OPINIÓN / EDITORIAL

EDITORIAL / La urgente necesidad de cuidar y construir puentes…

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(Redacción, 01/09/2018) El derrumbe del puente Morandi, en Génova, este verano, que causó la muerte a más de 40 personas, ha alertado a Bruselas sobre el estado de los miles de puentes y carreteras en la Unión.

Según los expertos, en Italia hay más de 10.000 puentes que deberían ser revisados y Alemania se ha apresurado a pedir estudios e informes sobre sus 39.500 puentes. Francia, España y otros estados de la UE también se han puesto manos a la obra. El llamado de atención es sobre la necesidad de mantenimiento que tienen los puentes construidos desde hace décadas. Tras el accidente se ha conocido que el propio arquitecto Morandi había alertado al Gobierno de Italia en 1979 sobre esa necesidad en el puente que finalmente colapsó. Al parecer, nadie le escuchó.

El hecho nos sugiere una poderosa metáfora de lo que está pasando en Europa y en el mundo en el terreno de la convivencia: el derrumbe de valores y creencias que en el pasado reciente hicieron posible grandes acuerdos y alentaron las expectativas de paz y convivencia

Más allá de la tragedia y de los análisis técnicos y políticos, el hecho nos sugiere una poderosa metáfora de lo que está pasando en Europa y en el mundo en el terreno de la convivencia: el derrumbe de valores y creencias que en el pasado reciente hicieron posible grandes acuerdos y alentaron las expectativas de paz y convivencia entre naciones, estados y culturas muy diferentes.

Valores como la libertad, la esperanza, la solidaridad, la generosidad, la ayuda mutua, la igualdad, la unidad, el acuerdo por medio del diálogo, el respeto al diferente, el compromiso con la paz, la honestidad, el buen gobierno, etc, están desplomándose ante nuestros ojos y poniendo en evidencia la impotencia de nuestros gobernantes y de la sociedad civil para mantenerlos. Como consecuencia de ello, de entre los escombros y las ruinas de la convivencia, estamos viendo emerger nuevamente la barbarie… los sentimientos primarios más salvajes y más distantes a la civilización y a la cultura que nos han llevado a tanta guerra y tanta ruina en el pasado.

Estamos viendo cómo los racistas, los xenófobos y los radicales violentos, toman las calles de nuestras ciudades para vociferar sus indignas proclamas sin la menor vergüenza y sin una contestación ciudadana suficientemente contundente. Y esto quizás sea lo peor: el “silencio de los buenos” -evocando a Martin Luther King- está permitiendo que aquéllos se crezcan en la medida en que el repudio de “los buenos” no es suficientemente alto y claro. Al contrario, lo que a los radicales violentos -destructores de puentes donde los haya- les está alentando en su deriva, no es ya “el silencio”, sino incluso “la comprensión” y la “justificación” de quienes deberían señalarles y acallarles. Encuentran una creciente comprensión ciudadana hacia sus discursos de odio contra los refugiados y los inmigrantes y observan con satisfacción cómo, “respetables líderes de opinión”, en lugar de censurarles se unen a ellos en la crítica a las medidas “buenistas” y “políticamente correctas” de sus gobernantes cuando éstos muestran algún rasgo o gesto de humanidad o responsabilidad.

Quizás lo más desconcertante sea tener que reconocer cómo ese discurso de odio, nacido en las más profundas tinieblas, ha conseguido penetrar y ganar terreno en el reino de la luz, encontrando cierta acogida incluso en el seno de la Igleia.

Quizás lo más desconcertante sea tener que reconocer cómo ese discurso de odio, nacido en las más profundas tinieblas, ha conseguido penetrar y ganar terreno en el reino de la luz, encontrando cierta acogida incluso en el seno de la Iglesia. Un fenómeno imposible en el campo de la física, pero desgraciadamente posible en el mundo espiritual, tal como nos advirtió el propio Señor Jesucristo:

“Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (S. Mateo 6:23)

En Actualidad Evangélica, tras unas semanas de receso vacacional, reanudamos nuestro servicio informativo con la convicción de que la luz es más fuerte que la oscuridad y con la vocación evangélica de construir y reforzar los puentes de valores y creencias que este mundo necesita, mediante la proclamación y la encarnación del Evangelio de la paz.

No se nos ocurre hoy una tarea más urgente y a ello nos dedicaremos, con la humildad, el compromiso de siempre y -damos por descontado-, con la lealtad y sana complicidad de nuestros lectores y amigos.

Jorge Fernández, director de Actualidad Evangélica

Madrid, sábado 1 de septiembre de 2018.-

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