OPINIÓN / EDITORIAL

EDITORIAL: Navidad con turrón y mazapán

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(EDITORIAL, 19/12/2014) Como el turrón y el mazapán, la Navidad nos llega hoy como cada año y nos envuelve con su espíritu y su mensaje en medio, a menudo, de realidades bien diferentes.

Experiencias dulces como el mazapán, que disfrutamos al compartir y celebrar en familia, al calor de los afectos y la suma de emociones positivas que refuerzan nuestras ganas de vivir y alimentan nuestros sueños para el nuevo año.

La Navidad, pensamos, es el momento para dejarse envolver por el llamado “espíritu navideño”, para involucrarnos en iniciativas solidarias, para pensar en los demás, para reencontrarnos con amigos y seres queridos con los que no nos vemos con frecuencia. Para que abuelos y nietos se prodiguen en tiernos achuchones, tantas veces postergados por las prisas o las distancias. Para que aquellos novios pidan silencio para anunciar con solemnidad su compromiso. Y, en general, para aparcar las preocupaciones del diario vivir, aunque solo sea por unos días.

... hay realidades más duras que el turrón, que son las que atraviesan hoy muchas familias españolas y del mundo, por muchas razones que resulta difícil apartar de nuestra mente, aunque solo sea por unos minutos.

Pero no siempre esto se consigue.

Porque hay realidades más duras que el turrón, que son las que atraviesan hoy muchas familias españolas y del mundo, por muchas razones que resulta difícil apartar de nuestra mente, aunque solo sea por unos minutos.

Lágrimas contenidas de emoción, por seres queridos ausentes de la mesa navideña, que han partido a lo largo del año y que hoy no brindarán ni reirán con nosotros. O por la marcha a lejanas tierras de hijos o amigos que han debido buscar nuevos horizontes laborales más allá de nuestras fronteras.

Y aunque no nos afecte directamente, también están allí –en nuestra conciencia globalizada-- el miedo, la rabia y la indignación por las muchas violencias, crímenes y expolios que sufren mujeres, niños y familias enteras en las zonas de guerra, víctimas de desplazamientos y hacinamientos en campos de refugiados, amenazados en su seguridad y con menos de lo necesario para la mera supervivencia.

O crímenes viles contra niños indefensos, como el ocurrido esta semana en Paquistán, que nos evocan el episodio de la Navidad que no desearíamos tener que recordar, cuando un talibán del primer siglo llamado Herodes, mandó a asesinar cruelmente a cientos de niños en Judea…

Sin embargo, tanto el turrón como el mazapán –el dolor y la alegría-- están presentes en la verdadera Navidad y en su mensaje. Porque la verdadera Navidad –su espíritu y su mensaje—no consiste en una celebración analgésica o embriagante, que nos ayude a olvidar la dura realidad por unas horas, para encontrarnos nuevamente ante ella tras la resaca, vencidos y oprimidos.

No. La verdadera Navidad es mucho más. Es la celebración desde la fe –sea cualquiera sea la circunstancia propia o ajena que nos toque sobrellevar—del amor incondicional e inmensurable de Dios, que “envió a su Hijo Unigénito al mundo para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

Y es ese Amor divino, liberador…, la fuente de nuestra alegría y esperanza; el bálsamo analgésico a nuestros pesares, y el vino nuevo para nuestro brindis.

Comprender y vivir esta realidad, es la garantía de que, pase lo que pase, podremos disfrutar de una ¡Feliz Navidad!

Qué así sea, amigos.

Actualidad Evangélica, 19 de diciembre de 2014.-

>>> Este editorial fue emitido en el programa Actualidad Evangélica (Radio Encuentro), correspondiente al 17/12/2014, que puede escuchar aquí: