BUEN FIN DE SEMANA

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cristian-125CRISTIAN FRANCO, 29/08/2012 | ¿Y si incorporásemos el “no” como actitud de vida? Uy, ya sé: no faltará quien esté presto a catalogarme como una persona “negativa”, como alguien que no promueve la felicidad y esas cosas que están dentro de lo que debería alcanzarse. Pero no me importa. Sigo insistiendo.

Tal vez algún día me anime y funde el “Club de los noístas”. O quizás escriba un libro titulado “Las mil maravillas del no”. O a lo mejor comience a dictar seminarios bajo la temática “El poder del ‘no’ para alcanzar el éxito”. Sí. Lo estoy considerando seriamente…

Estarás pensando: -“¿Qué se tomó este para decir estas cosas?” Pues nada extraño; solo un café que acompaña mis pensamientos y el golpeteo de mis dedos sobre el teclado. Y más allá del cansancio que sube y baja dependiendo del momento de la semana, escribo consciente de lo que quiero decir, aunque a veces no disponga de todas las palabras ni del espacio necesarios para lograr explayarme.

No siempre me gustó el “no”. En una época me producía rechazo. Y creo que varios podrán identificarse conmigo. Ha sido tan estigmatizado a lo largo de la Historia – en particular desde el siglo pasado hacia esta parte – que la sola mención de estas dos letras genera una serie de reacciones que sepultan su validez bajo un cúmulo de pensamientos negativos e ideas distorsionadas. Pero, en mi caso, ya no considero que sea así. Ahora creo en el poder y la vigencia del “no” como elemento saludable para la vida.

Sí. Sé que no soy el primero en esbozar algo similar ni tampoco ignoro el valor de lo que otros hayan dicho. Sencillamente me considero alguien que le gusta entresacar cosas que han sido olvidadas o ninguneadas por aquello que se presenta como políticamente correcto, para entonces airearlas de modo que otros – muchos o pocos – se beneficien.

Y por todo esto, digo:

¡Viva el “no”! Ese que nos ayuda a reconocer nuestra finitud asumiendo nuestra incapacidad para realizar determinada acción o tarea solos, dándole paso a la necesaria cooperación y complementación con nuestro semejante.

¡Viva el “no”! Ese que nos permite establecer límites benéficos en nuestros calendarios, previniéndonos de andar como errantes por multitud de senderos y, en el proceso, malgastar la salud y los tiempos.

¡Viva el “no”! Ese que sirve como antídoto para el orgullo al entender que no sabemos algo (ni todo) y por ello necesitamos seguir aprendiendo (de los libros pero también de las personas).

¡Viva el “no”! Ese que por su continuo ejercicio nos puede librar – a nosotros y a nuestro prójimo – de vivir bajo el imperio de situaciones de injusticia, intolerancia, discriminación, maltrato, abuso, esclavitud, sometimiento, desigualdad y segregación, dándonos el impulso de la persistencia para transformar – tarde o temprano – la realidad.

No, no puedo. No, gracias. No, no sé. No, basta. Y una multiplicidad de combinaciones posibles.

No me sorprende descubrir, entonces, la abundancia de noes en las biografías de las personas que se han destacado por su vida y aporte positivos a la humanidad.

¿Quién sabe? Tal vez de tanto ejercitarnos en el “no” lleguemos a descubrir que en realidad no se trata de otra cosa que de un “sí” al que le gusta disfrazarse para que logremos aprender a mirar y vivir la vida de manera diferente.

¿No?

Autor: Cristian Franco

© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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