SILBO APACIBLE / por GUILLEM CORREA
El pecado de la corrupción
GUILLEM CORREA, 17/10/2014 | Debemos tenerlo muy claro.
La corrupción es pecado.
Y debemos aprender a liberarnos de nuestros pecados.
A nivel de país el pecado de la corrupción es una realidad creciente.
Y, si queremos ser sinceros, debemos preguntarnos a nosotros mismos si estamos cayendo en este pecado.
Es muy fácil ocuparse del pecado de los demás y de la corrupción de los demás. Aunque es más fácil sumarse a la crítica que se hace desde la plaza pública.
La pregunta que debemos formularnos, una y otra vez, es la de Jesús: Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y el texto bíblico añade que todos los presentes, empezando por los de mayor edad, comenzaron a desfilar de la presencia de Jesús.
Naturalmente que necesitamos leyes contra la corrupción. Hay gente que sólo entiende el lenguaje de la ley. Pero por encima de la ley nos hace falta un comportamiento social de honestidad. El relativismo moral es la raíz de la corrupción.
A cuántos de nosotros nos han hecho callar, cuando le hemos pedido a un compañero o a una compañera de trabajo que no robe, con la frase: ¿Lo pagas tú?, mientras el resto de compañeros o de compañeras se hacían los distraídos.
Pues si a mucha gente le resulta aceptable robar a la empresa, que le paga el sueldo a final de mes, casi a los mismos les parecerá también razonable robar o corromper a los demás.
Porque la corrupción, además de ser un pecado, es un robo. Lo que me preocupa es que, puesto que la corrupción o la corruptela ha entrado a formar parte de nuestra normalidad cotidiana, incluso haya aspectos que escapen a nuestros propios ojos.
Por esta razón debemos estar vigilantes.
Empezando por nosotros mismos.
No dando lecciones a los demás. Y esforzándonos por no hacernos los distraídos cuando alguien pone en evidencia un robo, una corrupción.
La mejor ley contra la corrupción es la censura moral de una sociedad honesta que rechaza la corrupción y los corruptores.
Autor: Guillem Correa
© 2014. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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