BUEN FIN DE SEMANA
Foco
CRISTIAN FRANCO, 21/12/2012 | ¡Ay esas fotos fuera de foco! Estaban ahí, entre las tantas que mirábamos con mi abuela y mi madre días atrás, recordando historias, reviviendo momentos, extrañando personas... Rostros que se deducenpor el contexto y la memoria. Fondos que desplazan para siempre al protagonista debido al descuido del fotógrafo ocasional. Imágenes del tiempo previo a las cámaras digitales y sus pantallas LCD, artilugio que hoy en día posibilita comprobar si la fotografía ha quedado “bien”.
¡Ay estas Navidades fuera de foco! Están aquí, entre las tantas que nos avasallan al llegar este tiempo del año, reinventando ofertas, resignificando contenidos, extraviando ideas... Sentidos que se infieren por el recuerdo y la evocación. Sucedáneos que reemplazan al personaje principal debido a la mezcolanza de la época. Instantáneas del tiempo actual en donde a fuerza de vértigo y ansiedad, parecería que no hubiera tiempo para detener la marcha e intentar ver el cuadro completo.
Da la sensación que la Navidad se ha convertido en un día festivo más. Y no lo digo en tono negativo ni melancólico, sino meramente descriptivo. Es así. Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor para confirmarlo: que las compras, que los regalos, que las comidas, que los compromisos sociales, que las canciones, que los encuentros con los seres queridos (y no queridos), que las películas emotivas, que los atascamientos de tránsito en las grandes urbes, que los rituales religiosos… Esto y tanto más forma parte del folclore que perfila y a su vez representa nuestra forma de ser. Hechos culturales, ni buenos ni malos.
Sin embargo, ese menjunje tiene el potencial de tapar el asunto principal, logrando que perdamos el foco y pasemos por alto el por qué de la celebración (como sucede con otras efemérides que han devenido en excusas turísticas). Pero lejos de rasgarnos las vestiduras o refugiarnos en la nostalgia que supone que los tiempos pasados fueron mejores, me inquieta pensar en las razones por las que hemos llegado hasta aquí.
¿Será que el mercado tomó la fecha por asalto con una deliberada estrategia de conquista? ¿Será quela parafernalia de colores ganó la contienda tocando las fibras íntimas de la emoción? ¿Será que las ilusiones maltratadas del ayer resurgieron en una festividad amigable para los sentidos pero vaciada de contenido? ¿Será que una pluralidad mal comprendida hizo sus ajustes para que todos estuviéramos contentos?
No lo sé.
Lo que me resulta evidente es que nosotros, quienes nos consideramos cristianos, no hemos logrado aún que se entienda el objeto de la Navidad. Al menos en forma masiva. Y no es que se trate de una competencia por ver quién logra imponer su agenda, como a veces damos a entender con nuestra secuencia de acciones y eslóganes arrebatados, esos que solemos dar a último momento (o el día después). En verdad, es la tristeza de comprender que no hemos comunicado con claridad que la recordación del nacimiento de la persona más maravillosa que jamás haya habitado el planeta es la razón y el motivo principal del festejo.
Por eso, cuando llega esta fecha, me gustaría que todos –seamos quienes fuéremos y vengamos de donde viniéremos– nos podamos tomar unos instantes para pensar y preguntarnos por ese misterioso bebé nacido en el pesebre de un humilde establo de Belén. Y que más allá de todo el ropaje religioso que los de la fe y los de la fe en la no fe han querido imponerle a lo largo de la historia,nos dejemos sorprender por su llamativa humildad, su poderosa simpleza y su sorprendente cercanía.
Tal vez así, poniendo en foco al personaje principal, nos animemos a indagar más acerca de él, permitiendo que sus palabras y hechos permeen nuestra vida más allá de una celebración determinada.Ayudándonos a poner en foco lo que de veras vale en la vida.
Autor: Cristian Franco
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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