depender, y si no es posible, se lo fabrica, aunque no sea de carne y hueso. Algunos pueden utilizar estas actitudes de otros, para ser sus dirigentes, siendo reconocidos luego como líderes carismáticos. Con un estudio antropológico que no requiere demasiada profundidad se puede constatar esta realidad incidiendo en ello a lo largo de la historia. Gente, incluso con muy buen corazón, necesita esta dependencia. En el corto tiempo pasado de la muerte de Hugo Chávez (5-03-2013), a la asunción del papado de  Jorge Mario Bergoglio (13-03-2013), me ha llamado la atención las reacciones más representativas de nuestra sociedad.

El doctor en Teología Dogmática Rafael Luciani, refiriéndose a Chávez, explica como se fusiona un tipo de idolatría, llena de sincretismos con elementos de santería, supersticiones, brujería, y cristianismo, ofreciendo una especie de culto postmortem, como también ocurriría en otro sentido con Eva Perón en Argentina. Así comenta el Dr. Luciani:

Cuando toda la vida de un sujeto, desde sus expectativas y creencias más esenciales, hasta el desarrollo económico y la práctica religiosa, gira en torno a la existencia de un sujeto histórico o de un proyecto ideológico, es fácil convertirlo en objeto de culto luego de la muerte de su líder o fundador. Lo que los cristianos conocemos como idolatría, se traduce aquí bajo la forma del culto al mesianismo político, con la pretensión de dar continuidad en el poder a regímenes políticos, haciendo uso de las conciencias y creencias religiosas de los más pobres y necesitados.[1]

Es verdad que tendríamos que desabsolutizar el poder que otorgamos a algunos, pero solamente lo hacemos cuando entendemos que se apartan de nuestras ideologías, que con frecuencia, --en el aspecto religioso--, más que evangélicas, son una especie de autarquías de pensamiento, es decir, ideas alimentadas por intereses personales, costumbres familiares, y ciertos fundamentalismos que muchas veces no tienen un «fundamento» evangélico, o que a veces se tienen desde una hermenéutica muy sectaria, siendo más absolutistas no tanto en el mensaje bíblico, como en la defensa de ciertos lideratos e ideologías, que conllevan normas preconcebidas.

Si arrimamos la lupa al acontecimiento del nuevo papado de Francisco I, podemos ver de nuevo este tipo de actitudes. Pasados solamente unos días, algunos ya lo llaman el Papa Evangélico, porque lee la Biblia, o porque rompe algunos protocolos, --pero yo pensaba que ser evangélico es mucho más que eso. Y al estar cerca de la gente, se le manifiesta un talante más humilde. En principio, el hecho de asumir ser vicario de Cristo en la tierra me parece poco humilde, y si se analiza lo que esto supone doctrinalmente, me parece, ya de base, muy poco evangélico. Tenemos que imitar a Cristo en todo lo que el Evangelio nos enseña, pero no podemos sustituirle ni en la tierra ni en ninguna o otra parte. Aunque la gente nos quiera reconocer así, por esa necesidad de dependencia. Pero, tampoco quiero irme al otro extremo, ni quiero enjuiciar a nadie personalmente, hablo del cargo, de reacciones y de la superficialidad con la que se llegan a conclusiones gratuitas. Quizás se acerque más este papa al Evangelio de lo que otros han hecho, pero ya veremos su trayectoria. Cuidado con la forma en la que gratuitamente, dependiendo de nuestras posturas personales, encasillamos, y elevamos a los altares a aquellos que nos caen bien por identificarse con nuestros roles.

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Solamente hay un mediador entre Dios y los hombres, y este no es ni un político, ni un religioso, ni un obispo, ni un pastor, ni nadie, que no sea Cristo, porque esto es el Evangelio, aunque este planteamiento nos dé a veces quebraderos de cabeza en el diálogo interreligioso, o con algunas familias o grupos que prefieren endiosar a alguien que les da una cierta seguridad.

Cómo líderes no debemos ni alentar esto, --aprovechándonos de ello--, ni permitir estas reacciones, pero tampoco podemos irnos al extremo opuesto, pues la autoridad que nos ha sido reconocida ha de ser ejercida de forma correcta, sabiendo diferenciar lo que significa obedecer a quienes nos presiden, de depender de ellos de forma irreflexiva.


[1] Rafael Luciani  «Mesianismo e idolatría: el culto a Chávez». En: EL UNIVERSAL. [En línea]. Disponible en: <http://calidaddevida.eluniversal.com/opinion/130323/mesianismo-e-idolatria-el-culto-a-chavez> [Consulta: 23 de marzo de 2013].

Autor: Juan Manuel Quero

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA

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