500 AÑOS DE REFORMA - por Juan Manuel Quero
El protestantismo y el belenismo
Belén monumental (Alcalá de Henares, 2013)
(JUAN MANUEL QUERO, 16/12/2016) | El pueblo protestante o evangélico en general, no es muy dado a incluir en sus celebraciones navideñas las representaciones del nacimiento de Jesús por medio de «los belenes». Esto se debe a la prudencia y cuidado, que existe en cuanto a la representación por obra de imaginería de los personajes bíblicos y de todo aquello que pueda conllevar o inducir a la idolatría.
Esta cautela que se ha mantenido por siglos, no se debe a alguna normativa eclesiástica o conciliar concreta, sino a lo que la Biblia enseña respecto a las imágenes, tanto en el Decálogo dado a Moisés, como en otros pasajes bíblicos:
«No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en el cielo, o abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni les servirás; […]¿Por qué han de decir las gentes: ¿Dónde está ahora su Dios? Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho.
Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres.
Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven;
orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen;
manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; ni hablan con su garganta; como ellos son los que los hacen, y cualquiera que en ellos confía»
(Deuteronomio 5:8, 9; Éxodo. 20:4, 5; Salmo 115:3-8).
Es por este motivo que, en la historia del protestantismo, así como en las iglesias evangélicas, desde el principio, nunca se hicieron representaciones de ningún tipo. No existen imágenes, ni escultóricas, ni de talla, ni pintadas. En realidad, el cristianismo, desde un principio, huiría de este tipo de arte plástico. Sería la Iglesia Católica Romana, la que posteriormente, y con un sentido pedagógico comenzaría a representar narraciones y personajes de la Biblia, de la tradición y de aquellos «santos» que iban siendo reconocidos. El propósito pedagógico se tornaría posteriormente en una devoción popular que conllevaría un tipo veneración y adoración, que se interiorizaría por las sociedades como algo muy unido a la cultura, y con tintes muy sagrados y pietistas, cayendo finalmente en lo que la Biblia prohíbe como idolatría.
Aunque en la Alta Edad Media ya se representarían diferentes tipos de escenografía navideña, sería en la Baja Edad Media cuando se introducirían las escenas de imágenes navideñas |
Aunque en la Alta Edad Media ya se representarían diferentes tipos de escenografía navideña, sería en la Baja Edad Media cuando se introducirían las escenas de imágenes navideñas, que si bien inicialmente serían representaciones teatrales o vivas, luego se fijarían en frescos y retablos. Se habla de Francisco de Asís como su promotor (primera escenografía en Greccio la víspera de Navidad de 1223). La iniciativa de Francisco de Asís, conllevaría que los Franciscanos y las monjas Clarisas de la misma Orden franciscana dieran un buen desarrollo a todo esto; seguidos estos por los jesuitas, que seguirían desarrollando el belenismo con la aportación de las figuritas. Si bien esta celebración se fue realizando en las iglesias católicas, posteriormente pasaría a ser práctica de la aristocracia, y luego del pueblo en general.
Su impulso para que llegase hasta nuestros días como se suele conocer actualmente, sería inspirado por la Contrarreforma de la Iglesia Católica que intentando contrarrestar el desarrollo dela Reforma Protestante, buscó despertar los sentimientos religiosos por medio de las imágenes y de la representación del nacimiento. Sería el arte del Barroco el instrumento usado para este tipo de influjo religioso, el que atrajera al pueblo más hacia la Iglesia Católica. La producción de figuritas de terracota comenzó para el nacimiento, pastores. Toda la escena de los belenes cundiría, y se convertiría en una práctica hasta nuestros días. Son muchos los artistas que se especializarían en estos trabajos. Los escultores y tallistas napolitanos tendrían gran influencia en todo ello.
Uno de estos fue el napolitano Francesco Celebrano, quien, al igual que otros, dejaba su firma en las figuras. Los monarcas eran muy aficionados a la fabricación de estos belenes, los llamados «presepi». A España llegaría esta influencia artística, así como estos regalos que introducían no solamente escenas bíblicas, sino que también recogían circunstancias de la vida cotidiana, así como referencias a cortejos reales y otros detalles que indicarán grandes acontecimientos de aquellos monarcas y de su tiempo[1]. Estos belenes, formaban parte de una liturgia, que permitía el movimiento de las figuras según los días de la celebración.
En el Belén napolitano del Palacio Real de Madrid, conocido como «Belén del Príncipe», se pueden encontrar tallas napolitanas, genovesas y españolas del siglo XVIII, aunque posteriormente se han ido añadiendo unas 200 figuras. Este Belén, que puede visitarse en la actualidad, tiene su origen con Carlos III, quien lo regalaría a su hijo Carlos IV de España. Las fotografías que se presentan aquí pertenecen a dicho «pesepre» o belén[2]. Como solía ser costumbre, ‒en las tres fotos de algunas partes del belén citado‒, puede verse de izquierda a derecha, una foto de un detalle de la corte real, seguida por la representación del nacimiento, y seguida por otra foto que recoge las figurillas del belén que aluden a lo cotidiano de ese tiempo.
