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EL ASTRO BRASILEÑO CUENTA CÓMO DIOS CAMBIÓ SU VIDA

Rivaldo: "Soy evangélico y estoy en Angola porque Dios me mandó"

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El brillo de Ronaldinho y las heroicidades de Messi han eclipsado injustamente la memoria del que fuera una de las glorias deportivas más extraordinarias y más queridas por la afición culé en los últimos años. Campeón del Mundo y de América con Brasil, y Balón de Oro que, en el año 2000, ofreció a la afición del FC Barcelona, Vitor Borba Ferreira Gómez -más conocido como Rivaldo- se encuentra hoy de visita en la ciudad Condal, y concede una entrevista a El Periódico de Cataluña en la que explica el giro que ha tomado su vida en los últimos años después que "Dios le habló" y le salvó -según dice- de una muerte segura.

Hoy vive en Angola, para servir a Dios y al sufrido pueblo angoleño, que lucha por reconstruir el país tras años de guerra. El próximo 18 de octubre inaugurará en ese país africano el templo de una nueva Iglesia evangélica que él ha hecho construir "para ayudar a la gente más necesitada, igual que en Brasil", dice.

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He aquí la historia, contada por el periodista Marcos López:

(El Periódico / Marcos López, 13/10/2012) Muchas personas me han preguntado : «¿Qué haces tú en Angola? ¿Por qué te has ido allí con 40 años?». Además de jugar a fútbol –que adoro hacerlo, como lo sabe toda la gente de Barcelona–, me fui allí porque era también una oportunidad, y no solo futbolística, sino con un lado religioso. Soy evangélico, creo mucho en Dios, y tengo a una persona a mi lado, que se llama Víctor, que me da cobertura espiritual. Y me sucedió algo  verdaderamente muy extraño.

Mucho antes de ir a África, cuando estaba pensando incluso en retirarme del fútbol, recibí una llamada telefónica de Víctor: «Rivaldo, tú irás a Angola». Yo ni lo podía imaginar entonces, pero más de medio año después, cuando creía que se estaba acabando mi carrera, descolgué de nuevo el móvil. Era un empresario de Angola que me invitaba a jugar a fútbol allí. Pensé: «¿Angola?». En aquel momento no me lo podía creer. Era impensable, pero lo que me había dicho Víctor se había cumplido. ¿Cómo fue? No lo sé, ni siquiera ahora puedo saberlo. Pero sucedió. Creo que fue algo de Dios.

«Tengo un Mundial, he sido el mejor del mundo. Pero mi mejor trofeo es haber conocido a Dios y seguir su Evangelio»

Me siento feliz, pero no solo por jugar, sino porque cumplí el sueño de levantar en ese país una iglesia evangélica. Poco a poco. Compré los terrenos hace unos meses y estamos a punto de inaugurarla. Está casi acabada. Si no pasa nada, abriremos las puertas el día 18. Es nuestra manera de ayudar a mucha gente que lo necesita, ya que en Angola, como también ocurre en muchas zonas de Brasil, hay mucha pobreza.

Angola es un país que se está desarrollando muy bien tras la guerra. Ahora es totalmente diferente. He abierto un instituto de acción social, tanto en Brasil como en Angola, para intentar ayudar a los que más lo necesitan. Dios me dio tantas cosas en este mundo durante mi vida que ahora tengo que poner mi corazón, mi energía, mi fuerza para intentar devolver todo de alguna manera.

No creo que muchas personas tengan el coraje que tuve yo de irme a jugar a África. No paran de preguntarme: «¿Por qué? ¿Te has vuelto loco? ¿Qué ganas ahí?». Muchos decían que no aguantaría nada, que me iría pronto. Pero Dios me llamó para que fuese allí. No, no eligió a otra persona ni a otro jugador de fútbol.

Me escogió a mí porque sabía que yo sí lo soportaría. Es fácil vivir en Barcelona, Londres, Sao Paulo... Son ciudades maravillosas. Es fácil dar cariño y abrazar a personas perfumadas, guapas, ricas, pero no lo es a alguien que no puede bañarse ni comer. Esas personas no tienen la culpa de venir al mundo en esas circunstancias, y hablo también de las zonas pobres de Brasil o de otro país. Al final, es algo, tal vez, del destino. Yo mismo podría ser quien estuviese allí.

