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JOAQUÍN CASADO AGUILERA (1313-1992)

Se cumplieron cien años del nacimiento de Joaquín Casado Aguilera, un “Quijote” de la causa del evangelio en España

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El pastor Joaquín Casado (derecha) dirigiendo un estudio bíblico | + ampliar

(Redacción, 23/05/2013) El pasado mes de abril se cumplió exactamente un siglo del nacimiento de Joaquín Casado Aguilera, maestro de escuela, pastor y evangelista que, con el apoyo de la Misión Evangélica Española, sirvió al Señor en tierras de "El Quijote" (Castilla La Mancha -Valdepeñas, Puertollano-), lo que supone toda  una metáfora de su vida y la de quienes, como él, pusieron los cimientos del cristianismo evangélico contra viento y marea, en la España del nacional-catolicismo, pagando por ello un alto precio.

Este bello relato, escrito por sus hijos en homenaje a su memoria, es una página de la historia del evangelio en España que ningún evangélico contemporáneo, nativo o extranjero, debería dejar de leer. Por ello lo publicamos de forma íntegra, pese a su extensión.

JOAQUÍN CASADO AGUILERA 1913 – 1992

Un recuerdo de sus hijos en el centenario de su nacimiento

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Joaquín y Josefa evangelizaron numerosos pueblos de Castilla La Mancha y, pese a las muchas adversidades que debieron enfrentar, su obra pastoral permanece y dejaron a sus cinco hijos un importante legado espiritual, cultural y humano

Nuestro padre nació en Guarromán (Jaén) el 20 de abril de 1913. Hijo de Andrés Casado y Margarita Aguilera. Cuando contaba ocho años de edad, su familia al completo se trasladó a Valdepeñas (C. Real), debido a la vinculación que estableció con Percy Buffard, el fundador de la Misión Evangélica Española. El primer contacto entre ambos se debió a una invitación de sus abuelos, ya creyentes, que tuvo lugar en el año 1918, cuando nuestro padre contaba solamente cinco años.

Tres años después, en 1921, se trasladaron a Valdepeñas debido a que las relaciones entre la familia y la Misión Evangélica Española se fueron estrechando. Para esa fecha, Miguel Aguilera, hermano de su madre, ya trabajaba como evangelista para dicha misión. Poco después, también su padre empezaría a colaborar con la misión como colportor. En uno de sus frecuentes viajes por aquellas carreteras prácticamente intransitables, llenas de clavos desprendidos de las herraduras y de excrementos de los animales de carga, Andrés se hizo unas heridas en las manos como consecuencia de una caída fortuita. La infección de las heridas terminó dejando huérfanos a Joaquín y a sus dos hermanos, Manuela y Andrés. Corría el año 1927.

Aunque la prueba fue dura, no consiguió separar a ningún miembro de la familia del seguimiento de Jesús ni del ejercicio de sus ministerios. El tío, Miguel Aguilera, siguió con su trabajo evangelístico y Margarita, nuestra abuela paterna, viuda ya, siguió colaborando con la misión prestando su ayuda en una especie de casa de curas y dispensario médico que pusieron en funcionamiento para dar una atención básica a quienes no podían costeárselo y atendiendo a los estudiantes del instituto bíblico, establecido por la misión. Desaparecido su padre, Joaquín se hizo inseparable de su tío Miguel, por quien siempre sintió un afecto y una admiración muy especiales, acompañándole con frecuencia en su ministerio evangelístico, ministerio en el que destacó notoriamente durante los años previos a la guerra civil.

MAESTRO DE ESCUELA

A la edad de 18 años terminó los estudios de magisterio. Dos años después empezó a ejercer como maestro interino en Porzuna (Ciudad Real). Poco más tarde, en 1935 obtuvo una plaza en propiedad de maestro nacional en la Escuela Nacional Mixta de Hornos de Segura (Jaén). Posteriormente, en 1943, fue trasladado a la Escuela Unitaria número 3 de Benejúzar (Alicante).

Tanto en la etapa de la República, como durante la contienda y aún los primeros años del régimen de Franco, nuestro padre gozó de una libertad total en cuanto a la enseñanza ética y religiosa de los niños. No los llevaba a misa, ni les enseñaba rezos, doctrinas o dogmas de la Iglesia Católico Romana, ni él tuvo necesidad de requisito adicional alguno al título de magisterio para ejercer. Como, por añadidura, no se significó políticamente, sus problemas con el régimen no comenzaron hasta que la dictadura publicó la Ley de Enseñanza Primaria de 1945. Dicha ley entregó la enseñanza de los niños españoles en manos de la Iglesia Católico Romana, llegando a tener ésta aún mayor poder y autoridad de los que tuvo durante la precedente época monárquica. Tanto es así, que hizo del maestro, y a través de él de la escuela, el principal medio de adoctrinamiento en la ideología del nacional-catolicismo. Poder y autoridad claramente visibles en los siguientes párrafos, pertenecientes al preámbulo y al artículo 57 de dicha ley.