Las fotografías que se presentan aquí pertenecen al «pesepre» o belén, "Del Príncipe", de Carlos III
En las representaciones más populares, que se pueden observar no solamente en las casas sino en las instituciones públicas, no solamente se da lo que puede convertirse en un ídolo o elemento de superstición, según se trate o contemple; sino que lo pagano, según culturas diversas, se introduce también. Si ponemos como ejemplo a España, podemos observar que, en los belenes, y según diferentes lugares, se encuentran elementos que se apartan bastante de la narración bíblica. En Madrid es muy común introducir a «La Castañera», una mujer haciendo castañas, como suele ser común encontrar en estas fechas en las calles madrileñas. En Barcelona el belén ha de llevar el «Caganer», un campesino defecando, y relacionado con una creencia pagana de la fertilidad del campo. En la región de Extremadura se suele encontrar la «Machorrita», que en este caso es una cabra engalanada, y que se relaciona con otros festejos de estos pueblos. Son otros muchos añadidos los que se podrían mencionar, tanto en España como en otros muchos lugares.
Entre las iglesias de la Reforma Protestante, además de no hacer estas representaciones tampoco se celebraba la Navidad con los signos que vemos hoy día; es decir, no se reconocería el día 25 como el día de la Navidad, ni se llevarían a cabo muchas de las costumbres actuales, debido a la suma de elementos paganos que rodeaban todo esto. No obstante, con el tiempo se entendería que sería edificante y de inspiración bíblica, recordar el nacimiento del Señor Jesús con todo lo que ello supondría para la Cristiandad. Actualmente el pueblo evangélico o protestante en general suele celebrar la Navidad el mismo día 25 de diciembre, reconociendo que existen muchos elementos paganos que se han ido agregando a esta celebración, e intentando siempre separar lo que es extrabíblico de lo que realmente hace honor al nacimiento de Jesús.
En la mayoría de las iglesias se suelen tener representaciones teatrales o belenes vivientes, con el propósito de aprovechar esta celebración para declarar que el camino que necesitamos andar como creyentes es el que nos ofrece Jesús. Incluso, en muchos hogares evangélicos también se tiene ya, la práctica de representar el belén, e incluso también se pueden ver belenes con figuritas y adornos, en algunas iglesias evangélicas; no obstante, se sigue teniendo esa reticencia y cautela en estas representaciones. Todo ello, por entender que se puede llegar a impulsar una veneración o adoración equivocada, que dirigida a las imágenes se convierta en esa idolatría, que trae confusión y ceguera, y que no puede paliar la necesidad que el hombre tiene de Dios, y que solamente puede tenerse en «Emanuel», Dios con nosotros, quien vino a este mundo para salvarnos.
Autor: Juan Manuel Quero
© 2016. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
Otros Artículos de Juan Manuel Quero |
---|
Todos los cristianos evangélicos debemos mucho a la Reforma Protestante, estando más unidos a esta de lo que podríamos pensar. Yo no me considero ni luterano, ni calvinista, ni zwingliano, ni seguidor de algunos de los reformadores más o menos destacados de ese tiempo tan significativo; pero, me puedo identificar con una buena parte de sus enseñanzas, pues, hay algo común, y es la base de Las Escrituras.
Muchos evangélicos podríamos decir que nos convertimos en un contexto que nada tiene que ver con la Reforma Protestante, y que Cristo se nos reveló a través de la lectura de la Biblia, o de una predicación o mensaje que tenía esta base, sin más datos, o planteamientos de terceros. Esto que es lo que yo llamo «evangelicalismo», es decir, el surgimiento de creyentes e iglesias por un encuentro con el evangelio, y por tanto con Cristo, no está ajeno de una realidad, que queramos o no, nos une con la Reforma Protestante, --a pesar de que esto no suponga que seamos iglesias reformadas en el sentido histórico a lo que se refiere esta clasificación.
El encuentro con la Palabra de Dios ha sido facilitado, porque muchas personas no escatimaron esfuerzo, --especialmente desde esta Reforma del siglo XVI--, para que la Biblia pudiera ser asequible a todas las personas. Esto significaría traducirla a las lenguas vernáculas, en el idioma de cada pueblo, pues solamente podría encontrarse la traducción en latín, de La Vulgata, realizada por uno de los Padres de la Iglesia, como fue San Jerónimo.
Pocos, sabían leer, pero más distante se haría el conocimiento de la Biblia en latín, que solamente estaba al alcance de muy pocos, además del clero. Por otro lado habría que liberalizarla de la posesión de los que habían hecho de ella un monopolio de su traducción, lectura e interpretación, para que pudiesen adquirirla y leerla todas las personas. Por ello entre las «cinco solas» de Reforma Protestante, que marcan los énfasis de la misma, la primera era «Sola scriptura».
Así podríamos hablar de La Biblia de Lutero, de la que ya he comentado diferentes cuestiones en otras reflexiones. Esta última, en la que trabajó hasta su muerte, sería la base para muchas versiones y biblias en el idioma germano y en otros lugares.
Juan Manuel Quero Moreno. «Un nuevo descubrimiento relacionado con la Biblia de Lutero». En: Actualidad Evangélica. [En línea]. Disponible en: <https://www.actualidadevangelica.es/index.php?option=com_content&view=article&id=8501:un-nuevo-descubrimiento-relacionado-con-la-biblia-de-lutero&catid=37:pensamiento> [Consultada el 10 de junio de 2016];
Nathalie Rabines Rodríguez. «Proceso de la traducción de la Biblia de Martín Lutero». Facultad de Traducción e Interpretación Universitat Autònoma de Barcelona. [En línea]. <https://ddd.uab.cat/pub/tfg/2015/tfg_25863/RABINES_RODRIGUEZ_NATHALIE_1268864_TFGTI1415.pdf>. [Consultada el 10 de junio de 2016].