No nos vamos a llevar nada después de la muerte. A las 24 horas de morir, todos, pobres o ricos, seamos como seamos, acabamos igual. Por eso tenemos que ayudar a Dios, para tener esa vida eterna, porque el cuerpo no vale para nada. El corazón y el espíritu es lo que permanece. Es, por lo tanto, Dios quien está tocando mi corazón cada día para poder ayudar a todos ellos. Estoy hablando de Angola, pero vale para cualquier lugar.

«Aquel 19 de abril del 2004, Dios me dio una oportunidad, me salvó de la muerte, del accidente, de todo»

Aquí, tras la guerra, que duró tantos años, quedó mucha destrucción. Pero hay que felicitarlos por cómo están levantando el país, aunque todo

sea muy complicado. Mucha gente del interior se traslada a la capital en busca de una oportunidad.

Pero hay que aplaudirles por todo lo que están haciendo. Todo es complicado, hay mucha gente del interior que va a la capital en busca de una vida mejor. Nada es fácil. Yo, por ejemplo, tardo casi dos horas en recorrer 25 kilómetros para ir a entrenar.

Me levanto a las seis de la mañana porque empezamos a las ocho. Pero he podido descubrir África, jamás había estado allí, ni siquiera había jugado nunca contra un equipo africano. Pero Dios, como he dicho antes, me llevó hasta allí. Ha sido algo óptimo. Le he dado otro valor a la vida. Pido menos, no pierdo el tiempo en cosas absurdas. Antes, por un simple dolor de cabeza, ya te enfadabas. Pero aquí no paras de aprender cosas. Es una lección constante para mí. No me puedo quejar de nada. Al contrario.

Solo puede agradecer a Dios todo lo que tengo. África me ha tocado mucho. Es como si fuera otro Rivaldo. Soy feliz por haber ganado muchos títulos, por haber sido campeón del mundo, por haber jugado en el Barcelona, el Milan, el Deportivo, el Palmeiras, el Olympiakos, el Sao Paulo, el Corinthians. Fue un regalo de Dios, pero todo pasa en la vida.

El lado espiritual

Soy evangélico, me convertí, quiero seguir el camino de Dios. Ahora lo ves todo muy diferente, no tienes maldad, procuras fallar lo menos posible.

Mi pensamiento ya no está en el lado material, ahora pienso en el lado espiritual porque tenemos otra vida. Ahora mismo, soy una persona muy distinta, más feliz que antes.

¿Cuándo encontré el camino de Dios? Antes de cumplir 32 años, y tras salir del Cruzeiro, me quedé a vivir en Mogi Mirim. Fue entonces cuando empecé a escuchar voces, como si fuera el diablo, hablándome.

Me decía: «Vas a morir en un accidente de coche». Estuve 20 días con esas voces dentro de mí. No podía decirle a nadie lo que me estaba pasando, ni siquiera a Eliza, mi esposa. Cada vez me daba más miedo coger el coche. Un día, salí de Mogi Mirim rumbo a Sâo Paulo y acabé pasando por Curitiba, por lo que llaman la carretera de la muerte por lo peligrosa que es. No paraba de escuchar esas voces. «Vas a morir en un  accidente de coche. Vas a morir». Y, de pronto, escuché otra voz que decía: «Si tú crees en mí, no morirás. ¡Cree en mí!». Era la voz de Dios. Así estuve 20 días, hasta el 19 de abril del 2004, fecha de mi aniversario.

La charla con Eliza

Estaba en Mogi Mirim, fui a Sâo Paulo a pasar la mañana con mis hijos y por la tarde pasé a buscar a Eliza. Ella ya era evangélica, yo no. Era católico, pero no practicante, no de ir a la iglesia, no de leer la Biblia. Mi esposa siempre me hablaba de eso, pero no le hacía caso. Hasta ese día. De vuelta a casa, pasé mucho miedo conduciendo y cuando subí al ascensor me puse a llorar.

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Rivado junto a su esposa y su mentor espiritual -Víctor- junto al cartel de la Iglesia Evangélica que pronto inaugurará

Lloré como un niño, mucho más incluso que el día en que murió mi padre. Entonces, ella recitó una oración conmigo, me dijo que siguiera el camino de Dios y leyó un versículo de la Biblia. Jamás volví a escuchar esas voces. Nunca más. Lo cuento porque pasé los 20 peores días de mi vida.

