SIN ÁNIMO DE OFENDER / por Jorge Fernández
(JORGE FERNÁNDEZ, 18/03/2016) | Confieso que estoy bastante cansado ya, de escuchar que "no podemos acoger a todos los refugiados que vengan", o que "en España ya tenemos mucho paro…", o que "lo ideal sería parar la guerra y reconstruir el país para que los sirios puedan quedarse en sus casas".
Con todo respeto, pero a mi esto me suena a, como si una hija, o una hermana nuestra, nos golpeara la puerta a medianoche con desesperación porque la persigue un violador, y nos pusiéramos a sermonearla por la mirilla, sin franquearle la entrada, por haber regresado a esas horas, o por haberse olvidado las llaves. ¿Qué clase de padre o hermano haría eso? ¡Abres la puerta y después arreglas el mundo!, ¿no es así?
Comprendería, en todo caso, este tipo de argumentos en Alemania, donde ya se han acogido ás de 1 millón de refugiados; en Turquía (2,5 millones); o en Grecia, donde la situación es desbordante. Pero me indigna escuchar esas excusas desde cualquier otro de los 28 pases de la UE, entre ellos España, donde el Estado español ha concedido asilo nada más que a 18 refugiados, de los cuales tan solo 1 es de origen sirio.
Llevo días con las palabras de Martin Luther King resonando en mi cabeza: "No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos". |
Me subleva el discurso hipócrita de algunos de nuestros Jefes de Estado europeos, como el del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, confundiendo deliberadamente la condición de "refugiados", con la de "inmigrantes económicos" y, me escandaliza, igual que a otros muchos conciudadanos (pocos en proporción, lamentablemente), el vergonzoso pacto cómplice y pseudolegal para deportar masiva-individualmente a los refugiados a Turquía. ("Solo las pseudodemocracias aprueban pseudolegalidades", me digo).
Llevo días con las palabras de Martin Luther King resonando en mi cabeza: "No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos".
Pero esta semana no todo han sido malas noticias. La información nos trajo una muy buena noticia del otro lado del charco, concretamente de Canadá. Una noticia que me sonó a música y que, curiosamente, apenas tuvo eco y no ocupó portadas en los grandes medios europeos (¿Por qué será?). La noticia informaba de que Canadá había completado con éxito y en un tiempo record de tres meses, su plan de acogida a 25.000 refugiados sirios. ¡Sí, leyó bien, no es una errata! ¡Veinticinco mil refugiados!
Esta es la historia… >>>>
Mohamed Faher el Din, un sirio de 27 años que huyó de su país al ser llamado a filas hace tres años, aterrizaba en Canadá el pasado mes de mayo de 2015. Un oficial del aeropuerto de Toronto lo recibió con una sonrisa y la mano extendida. El refugiado, que había vivido 14 meses en Líbano, rompió a llorar. “Por primera vez en mucho tiempo me sentí seguro”, explica por teléfono desde Toronto. Faher fue uno de los sirios que Canadá acogía por entonces con cuentagotas. Todas las restricciones se relajaron en diciembre de la mano de Justin Trudeau, primer ministro del país desde enero de este año 2016.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, recibe en el aeropuerto a una familia de refugiados sirios / Foto: El País
“Bienvenidos. Ya estáis a salvo en casa”, fueron en diciembre las calurosas palabras de Trudeau a los primeros 163 refugiados de los 25.000 que en campaña prometió recibir. El primer vuelo estaba compuesto principalmente por sirios avalados por patrocinadores privados, en una iniciativa civil de acogidas que data de los años setenta; otros son avalados por las autoridades. A mediados de febrero ya habían llegado 18.346 en decenas de aviones del programa RefugeesWelcome (Bienvenidos, refugiados).
Mientras el continente europeo sigue inmerso en una crisis política para decidir cómo gestiona la oleada, al otro lado del Atlántico el Gobierno de Canadá comprometió 678 millones de euros en seis años para reubicar e integrar a la cuota de 25.000 refugiados que previó recibir antes de concluir el mes de marzo, y que esta semana ha completado, puntualmente, en una exhibición de buenas prácticas de Gobierno y de una gestión humanitaria eficaz, impecable y ejemplar para Europa y para el mundo.
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Mi primera reacción fue de interés por saber quién era ese joven político canadiense que, de pronto, emerge como un árbol verde en medio de el desértico paisaje del liderazgo político mundial. Un líder político que cumple puntual y ejemplarmente una difícil promesa electoral, a pocos meses de asumir su mandato como primer ministro.
Pero luego, me quedé pensando en esos millones de ciudadanos canadienses que le votaron, con esa promesa en su programa, dándole su confianza y apoyo mayoritario.
Entonces me pregunté, ¿qué clase de votante, es el ciudadano canadiense?
Y eso me llevó a preguntarme… ¿qué clase de ciudadanos somos los europeos?
Hoy se habla mucho de la necesidad de volver a "nuestras raíces europeas", a "nuestros valores"... pero, ¿cuáles son esas raíces? ¿Cuáles son nuestras creencias? ¿Cuáles nuestros valores? ¿Serán creencias correctas? ¿Serán valores tan sólidos? ¿Serán raíces tan fuertes, si los primeros vientos de una tormenta nos dejan en medio de este desierto ético y moral?
Ahí lo dejo... de momento.
Autor: Jorge Fernández
© 2016. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA.Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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