BUEN FIN DE SEMANA
Flores
CRISTIAN FRANCO, 29/06/2012 |Â
“Hay medio mundo esperando con una flor en la mano,
y la otra mitad del mundo, por esa flor esperandoâ€.
Facundo Cabral (“Con una flor en la manoâ€)
Cada viernes, durante el otoño y el invierno, un grupo de voluntarios recorremos parte de una de las avenidas más importantes de la Ciudad de Buenos Aires en busca de quienes están en situación de calle. Lo hacemos bajo el nombre de “Caminatas Solidariasâ€, uno de los proyectos de la “Fundación Cercanosâ€, que estoy formando junto a queridos amigos y colaboradores.
La idea es ir al encuentro de quienes deambulan por las noches, sean personas que no tengan una vivienda (los llamados “sin techoâ€) o que realicen una tarea denominada como “recuperadores urbanos†(más conocidos como “cartonerosâ€). En este “ir al encuentro†nos movemos con la intención de aliviar – aunque más no fuere durante unos minutos – el hambre que muchÃsimos de ellos padecen. Gente que probablemente no tiene qué comer durante todo el dÃa y está a la espera de esa única comida, se trate de una sopa, un sándwich o un plato de arroz. ¡Porque en mi ciudad hay miles de hombres y mujeres desnutridos y mal alimentados!
Pero nuestra meta va más allá de ese primer contacto, esa primera acción de compartir un alimento caliente en medio del frÃo invernal. Además de ofrecer lo que podamos – en base a tantÃsimos voluntarios que suman su esfuerzo cada semana, incluyendo frazadas, mantas, calzado y ropa de abrigo – queremos conocer a la gente. SÃ. Saber sus nombres. Intentar dilucidar sus trasfondos. Compartir unos instantes de conversación. ¡Escuchar lo que tengan para decir!
Y es asà como nos encontramos con Antonio, que al igual que otros cientos llega desde la provincia de Buenos Aires (algunos viven a más de 60 km de la ciudad) para salir con su carro buscando conseguir cartón y otros elementos recuperables en un intento de ganarse unos pesos para comer. Gracias a esto pudimos conocer a Liliana, mujer aguerrida que dice hacer esa tarea para que sus cinco hijos puedan estudiar y “salir adelanteâ€. De ese modo dimos con Oscar, un hombre mayor con problemas de salud que soporta el frÃo en la puerta de un restaurante, aguardando llevarse a su casa las sobras que gentilmente le acerca una empleada al momento del cierre. Asà logramos dar con Gastón, que hace las veces de “trapito†(“cuidacochesâ€), muchacho joven pero con la vida gastada, que entre lágrimas nos contó su difÃcil situación familiar. Y la lista podrÃa continuar con tantos Carlos, Horacio, Susana, Hugo, Cinthia, Judith, Juan, Margarita, Ernesto, VÃctor, Rubén que encontramos cada semana.
Gente que va y viene. Los vemos todos los dÃas. Están allÃ, aunque a veces hagamos de cuenta que no están. Hombres y mujeres, personas jóvenes y muchos niños también. Revolviendo entre los desperdicios de nuestra basura. Agachando la cabeza en señal de resignación. Esperando esos centavos a costa de perder su salud. Acortando sus años a fuerza de arrastrar kilos de cartón por las frÃas calles de mi ciudad. Intentando abrigarse con una manta de periódicos junto al arrullo amigo de una botella.Â
Y ahà estamos nosotros, al igual que tantas organizaciones, instituciones y personas generosas, tratando de hacer algo. Intentando aliviar, escuchar, conocer, conectar, ayudar, socorrer, unir, concientizar, cambiar, transformar, acompañar y compartir con quien sufre la carencia de algunos o de todos los elementos básicos para – al menos – subsistir, gente que no tiene acceso a los derechos humanos más fundamentales. Y no lo hacemos bajo otra bandera que no sea la del amor – simple, sencillo, sin agendas ocultas ni intereses escondidos – por nuestro prójimo.
Uno podrÃa perderse en explicaciones y excusas. Las oà y las sigo escuchando. Que la gente vive en la calle porque quiere, que nuestros abuelos vinieron en la pobreza y salieron adelante trabajando, que quien desea consigue trabajo, que estos son vagos, que a aquellos sólo les importa el trago, que algunos molestan al automovilista cobrándole por estacionar en un espacio público, que nosotros pagamos impuestos y el gobierno tiene que hacer la tarea, que por qué tienen tantos hijos si no los pueden cuidar, que son drogadictos, borrachos, extranjeros, “cabecitas negras†(y todos los adjetivos que uno se pueda imaginar), que un plato de sopa no le cambia la vida a nadie, que hay que pensar en proyectos sociales mayores, que hay muchÃsimas otras problemáticas para resolver antes que ésta, y un larguÃsimo etcétera.
Ajá. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos? La gente está ahÃ. Nosotros aquÃ. Ellos en determinada situación. Nosotros probablemente en otra. ¿Nos quedamos con los brazos cruzados? ¿Seguimos adelante con nuestra vida como si no nos importaran?
Cada uno que tome su decisión, que no será ni mejor ni peor que la nuestra. En mi caso, aspiro a vivir mi vida un poco más cerca del que menos tiene. Haciendo proyectos de corto, mediano y largo alcance. Estudiando profundamente las distintas problemáticas de quienes viven en la pobreza y la miseria. Armando equipos multidisciplinarios para servir mejor. Buscando recursos para tener con qué hacer la tarea. Pero sobre todo: conociendo a la gente, sembrando esperanza en su corazón, ayudando en forma práctica y concreta, compartiendo mi pan y mi abrigo.
Una vez escribà lo siguiente, y lo reitero: “Que la parálisis que a veces provoca el no poder hacer todo no impida que hagamos lo que podemos (y debemos) hacer hoy: ¡nuestra parte!†Aunque más no fuere acercarle un plato de sopa al que duerme en la calle, aprendernos su nombre y saludarlo.
Para sumarte a las “Caminatas Solidariasâ€, visita facebook.com/caminatasolidaria
Autor: Cristian Franco
© 2012. Este artÃculo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
Otros ArtÃculos de Cristian Franco |
---|