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EN PERSPECTIVA

Un barniz deteriorado

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Juan Manuel Quero Moreno

(JUAN MANUEL QUERO, 16/07/2013) | Cuando abría hoy mi ordenador, el buscador de Google me recordaba que hoy era el 407 aniversario del nacimiento de Rembrandt. En ese momento vino a mi mente su cuadro más famoso, aunque paradójicamente, sea el que marca el inicio de la decadencia del pintor holandés, que terminó en bancarrota. Me refiero al óleo barroco de 1642, Ronda de Noche, el cual inspiró en el Siglo de Oro a muchos otros pintores, y cuyos personajes se pueden ver incluso representados en esculturas expuestas en la Plaza Rembrandt en Ámsterdan. Actualmente se exhibe en el Rijksmuseum de Ámsterdam, pinacoteca especializada en arte neerlandés.

Durante algunos años, me propuse, tanto como profesor, así como pastor, ilustrar mis clases y mis predicaciones mediante el arte, especialmente esculturas, pinturas y monumentos. El motivo era doble, manifestar las necesidades de nuestro mundo mostradas por este medio, y por otro lado fijar mejor los conceptos y verdades que explicaba. Efectivamente, una de las obras de arte que utilicé para ello, fue Ronda de Noche. Ya en mi época de estudiante en la Facultad de Historia, recuerdo que me sorprendió cómo se pudo cometer un error tan serio para describir esta pintura. Sería en el siglo XIX cuando este cuadro comenzó a conocerse como «Ronda de noche», pues en esta época estaba muy deteriorado. Su mala conservación hizo que el barniz que lo recubría estuviera muy oxidado y ennegrecido, dándole así un aspecto nocturno, donde incluso era difícil distinguir a los personajes. Fueron recortados sus márgenes, por estar dañados, eliminando así algunos aspectos, que se conocerían por las copias que se hicieron del mismo, en el siglo XVIII. Pero el cuadro barroco, estaba lleno de vida, tensión y luminosidad, ya que sería una escena de día, donde la penumbra permitía destacar los rayos de la luz que recaían en los personajes que Rembrandt quiso destacar. Esto se descubrió en su restauración en 1947.

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En mis predicaciones en la misma iglesia y en lugares públicos, utilicé estos comentarios para ilustrar la forma en la que la corrupción y el pecado oscurecen nuestras vidas, de manera que incluso se pierden algunos aspectos importantes de lo que somos, al igual que este cuadro perdió algunos de sus personajes. Lo cierto es que en estos últimos años, nuestra sociedad puede ser descrita por una especie de Ronda de Noche. El barniz que se ha cernido sobre nuestro tiempo ya es bastante oscuro, demasiado oscuro y tenebroso. La corrupción sigue oxidando la capa que recubre nuestro tiempo, pero la corrupción y la crisis que se cogen de la mano en nuestra actualidad, --como ya he comentado en artículos anteriores--, ya no tiene como único escaparate a un Bárcenas, o un grupo político, o a un gobierno determinado, sino que la corrupción y el pecado parece ya ser un barniz no tanto en los objetos o en los objetivos, sino en los mismos ojos con los que se miran las cosas. En este sentido la Biblia nos recuerda algo: Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; pro si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra será la oscuridad misma! (Mateo 6:22-23).

El mensaje bíblico nos lleva a una perspectiva que trasciende el problema económico, presentándonos algo más complicado. Quizás por esto no me sorprende, que sean tantos los frentes sociales abiertos en nuestros días, que tienen nombres muy concretos, y un denominador común, «corrupción», o lo que la Biblia llama «pecado». Como creyente creo que el Evangelio sigue dándonos la respuesta. La iglesia, tiene que seguir predicando a Cristo, su salvación sus principios, pues Él es el único que produce un cambio interior, suficiente como para poder restaurar el óleo que se oscureció, pero que comprende una escena de día, de bendición, de planes buenos, mejor que buenos, perfectos, que Dios tiene para este mundo. La restauración no pasa por eliminar a los personajes que no nos gusten en un momento dado o que no estén de moda, por algún motivo, como se hizo con el óleo, sino por dejar que el autor de nuestras vidas nos sane, y nos use para ello.

Al restaurar el óleo de Rembrandt se pudo ver que caían unos rayos de luz, que iluminaban a ciertos personajes, y el movimiento de los mismos se daba a la luz del día. Quizás, más que quitar el barniz de la corrupción para que veamos esa luz, primero tengan que caer esos rayos de luz, para que lo tenebroso de nuestras vidas se disipe. De otra forma pudiera ser que intentemos quitar la paja del ojo ajeno, cuando una viga pueda estar impidiendo la visión en los nuestros.

Hoy es tiempo de restauración. Nuestra actualidad requiere más que nunca la obra del Espíritu de Dios, poniendo orden, limpiando, y usando a una iglesia, renovada por la sencillez del Evangelio.

En mis predicaciones en la misma iglesia y en lugares públicos, utilicé estos comentarios para ilustrar la forma en la que la corrupción y el pecado oscurecen nuestras vidas, de manera que incluso se pierden algunos aspectos importantes de lo que somos, al igual que este cuadro perdió algunos de sus personajes. Lo cierto es que en estos últimos años, nuestra sociedad puede ser descrita por una especie de Ronda de Noche. El barniz que se ha cernido sobre nuestro tiempo ya es bastante oscuro, demasiado oscuro y tenebroso. La corrupción sigue oxidando la capa que recubre nuestro tiempo, pero la corrupción y la crisis que se cogen de la mano en nuestra actualidad, --como ya he comentado en artículos anteriores--, ya no tiene como único escaparate a un Bárcenas, o un grupo político, o a un gobierno determinado, sino que la corrupción y el pecado parece ya ser un barniz no tanto en los objetos o en los objetivos, sino en los mismos ojos con los que se miran las cosas. En este sentido la Biblia nos recuerda algo: Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra será la oscuridad misma! (Mateo 6:22-23).

El mensaje bíblico no lleva a una perspectiva que trasciende el problema económico, presentándonos algo más complicado. Quizás por esto no me sorprende, que sean tantos los frentes sociales abiertos en nuestros días, que tienen nombres muy concretos, y un denominador común, «corrupción», o lo que la Biblia llama «pecado». Como creyente creo que el Evangelio sigue dándonos la respuesta. La iglesia, tiene que seguir predicando a Cristo, su salvación sus principios, pues Él es el único que produce un cambio interior, suficiente como para poder restaurar el óleo que se oscureció, pero que comprende una escena de día, de bendición, de planes buenos, mejor que buenos, perfectos, que Dios tiene para este mundo. La restauración no pasa por eliminar a los personajes que no nos gusten en un momento dado o que no estén de moda, por algún motivo, cono se hizo con el óleo, sino por dejar que el autor de nuestras vidas nos sane, y use para ello.

Al restaurar el óleo de Rembrandt se pudo ver que caían unos rayos de luz, que iluminaban a ciertos personajes, y el movimiento de sus personajes se daba a la luz del día. Quizás, más que quitar el barniz de la corrupción para que veamos esa luz, primero tengan que caer esos rayos de luz, para que lo tenebroso de nuestras vidas se disipe. De otra forma pudiera ser que intentemos quitar la paja del ojo ajeno, cuando una viga pueda estar impidiendo la visión en los nuestros.

Hoy es tiempo de restauración, nuestra actualidad requiere más que nunca la obra del Espíritu de Dios, poniendo orden, limpiando, y usando a una iglesia, renovada por la sencillez del Evangelio.

Autor: Juan Manuel Quero

© 2013. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA

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