EDITORIAL

¿Transparencia o invisibilidad?

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(EDITORIAL, 19/04/2013) La Iglesia Católica española estará sujeta a la Ley de Transparencia que prepara el Gobierno. Así lo ha dicho hoy la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáez de Santamaría. Aunque reconoció que deben estudiar el caso, ya que la citada ley estaba “pensada para las administraciones públicas”. No obstante, aclaró: "Si es una institución que mayoritariamente recibe fondos públicos, sí (estará dentro de la ley)".

Sáez de Santamaría explicó que, se van a aplicar "criterios que para una Administración Pública son muy factibles y bien regulados, a instituciones que sí participan de esos fondos públicos pero tienen otra estructura, otra organización”.

He aquí la cuestión. El “singular” encaje de la Iglesia Católica en un Estado (en teoría) aconfesional, requiere que una Ley de transparencia económica, pensada para las administraciones públicas (con estructuras democráticas), se aplique a una institución religiosa particular (no pública) -pero que es sostenida (muy) mayoritariamente con dinero público- y cuyas estructuras de gobierno (episcopal-teocrática) son de naturaleza muy diferente.

Los obispos han recibido la noticia con serenidad o, al menos, es lo que han transmitido a través de su portavoz, el obispo  Juan Antonio Martínez Camino. No tienen nada que esconder, dicen. “Bienvenido todo lo que sea transparencia", manifestó Camino en una rueda de prensa.

Quién sabe. Quizás no les venga tan mal a los obispos españoles verse afectados por una ley que, sútilmente, les sitúa y legitima “dentro de las estructuras del Estado” como “parte de la Administración Pública”.  ¡Ya nos gustaría a los protestantes españoles tener ese tipo de problemas! De que se nos pida “transparencia”.

Pero no lo tenemos. Más bien, tenemos otro. Parecido, pero cualitativamente diferente. Porque, no es lo mismo “transparencia” que “invisibilidad”.

Y los protestantes seguimos siendo, en buena medida, “invisibles” para esta sociedad.

Somos “invisibles” en los Presupuestos Generales del Estado, por supuesto; somos “invisibles” en el formulario de la declaración de la renta, donde no existe una casilla para los contribuyentes protestantes que quisieran destinar el 0,7% de sus impuestos a sostener la obra social y cultural de las iglesias evangélicas, como sí pueden hacerlo otros contribuyentes con la confesión religiosa que profesan.

Somos “invisibles” en la agenda de la Administración del Estado, donde nuestras demandas son postergadas o ignoradas vez tras vez, por los sucesivos gobiernos de nuestra democracia.

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Es frecuente que, aún algunos de los mejores profesionales de los medios, incurran en el olvido inadmisible de la existencia de los protestantes españoles

Y somos “invisibles”, para los grandes medios de comunicación, cuya ignorancia sobre la realidad, la fe y prácticas de las iglesias evangélicas, sólo es superada, en muchos casos, por el “olvido” de nuestra mera existencia.

Y, claro que parte de esa invisibilidad debe llevarnos a los cristianos evangélicos a una reflexión autocrítica. Es verdad que, no siempre estemos siendo eficaces en darnos a conocer, entre otras cosas, por no saber conciliar muy bien nuestra tradicional “autonomía” con una mayor conciencia de “Cuerpo” y una visión de “reino” (de Dios) que nos permita  ver más allá de nuestra propia parroquia y sirva para mostrar  a la sociedad la unidad (y la "visibilidad") que tenemos en Cristo, pese a nuestra naturaleza diversa y plural.

Sin duda, debemos mejorar eso y lo sabemos. ¡Y lo intentamos!

NO HAY PEOR CIEGO, QUE EL QUE NO QUIERE VER

Pero hay un dicho conocido que dice: “no hay peor ciego, que el que no quiere ver”. Y eso describe bien, a nuestro juicio, la situación que denunciamos en estas líneas y en algunos de los artículos publicados recientemente en Actualidad Evangélica, respecto a una “invisibilidad social responsable” a la que nos vemos sometidos los protestantes españoles todavía.

Invisibilidad “responsable”, sí, aunque no siempre sea consciente ni deliberada. Los protestantes españoles tenemos el derecho de ser “vistos” y “conocidos”, como parte del cuerpo social de este país del que, siglos de persecución y acoso no han bastado para desmembrarnos.

¿Transparentes? ¡Claro! ¡Ya nos gustaría a los protestantes que se nos exigiera más transparencia!

Cualquier cosa, mejor que la invisibilidad.

Actualidad Evangélica, 19/04/2013.-