SILBO APACIBLE / por GUILLEM CORREA
Identidad II (La nuestra...)
GUILLEM CORREA, 21/12/2015 | ¿Cuál es nuestra identidad como protestantes a principios del Siglo XXI en la vieja Europa? ¿Cuál es la identidad protestante cuando pronto hará 500 años del inicio de la Reforma Protestante?
Estas dos preguntas piden una serena, reposada y amplia reflexión que, si queremos que sea lo que debe ser, tiene que ser, necesariamente, una reflexión ampliamente compartida.
Con todo, creo que antes de preguntarnos sobre nuestra identidad debemos preguntarnos si queremos tener identidad.
Los libros nos cuentan que antes la identidad estaba relacionada a una lengua, a un territorio y a una religión.
Hace tiempo que las cosas han cambiado y las identidades se encuentran en una serie de parámetros que nos ayudan a explicarnos quiénes somos de una manera diferente.
Pero ante estos signos identitarios nos encontramos con una serie de problemas en sentido contrario de los que quisiera hacer una muy breve referencia:
El problema de la indefinición:
La búsqueda de las identidades se enfrenta con un mito o leyenda urbana que nos quiere hacer creer que la indefinición nos prefigura una identidad diferenciada cuando, en realidad, la indefinición es uno de los signos más visibles de la falta de identidad o de la falta de honestidad, porque demasiado a menudo la falta de indefinición en realidad lo que está haciendo es servir de escondite para una agenda oculta.
El problema de una generación sin paternidad:
Una segunda observación nos lleva a constatar, como dice un buen amigo mío, que cada vez hay más gente que se apunta a vivir sin reconocer la paternidad recibida. Es, por decirlo de manera tristemente divertida, aquellos que se reclaman de padre desconocido. Como no tengo linaje, me explico lo que quiero decir de mí mismo y lo presento como si fuera verdad. Mi pasado no existe, vienen a decir, y escojo la parte que más me gusta.
El problema de una identidad desconectada:
Una tercera observación nos muestra quién quiere encontrar su identidad en el reduccionismo de su propio esencialismo. "Sólo yo y los míos", sería un buen resumen de esta manera de pensar. El buscar la propia identidad por negación del otro nos lleva a una superioridad moral que no sólo nos puede aislar del mundo y su realidad, sino que puede llevarnos a construir un mundo paralelo y creérnoslo.
La mejor manera de reafirmar nuestra identidad, o de encontrarla, no vendrá por el camino de empequeñecernos, sino por el camino de perder el miedo a definirnos.
Definirse, y tomar conciencia de nuestra definición, es la puerta que necesariamente tenemos que traspasar para contestar las dos preguntas iniciales.
Nosotros o cualquier otro colectivo al que no le dé miedo definirse.
Autor: Guillem Correa Caballé
© 2015. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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