EN PERSPECTIVA

La corrupción del poder: Más cerca de lo que pensamos

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(JUAN MANUEL QUERO, 18/01/2013) Suele ser muy común hablar de la corrupción política, y es que la imagen de nuestros políticos lleva mucho tiempo bastante deteriorada, sea cual sea el signo ideológico en el que podamos pensar. Ejemplos de esto no es necesario poner aquí, pues los tenemos diariamente en todos los medios de comunicación, con nombres y apellidos, alcanzando estos a la misma familia real de nuestro propio país. Pero esto no es nuevo, la historiografía ha dejado bien constatada esta realidad de forma muy diversa.

Pero es fácil, y hasta cierto punto gratuito, tener un escaparate donde dirigir las miradas para elaborar las críticas y señalar las diferentes formas de corrupción, que si bien tienen que ver muchas de ellas, de forma directa o indirecta, con el dinero, lo cierto es que se podría hablar de otras muchas maneras de corrupción. Podríamos considerar la descomposición  que produce el poder en las esferas del abuso y la sumisión impuesta, incluso con planteamientos benéficos; pero que al final, realmente quien se beneficia de forma especial son los que buscan la autoridad como una satisfacción personal.

Podríamos abrir escaparates más cercanos que el de la política, los cuales, incluso podrían ser bastante más usuales. Todos ostentamos algún tipo de poder, aunque sea de menor grado. Los principios corrosivos también se dan en estos, aunque las consecuencias sean muy diferentes. Pero, evidentemente, que los que tienen repercusiones más fuertes, son aquellos que conllevan una organización determinada, y que incluso están arropados por legislaciones privadas o públicas.

20130118-2Son muchos los empresarios que aprovechando la autoridad que tienen para despedir, degradar, o promocionar a sus empleados, utilizan su posición para ir más allá de lo que son sus prerrogativas.  En una jerarquía funcional, el mando, en distintas escalas, se plasma de forma muy curiosa. Unos se quejan del despotismo de los que tienen autoridad por encima de ellos, pero sin embargo, ellos también aprovechan este autoritarismo a veces con una fuerza mayor, produciéndose el «efecto de tuerca» que empieza desde la cúspide y que va llegando hasta los niveles más bajos.

También se da todo esto de forma doméstica. La «violencia de género»  suele ocurrir en todos los ámbitos sociales, y a edades que no siguen patrones únicos.  «El machismo» sigue siendo una realidad en la que el hombre hace uso de una autoridad de forma desmedida, infravalorando su entorno, y especialmente a su pareja. El ámbito de lo privado se utiliza para desarrollar una actitud agresiva, en palabra, actitudes, e incluso en lo físico, produciéndose un maltrato que atenta contra la integridad del que se convierte en la persona más débil o vulnerable.

En ámbitos religiosos también se pueden producir estas aberraciones sociales. Cuando las estructuras jerárquicas dejan de ser funcionales y se convierten en objetivos en sí mismas, se da una alienación que solamente puede ser equilibrada y ordenada por los principios bíblicos que han de darse de forma especial y particular en una iglesia u organización cristiana, aunque también tengan una trascendencia universal.  Los líderes de estas organizaciones pueden ser «endiosados» de forma peligrosa. Con un sentido paternalista, pueden convertirse en la referencia obligada para todas las cosas. Estas personas al final pueden presentarse como el molde al que todos tienen que ajustarse. Los chicos tienen que consultarle sobre quién podría ser su pareja. Para adquirir una propiedad, de nuevo hay que preguntar a quien es el referente para todo. La capacidad de reflexión y de responsabilidad individual, se delega en otro y no se desarrolla, --lo que para algunos incluso parece más fácil y cómodo.

El concepto de liderazgo bíblico, tiene como modelo a Jesús, y nos muestra algo muy diferente. Quien tiene la máxima autoridad se presenta como Siervo Sufriente, y no impone nada, sino que lo ofrece y lo inspira de forma amorosa, buscando la reflexión individual, de manera que se pueda vivir bajo principios sólidos, que den madurez y estabilidad.

Autor: Juan Manuel Quero

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA

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