EN PERSPECTIVA

Uno de Noviembre: Lágrimas, muerte, flores y jolgorio

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(JUAN MANUEL QUERO, 26/10/2012) En un día oscuro todo cabe. Como español lamento decir que respetando a mis compatriotas, así como a todos aquellos que en muchos países de todo el mundo celebran el día de Todos los Santos, a mí me da grima, y me crea cierta repulsa; por el significado que se le da; por la contradicción bíblica que encierra; y por el mercado que gira siempre alrededor de todo esto. Recuerdo cuando mi madre encendía las llamadas «mariposas» una especie de mechas en unos soportes flotantes en un cuenco de aceite, una lucecita por cada alma de los conocidos y familiares que fallecieron. Me parecía algo terrorífico, a pesar de las muy buenas intenciones de mi madre y de aquellas personas que piensan hacer un bien con ello.

El origen de estas celebraciones parece datarse ya en el Siglo IV. El propósito inicial era conmemorar las vidas de los mártires, recordando el día que les fueron quitadas sus vidas por testimonio de su fe. Pero esto se desvirtuó bastante, se quiso incluir a todos los santos, conocidos y no conocidos, siendo sancionado por diferentes papas católicos.

20121026-1La costumbre en nuestro país es la de llevar flores a las tumbas, y hacer rezos por los difuntos. Incluso se ofrece transporte público gratuito para facilitar este tipo de «liturgia». Se convierte también, en algunas ciudades y regiones más que en otras, en algo muy folclórico, donde se preparan comidas muy típicas que corresponden a esta estación del año, como son las castañadas. La celebración se suele relacionar con el otoño para simbolizar al difunto con la  naturaleza que parece morir. Es el tiempo en el que se secan las plantas, caen las hojas, y se pasa al crudo invierno.

Desde no hace tanto también se introdujo en nuestro país otra fiesta importada de EEUU,  el día de Halloween. A pesar de no tener ningún arraigo entre el pueblo español, encontró fácil y rápida cabida, pues en el agujero negro del día de todos los santos, seguido por el día de los difuntos, o de las almas benditas, parece caber todo, y más aún si está acompañado de jolgorio, mercado y negocio. Muchos se quejan de esta fiesta, no solamente por no ser originaria de nuestro país, sino por su trasfondo relacionado con las tinieblas. Pero el morbo que sienta tan bien a tanta gente, lo hace apetitoso. Un baile detrás de máscaras, --que nos recuerda también el tiempo de carnaval--, y la tensión que crea toda una cinematografía, son elementos de respaldo a todo este tinglado.

20121026-2Incluso se ha convertido en una fiesta familiar, pues los padres acompañan a los niños con sus disfraces para recoger caramelos. Se dan todos los ingredientes de esas fiestas que arraigan. Comidas especiales (tarta de calabaza entre otras cosas), y actividades atractivas para niños, jóvenes y adultos; además de medios comerciales y de ocio que crean un marco apropiado. Hasta los colegios toman partido en todo esto, y los niños, incluidos los más pequeñitos son rodeados de toda una parafernalia que también empuja a todo esto. En realidad, encaja bastante bien con el día de los difuntos, pues creer que estos pueden manifestarse, y que incluso pueden moverse de un lugar de condenación a otro mejor, podría producir una caricatura como la de Halloween. Muchos cristianos rechazan el día de Halloween, por lo motivos citado; pero, quizás tendríamos que analizar bien la otra cara de la celebración, la base, la fiesta de nuestro país, «El Día de Todos los Santos».

¿Qué dice la Biblia, --el manual del cristianismo-- sobre todo esto? No dice nada que le dé sostenimiento, sino todo lo contario, lo rechaza, hablando de los que mueren en términos muy diferentes. No existe ni siquiera un pasaje, donde se rece o se pida por alguien que ha fallecido. Todo lo contrario, se advierte, que las prácticas de invocación de los muertos, o adoración o culto a los difuntos es pecado. Se aclara que el tiempo de salvación es una decisión de cada persona, cuando aún está viva, y que cuando muere, se produce un destino irrevocable, marcado por la decisión que en vida se produjo. No es cuestión de terceros, ni de derechos adquiridos por ritos u otras acciones. Es algo que tiene que ver con la fe, y con la gracia (don) que Dios ofrece a todos en Cristo.

El que en él cree,  no es condenado;  pero el que no cree,
ya ha sido condenado,
porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo,
y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas.

Porque todo aquel que hace lo malo,  aborrece la luz y no viene a la luz,
para que sus obras no sean reprendidas.
Mas el que practica la verdad viene a la luz,
para que sea manifiesto
que sus obras son hechas en Dios. (Juan 3:18-21).

Autor: Juan Manuel Quero

© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA

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