"CON LA IGLESIA [CATÓLICA ROMANA] HEMOS TOPADO"

En el preámbulo, después de un repaso de corte histórico que abarca desde Quintiliano hasta algunos supuestos pedagogos católicos de la Edad Media, al exponer los motivos de la nueva ley, se dice textualmente que “La escuela española, en armonía con la tradición de sus  mejores tiempos, ha de ser ante todo católica. Por eso, La Ley no vacila en recoger, acaso como ninguna otra en el mundo, y en algunos momentos con literalidad manifiesta, los postulados que consignó Pío XI como normas del derecho educativo cristiano en su inmortal encíclica Divini illius Magistri. De conformidad con ellas y con los principios del Derecho Canónico vigente se reconoce a la Iglesia el derecho que de manera supereminente e independiente de toda potestad terrena, le corresponde para la educación por títulos de orden sobrenatural y la potestad que le compete…”.

Por su parte, el artículo 57 recoge los deberes del maestro de primaria, estableciendo en su apartado segundo el siguiente: “Cooperar con la familia, la Iglesia, las instituciones del Estado y las del Movimiento en la educación primaria. Con la familla, informándola periódicamente del aprovechamiento de sus hijos. Con la Iglesia, mediante el respeto filial a la misma, la conducción de los niños a la misa de la parroquia los días de precepto y una perfecta inteligencia con el Párroco que permita su eficaz acción apostólica en los escolares feligreses, y entre otros medios, visitar las Escuelas, tanto públicas como privadas, y explicar en ellas algún punto de doctrina cristiana. Con las corporaciones locales, a fin de que éstas, en un ambiente de comprensión y armonía, cumplan sus deberes para con la Escuela. Con el Frente de Juventudes y la Sección Femenina, prestando eficaz colaboración a la obra que estas instituciones realizan”. En el apartado tercero se añade: “Estimar su vocación como servicio debido a Dios y a la Patria” y en cuarto: “Prestar juramento de fiel servicio”.

EXCEDENCIA INVOLUNTARIA

Gracias a su testimonio personal, nuestro padre contó con la cobertura de algunas personas ilustradas que se alinearon con el régimen más por obligación que por devoción, entre las cuales se contaron algún religioso y un inspector de enseñanza primaria, que llegó a tenerle al corriente de las maquinaciones del régimen contra él. A pesar de ello, la situación terminó por hacerse del todo evidente, de modo que la dictadura, fiel a su decisión de hacer de los maestros de primaria la punta de lanza de la ideologización católica y fascista de los niños españoles, decidió abrirle un expediente para expulsarlo del cuerpo de maestros nacionales. Fue un inspector de enseñanza primaria, amigo suyo, quien le aconsejó que solicitara la excedencia antes de que le abrieran el expediente, con la esperanza de que a lo largo de los diez años a que tenía derecho, el régimen suavizase su ímpetu adoctrinador y ello le permitiera volver a ejercer su profesión. La excedencia le fue concedida el 22 de octubre de 1952, con efectividad del 31 de dicho mes. Pero para esa fecha ya llevaba cerca de tres años sin dar clases, gestionando suplencia tras suplencia.

"JOSEFA", COMPAÑERA EN EL AMOR, EN LA FE Y LOS PADECIMIENTOS

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El pastor Joaquín Casado, oficinado una boda en la Iglesia Evangélica de Puertollano en 1969

En 1948 se casó con Josefa Cámara Fernández y en 1950, una vez frustrado el intento de emigrar a Argentina junto con su madre y el resto de la familia, pasó a trabajar a tiempo completo para la Misión Evangélica Española. En 1952 ya les habían nacido los dos hijos mayores, David y Daniel, a los que se sumaron Joaquín, Margarita y Eunice.

