BUEN FIN DE SEMANA
Frustrados...
CRISTIAN FRANCO, 15/10/2012 | Muchas personas conviven con la frustración de no alcanzar lo que piensan que deberían lograr. Han leído, se les ha dicho y han escuchado incontables discursos, dinámicos oradores, cautivantes lecturas y ejemplares modelos que señalan lo considerablemente digno de llamarse “éxito”. Y el hecho de no poder llegar se traduce en un silencioso pero persistente sentimiento de frustración y desánimo.
¿Se aplicará esto a tu realidad?
A veces la frustración tiene su origen en la consideración de que determinadas verdades y ciertos principios son de aplicación universal. Es decir, para todos. Y ejemplos hay a montones. Como cuando se dice que todos podemos llegar a ser millonarios si nos lo proponemos. O cuando se enseña que cualquier persona puede convertirse en líder si aprende lo necesario para serlo. O que con mucho empeño se pueden ver cumplidos todos los sueños y objetivos. O que se pueden alcanzar resultados extraordinarios al poner en práctica claves adecuadas para ello. O que uno puede lograr que el universo obre a su favor si se conocen y ponen por obra una sumatoria de secretos especiales.
Seguramente podrás añadir tus propios ejemplos a este listado.
Cuando me refiero a esta temática hay quienes me malentienden y enseguida intentan ubicarme entre los que prefieren la mediocridad a la excelencia, o entre aquellos que no alientan un sano desarrollo personal para disfrutar una vida mejor. Y siempre debo aclarar que no es así. Que me interesa mucho prosperar en la vida. Que me parece encomiable todo esfuerzo que traiga beneficios individuales relacionados estrechamente con nuestro entorno cercano (familiares) y más amplio (comunidad, sociedad), así como con nuestro planeta. Por lo que no me gusta que me rotulen ni etiqueten como una persona “negativa”.
Me interesa hablar desde otro ángulo. Decir cosas que no suelen escucharse. Intentar mostrar otra forma de pensar y enfrentar la vida.
En cuanto a las temáticas enumeradas, el riesgo se encuentra en la generalización y el aislamiento de las pautas, presentándolas como si se trataran de fórmulas que funcionarán a la perfección. Pero lo que podría ser verdad en una especie de “laboratorio aséptico” no lo es tanto en la vida real. La experiencia confirma que no siempre resulta de ese modo…
El problema es que no suelen considerarse muchísimos factores que influyen directamente sobre la persona que intenta implementar esos principios: el entorno en donde vive, la situación familiar de la que es parte, los saberes previos y la educación (formal y no formal) recibida, los talentos y aptitudes, las propias limitaciones, las posibilidades que tiene a su alcance, la salud y los antecedentes médicos, y, para quienes son creyentes, la fe y las consideraciones que tenga sobre la voluntad divina para su vida.
Dicho esto, cuando leamos o escuchemos conceptos que se presentan como “transferibles” de una persona a otra –y me estoy refiriendo mayormente al auge de la literatura y las disertaciones sobre el éxito– tal vez deberíamos filtrarlos por el tamiz de nuestra propia realidad (y el plan que tengamos para nuestra vida). No para descreer ni descartar desde el vamos, sino para ponerle paños fríos al aceleramiento que podría generar en nosotros un entusiasmo precoz y para sopesar los alcances, las posibilidades y el costo que conllevaría la aplicación de tal o cual enseñanza.
De ese modo es probable que saquemos mejor provecho de la experiencia de quienes se presentan como modelos de éxito por los logros que hayan obtenido, evaluemos en qué medida se aplican o no los principios señalados y tengamos una mayor precaución a la hora de medir nuestra vida con los parámetros que nos resulten ajenos.
Es cierto. Muchas de las personas que se consideran frustradas… en realidad no lo son.
Autor: Cristian Franco
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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