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Familia e infancia ante los valores de la postmodernidad (parte I)

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JONATAN-POZO(JONATÁN POZO, 17/02/2012) La mentalidad de la postmodernidad en la que estamos inmersos implica que el modelo en las relaciones personales, sociales y familiares tiene una estructura de red, y ya no de jerarquía. La verticalidad ha dado lugar a la horizontalidad y en los tres ámbitos mencionados. Las relaciones intergeneracionales son las que se están viendo más afectadas por estos cambios. Desde este marco cultural, el valor de la autoridad y, como un poco más adelante veremos, el valor del respeto tienen muchas dificultades y muy poca adhesión.

Pasemos a considerar, de forma muy sucinta, algunos elementos de la postmodernidad y como estos afectan en la infancia y la adolescencia.

Se ha producido un desplazamiento de los valores tradicionales y la adopción de unos valores nuevos. Somos los adultos los que proyectamos en los menores nuestros propios valores, anhelos y deseos. En la mayoría de las ocasiones estamos sufriendo las consecuencias no deseadas de asunción de unos valores (antivalores) socialmente aceptados. Uno de ellos es la permisividad. Sus nefastas consecuencias son: escasa colaboración en las tareas domésticas, desinterés por todo lo que implica esfuerzo, aumento desmedido de las demandas y las exigencias hacia los adultos, exceso de protagonismo del ocio… e incluso idealización de las relaciones paterno-filiales. Sobre este tema un libro de referencia es el que escribió Javier Urra, titulado El pequeño dictador.  En él se nos habla de cómo el niño consentido puede acabar siendo un adolescente tirano. Urra fundamenta muy bien su tesis salpicando, las más de quinientas páginas del libro, con un buen número de ejemplos basados en casos reales.

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"el niño consentido puede acabar siendo un adolescente tirano"

- Javier Urra

La civilización instantánea, la pasión por la ultra rapidez, se contagia en el ámbito de la educación. Tanto la que se lleva a cabo en la familia y otros contextos educativos no formales, como la que se produce en las instituciones educativas formales. Educar bien demanda de mucho amor, y la palabra amor se deletrea de esta manera: "t-i-e-m-p-o”. La buena cocina como la buena educación requiere trabajar a fuego lento. Y nuestros hijos e hijas o nuestros alumnos y alumnas, son niños y niñas a los que les sobra agenda y les falta presencia del padre, de la madre o de ambos. Muchos de ellos son menores que pasan horas en casa solos, sin la presencia del adulto, en la calle, ante el televisor o colgados de Internet, o a los mandos de la videoconsola. La falta o debilidad de vínculo afectivo, muchas veces crea problemas emocionales que suelen ser mucho más evidentes en la adolescencia.

El modelo de sociedad que nos deja la postmodernidad lleva a nuestros niños y adolescentes a vivir al límite, al goce y al disfrute por encima de todo y a estar por encima de todo. En parte esa tendencia es lógica en la etapa de adolescencia, una etapa impulsiva de búsqueda de riesgo y de oposición que les ayude a definir una identidad, a diferenciarse de los demás (de su familia), y reconocerse en otros (su grupo).

En una sociedad tan relativista, tan hedonista… establecer límites no es fácil. Y no todo puede ser materia de negociación, pues hay determinados comportamientos, ciertas actividades de riesgo o consumos que no pueden estar permitidos. Si a la dificultad para establecer normas y límites, unimos que la razón ha perdido su valor, está de más tratar de razonar sobre lo que es correcto y lo que no lo es. Así, cualquier intento acaba en una disputa, en un pulso en el que en la mayoría de las ocasiones el adulto lleva todas las de perder.

La exaltación de la libertad y la devaluación del respeto y la responsabilidad dificultan mucho la tarea de la educación y la orientación. No podemos caer en el autoritarismo porque eso ya hemos visto que no funciona, pero tampoco debemos dejarnos llevar por la corriente del "lo que quieras” porque eso significa abdicar de nuestra responsabilidad ya sea como padres o como docentes, o como adultos que tienen una responsabilidad hacia el menor.

Algo positivo que tiene la postmodernidad es la apertura al diálogo, la apertura en diferentes canales de comunicación. Sin embargo, nos encontramos con la dificultad de que al tener que lidiar con personas que están "en construcción", personas que dependen en muchos sentidos de nosotros, nunca puede haber una relación de igual a igual.

Otro de los problemas o dificultades de la autoridad en nuestro contexto actual es que nadie quiere someterse a ella, ni tampoco ejercer. Esto es válido, fundamentalmente, en el ámbito familiar y educativo.

Si lo desean, en un próximo artículo seguiremos reflexionando. Un saludo

Autor: Jonatán Pozo

© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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