Sacrificar su puesto de trabajo por no claudicar a las pretensiones del nacional-catolicismo significó una dura experiencia en todos los ámbitos de su vida, especialmente en el profesional, porque era un enamorado de la enseñanza, y en el económico. No le importó cuidar colmenas o hacer jabón en la fábrica de un hermano en Benejúzar, fábrica que se terminó cerrando debido a la difícil situación económica. Al final, la Misión Evangélica Española, interesada como estaba en contar con él, lo contrató. El salario acordado fue de 500 Pts mensuales, “siempre y cuando hubiera dinero para ello”, tal como se especificaba en la cuartilla manuscrita que hacía de contrato. Lamentablemente, este documento, que hemos llegado a ver, se extravió en el traslado de Valdepeñas a Puertollano, el año 1969. Para valorar el quebranto económico que le supuso ser fiel a su Señor Jesucristo, baste decir que el salario que empezó a percibir de la misión no llegaba al 50% del que percibía como maestro nacional, siendo así que el salario de estos era tal que dio lugar al conocido dicho “pasas más hambre que un maestro de escuela”.

La falta de regularidad en el pago de los salarios puso a nuestros padres en más de una situación difícil como, por ejemplo, la que se dio con ocasión del nacimiento de su hijo mayor. No sabían como iban a pagar a la comadrona porque no tenían, literalmente, ni cinco céntimos, pero ese mismo día experimentaron la Providencia divina de forma inolvidable: a primera hora de la mañana, llegó un giro de Inglaterra con el que pudieron pagar a la comadrona y realizar algunas compras, escasas desde luego, pero imprescindibles y suficientes para la ocasión.

MINISTERIO A TIEMPO COMPLETO

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Tras años de evangelizar pueblos en bicicleta, Joaquín pudo disponer de una moto, con la que visitaba regularmente pueblos como Cózar, Aldeahermosa de Montizón, Chiclana de Segura, Úbeda, Santisteban del Puerto, Villanueva del Arzobispo, etc

Los planes de Dios echaron por tierra los suyos, evidentemente, pero en 1950 renunció al desempeño de su profesión secular y se dedicó a la obra del Señor a tiempo completo y en cuerpo y alma. El objetivo de su vida a partir de ese momento fue cuidar el pueblo del Señor y  proclamar el evangelio, de forma esforzada y decidida.

La Misión Evangélica Española tenía por esas fechas una veintena de iglesias en las provincias de Ciudad Real y Jaén, de las que la iglesia de Valdepeñas ejercía como iglesia madre, ya que allí estaba fijado el domicilio de la misión y allí residían los misioneros ingleses que la dirigían. Escasa de personal como estaba, a nuestro padre le tocó hacer de secretario, tesorero, profesor de teología y pastor. Y todo ello con una escasez de recursos que impresiona. Aún tenemos grabada en nuestra mente la imagen de nuestro padre imprimiendo boletines e informes con las inefables multicopistas manuales de tambor, y antes que éstas, las de rodillo. También le recordamos perdiéndose calle arriba montado en la moto, con el atuendo propio de la época, para dirigirse a Cózar, Aldeahermosa de Montizón, Chiclana de Segura, Úbeda, Santisteban del Puerto, Villanueva del Arzobispo, etc., etc., etc.

Pero claro, estos recuerdos son ya de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Antes, siendo nosotros demasiado pequeños para recordarlo, hizo estos desplazamientos no en moto, sino en bicicleta. Casi cada fin de semana cogía su bicicleta en la madrugada del sábado, se subía en el tren con ella, iba hasta Vilches y, desde allí, a base de pedales, se dirigía primero a Chiclana de Segura y desde allí a Aldeahermosa de Montizón, donde celebraba sendos cultos. Oficiado el último, vuelta a dar pedales hasta Vilches para coger de vuelta el tren y llegar a Valdepeñas el lunes a primera hora. El recorrido, 130 Km. Pero 130 Km de carreteras que no eran tales, sino auténticos caminos de cabras, asfixiantes por el polvo en verano y auténticos barrizales en invierno, recorridos sobre una bicicleta inglesa, grandota y que, por pesada, parecía hecha con plomo en vez de hierro, característica que podemos atestiguar algunos de nosotros.

LA IGLESIA DE PUERTOLLANO

Cuando tenía unos 37 años, comenzaron estos viajes y 45, aproximadamente, cuando finalizaron. A partir de ahí llegó la moto y más tarde el automóvil, adquiridos con recursos de la misión, siendo estos tan escasos que durante un buen número de años estos medios fueron utilizados simultáneamente por más de un obrero y/o misionero. Finalmente, en 1969 dejó el pastorado de la iglesia de Valdepeñas y fue enviado a pastorear la iglesia hermana de Puertollano, motivo por el que estos viajes cesaron casi por completo. De todos modos, queremos dejar constancia que aún en automóvil los viajes requerían una entrega encomiable. Echarse a la carretera en pleno verano, recién comido, para recorrer las provincias de Ciudad Real y Jaén a primera hora de la tarde en un automóvil sin aire acondicionado, con asientos de plástico barato, y recorrer 140 km a la velocidad que permitían los vehículos y carreteras de hace cincuenta años y llegar sedientos y empapados de sudor, no era precisamente un viaje de placer.

