DIARIO DE VIAJE / WITTENBERG
Un día en Lutherstadt Wittenberg, la “Ciudad de Lutero”
Monumento a Lutero, en la Marktplatz ("Plaza del Mercado") / Foto: J. Fernández
(Wittenberg, 21/09/2016 / por JORGE FERNÁNDEZ – I Parte) Para alguien como uno, que afronta en estos días la estimulante tarea de contribuir a dar cobertura informativa a los actos conmemorativos del 500 Aniversario de la Reforma, que, como se sabe, tendrán lugar el próximo verano-otoño de 2017, no podía haber mejor manera de empezar la cuenta atrás, justo a un año vista, que haciendo una visita a Lutherstadt Wittenberg (“la Ciudad de Lutero”).
La Iglesia de Todos los Santos, también conocida como SchlossKirche ("Iglesia del Castillo") / Foto: J. Fernández
Plenamente consciente de ello, saboreé intensamente la breve estancia que, hace apenas unos días, pude disfrutar en compañía de un amigo, el director de “Buenas Noticias TV” (RTVE), José Pablo Sánchez, en ocasión de un encuentro internacional de Radio Transmundial que se celebraba dos días después, a pocos kilómetros de Frankfurt.
Unos 460 km por carretera separan Frankfurt de Wittenberg, dependiendo de la ruta que se elija. / Google Maps |
Wittenberg no está cerca de Frankfurt, pero nuestro interés pudo más que los 460 km que nos separaban de ella. En el mismo aeropuerto, nada más llegar, recogimos el coche de alquiler que José Pablo había reservado previamente y nos pusimos en marcha. En España hubiéramos tardado bastante más en recorrer esa distancia, que equivale más o menos a ir de Madrid a Granada, pero en las Autobahn (autovías) alemanas no hay límite de velocidad, por lo que hicimos el trayecto en poco más de tres horas. ¡Había que redimir el tiempo! Después de todo, solo íbamos a estar en Wittenberg un día.
Visitar la Ciudad de Lutero, cuna de la Reforma protestante, supone adentrarse física y emocionalmente en el kilómetro más determinante de la historia del Protestantismo. Sí, ¡apenas un kilómetro! Esa es la distancia exacta que va desde la Iglesia de Todos los Santos --también conocida como Schlosskirche (“Iglesia del Castillo”), en cuya puerta el 31 de octubre de 1517 Lutero clavaba sus famosas 95 tesis-- hasta la Lutherhaus (“Casa de Lutero”), donde el exmonje agustino viviría con su esposa Katharina Von Bora y sus seis hijos durante 21 años, tras cerrarse el convento y hasta su muerte en 1546.
José Pablo Sánchez, mi compañero de viaje, fotografiando la famosa puerta de la SchlossKirche ("Iglesia del Castillo"), donde Lutero clavó las 95 tesis / Foto: J. Fernández
Un kilómetro, nada más --que puede recorrerse en 12 minutos a pie--, cargado de historia, de sitios emblemáticos y de rincones llenos de misterios y jugosas anécdotas. Imposible verlo todo en un día, pero era el tiempo que teníamos y, gracias a Dios, lo aprovechamos bien.
Llegamos al casco histórico de la ciudad por su extremo occidental a través de la calle Dessauer, que discurre a pocos metros de distancia del margen septentrional del río Elba. Nada más aparcar, divisamos entre las copas de los árboles la torre de la citada Schlosskirche.
Ponemos nuestro pie en la ciudad con tan buena fortuna y bendición, que llegamos justo a tiempo para asistir al único culto en inglés que, en esta época del año, se celebra los sábados, de 5:00 a 6:00 pm. Esa tarde el servicio religioso está dedicado a la memoria de Lutero y la encargada de oficiarlo es la Rev. Diana Seaman, de la Trinity Lutheran Church Crestline, de Ohio (EEUU).
La Rev. Diana Seaman, de la Trinity Lutheran Church Crestline, de Ohio (EEUU), presidiendo el servicio religioso. / Foto: J. Fernández
Ni José Pablo, ni un servidor, estamos acostumbrados a la liturgia luterana (¡y menos en inglés!), pero ambos nos estremecemos de emoción cuando aquel antiguo órgano de tubos ejecuta los primeros e inconfundibles acordes de “A Mighty Fortress Is Our God” (“Castillo Fuerte es nuestro Dios”), el célebre himno compuesto por Lutero, que alguien ha descrito como “La Marsellesa” de la Reforma Protestante [1].
/ A mighty fortress is our God, A sword and shield victorious; He breakes the cruel oppressor’s rod And wins salvation glorious / |
(Castillo fuerte es nuestro Dios, |
¡Por un momento creo que me voy a quedar sin voz!
Salimos de aquel histórico templo con la emoción aún a flor de piel. Afuera el sol cae lentamente sobre la ciudad, pintando sus edificios y sus calles empedradas con el dorado brillo de los últimos rayos de la tarde. Con esa luz crepuscular apuramos las últimas fotografías de la emblemática puerta de la Iglesia donde, cinco siglos atrás, 95 trozos de frágil y rústico papel hicieron temblar los cimientos del Imperio más poderoso de la tierra. Entonces, la puerta era de madera, pero en 1760 aquella puerta original fue destruida durante un bombardeo y posteriormente fue reemplazada por la que puede verse hoy, que es de bronce y en cuya superficie aparecen grabadas las 95 tesis en latín.
La MarktPlatz ("Plaza del Mercado"). En el centro de la imagen los monumentos a Melanchthon (izq) y Lutero (der). A sus espaldas, el antiguo Ayuntamiento. Al fondo a la izquierda puede verse la torre de la Iglesia del Castillo. / Foto: J. Fernández
Casi sin darnos cuenta se nos hace de noche. Son las ocho de la tarde y los restaurantes empiezan a llenarse ya de gente por lo que, siguiendo el sabio consejo de “donde fueres, haz lo que vieres”, buscamos un lugar donde cenar. José Pablo, hombre previsor donde los haya, tiene una recomendación. Se trata de un lugar especial --el restaurante del hotel Brauhaus, situado justo enfrente de la MarktPlatz (“Plaza del Mercado”) donde, de espaldas al antiguo Ayuntamiento, se levantan los monumentos de los dos grandes reformadores, Martin Lutero y Philipp Melanchton.
Cuentan que en ese restaurante (antigua taberna), en una especie de cueva que aún se conserva y está abierta al público, Lutero y Melanchton solían quedar a comer y a beber cerveza con sus amigos, como buenos alemanes.
El restaurante Brauhaus se levanta sobre la antigua taberna que frecuentaban los reformadores Lutero y Melancthon. / Foto: J. Fernández
Allí concluimos nuestra primera tarde en Wittenberg y regresamos al hotel. Hay que descansar bien, que el viaje ha sido largo y mañana Domingo --Día del Señor—toca madrugar. Nos queda solo una mañana para todo lo que aún queremos ver, y no hay tiempo que perder…
(Continuará…)
Autor: Jorge Fernández
Puede leer la segunda parte de esta crónica sobre la reciente visita del autor a Wittenberg, pinchando aquí.
[1] Heinrich Heine, destacado poeta y ensayista alemán del siglo XIX, describió este himno como la Marsellesa de la Reforma Protestante.
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