Pastoreó la Iglesia Cristiana Evangélica de Puertollano desde 1969 a 1985, jubilándose a la edad de 72 años, cuando su cuerpo ya no daba para más, a pesar de que seguía manteniendo una lucidez total. Puso fin a sus 35 años de ministerio sin saber lo que es tener un día reglado de descanso semanal o unas vacaciones reglamentarias, no ya de un mes, sino de tan solo quince días.

Antes de jubilarse como pastor, a la edad de 69 años inició los trámites para solicitar la pensión estatal que pudiera corresponderle por los casi 18 años de servicio que había prestado como maestro. La respuesta inicial fue que no le correspondía pensión alguna, pues no había llegado a cotizar el mínimo de 20 años exigible según la normativa legal de la época en la que había ejercido. Decidió entonces iniciar los trámites para solicitar su reincorporación al servicio activo como maestro, lo que, en principio, no le correspondía por el hecho de que él había solicitado una excedencia “voluntaria” y había agotado sobradamente el plazo máximo de 10 años para volver a la docencia. Fue necesario alegar que la excedencia fue consecuencia de la represalia franquista por profesar la religión evangélica y por negarse a cumplir los deberes más arriba mencionados. El Estado terminó reconociendo que había sido represaliado por su fe y fue readmitido en el cuerpo de maestros en septiembre de 1982 y, acto seguido, solicitó su jubilación y pasó a disfrutar de la pensión que le correspondía según la legislación vigente. Para que el Estado reconociera que había sido represaliado bajo el régimen franquista por su fe en el Señor fue determinante un certificado firmado por el alcalde de Valdepeñas en el que hacía constar que era notorio y público para toda la ciudad que Joaquín Casado Aguilera era hombre de bien y que desde su infancia había profesado la religión evangélica, así como de otros personajes que lo conocían desde su época de estudiante, cuya amistad conservó a pesar no compartir la misma fe. Esta es, sin duda, una de las experiencias más claras en las que toda la familia ha visto la fidelidad del Señor y el cuidado que él tiene de todos los que le aman.

"LOS NIÑOS Y JÓVENES EVANGÉLICOS DEBEN ESTUDIAR"

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Joaquín y Josefa (centro) rodeados de sus hijos y nietos, en una foto familiar de 1985

Finalmente, queremos resaltar una firme convicción de nuestro padre del que nos hemos beneficiado y por el que le estamos sumamente agradecidos; a él y a nuestra madre, que compartió su parecer. Nos referimos a su profundo convencimiento de que los niños y jóvenes evangélicos debían estudiar y la decisión con que lo llevó a cabo. Tanto nuestra madre como él sufrieron privaciones económicas considerables al renunciar a los salarios que a partir de los catorce o quince años hubiéramos podido aportar a la maltrecha economía familiar. También aceptaron la separación de sus hijos, ya que dada las circunstancias de la España franquista, todos nosotros hicimos al menos nuestros bachilleratos en el Colegio Evangélico El Porvenir, de Madrid, retornando a casa sólo en las vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano. Nosotros y un buen número de niños de la Iglesia Cristiana Evangélica de Valdepeñas, diciendo mucho de su empeño y esfuerzo el que lograra convencer a un buen número de padres para que hicieran lo mismo con sus hijos. Baste decir a este respecto que en el Colegio Evangélico El Porvenir, en la década de los sesenta, llegó a haber tantos niños de Valdepeñas como de toda Andalucía o Extremadura, las regiones que por su vinculación con la Obra Fliedner más representación tenían. Pero, a fin de cuentas, no es lo único que tenemos que agradecerle.

El 23 de mayo de 1992 fue llamado a la presencia de su Señor y Salvador, a quien con tanto sacrificio personal, pero también con tanto gozo, sirvió desde su juventud. Y, añadimos de nuevo, con tanto esfuerzo, ya que su salud, rebosante hasta los 35 años, se vio minada a partir de esta edad por los esfuerzos y por una serie de errores médicos de consideración, uno de los cuales terminó por ocasionarle la muerte. Pero no queremos cerrar estas líneas sin dejar constancia de otras virtudes suyas que han contribuido a nuestra formación. Su integridad, amor y ejemplaridad nos acompañarán a lo largo de nuestras vidas.

Autores: Los hijos de Joaquín Casado Aguilera. | Editado por Actualidad Evangélica

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