Desde entonces, soy otro. Respeto todas las religiones, pero solo puedo explicar lo que viví yo. No todos tienen la oportunidad que yo tuve de que Dios hablara conmigo.

Muchas personas mueren sin conocer a Dios. Muchos piensan en beber, en fiestas, en mujeres... Pero eso es solo el placer de acá. No lo condeno. Ya lo pasé.

Dios tuvo misericordia de mí y me libró. No tengo necesidad de ese placer, soy feliz con mi familia, con mi iglesia. Solo puedo ayudar a que todos conozcan el Dios que yo conocí, porque cambiará su vida al cien por cien, como cambió la mía.

Me hace feliz saber que las personas dicen que me ven diferente de como era, por ejemplo, en el Barcelona.

Si ellos tuviesen esa posibilidad, verían que esta vida pasa y que yo estoy preocupado por la otra vida. Vi cosas, las vi, no me las han contado, de personas que estaban enfermas y se sanaron. Las vi yo. Dios existe de verdad, no quiero ir al infierno, solo seguir su camino. Ahora es como si tuviera ocho años de vida. Desde el 2004, soy una persona nueva. Le agradezco que me diera la oportunidad de tener una vida buena en la tierra y otra mejor que esta. Se lo agradezco a Dios doblemente.

Hablo desde el corazón. Tengo un Mundial, he sido el mejor del mundo, pero el mejor trofeo es haber conocido a Dios y seguir su Evangelio. Eso cambió mi vida, ese es el mayor regalo. Aquel 19 de abril del 2004, Dios me dio la oportunidad, me salvó de la muerte, del accidente, de todo... Fue mi mejor trofeo.

EL ASTRO ECLIPSADO |

Joan Domènech, Barcelona

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La sonrisa de Ronaldinho y las cotidianas gestas de Leo Messi han sometido a un prematuro (e injusto) entierro el recuerdo del astro del fútbol que despidió el siglo pasado y, con él, al antiguo Barça. Un jugador que surgió del mismo barrio, dotado con una carga similar de talento para el fútbol. Rivaldo es una referencia perdida, olvidada, para la última generación de culés que empezaban a abrir la boca cuando brillaban los dientes de Ronaldinho y que no la han cerrado viendo las diarias heroicidades de Messi.

Pero Vitor Borba Ferreira Gómez (Paulista, Brasil, 19 de abril de 1972) fue uno de los grandes. Como Ronaldinho y como Messi. Ganó también un Balón de Oro (1999) y el FIFA World Player (1999). Fue campeón del mundo (2002) y de América (1999) con la selección brasileña, de la Champions League con el Milan (2003) y de nueve Ligas en cuatro países distintos, desde Brasil (Palmeiras, 1994 y 1995) hasta Uzbekistán (2009), antes de desviar el camino que le guiaba a la portería hacia el altar.

Rivaldo marcó una época, como la han marcado Ronaldinho y Messi a su manera y en la dimensión que han sabido. No se explicarían las dos Ligas de Louis van Gaal (1998 y 1999), ni la Copa (1998), ni la Supercopa de Europa (1999) sin los 130 goles en 235 partidos que anotó el diez de aquella época, aunque comenzara llevando el 11.

Tripletes contra desastres

Llegó precisamente para ser el referente y a toda prisa, con el cierre del mercado de fichajes de 1997. Cuatro meses antes, el Barça había perdido a Ronaldo. El club compró por 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros) a Sonny Anderson, otro brasileño, pero pronto se vio que no marcaría los goles suficientes, y Josep Lluís Núñez tuvo que firmar otro talón de 4.000 millones de pesetas (24 millones de euros) para llevarse a Rivaldo de A Coruña. Su desgracia fue que no obtuvo rédito de las mayores gestas que protagonizó, suficientes para ser eternamente recordado pero que solo sirvieron para evitar desastres.

Antes de que Messi humillara a todos los goleadores del planeta la temporada pasada (siete tripletes, dos póqueres y un repóquer), Rivaldo anotó en una temporada un triplete en San Siro ante el Milan (3-3), otro en el Bernabéu (2-2, porque el último gol del Barça fue injustamente anulado por Losantos Omar) y el tercero en el Camp Nou.

Pelea con Van Gaal

Este último sirvió para derrotar al Valencia (3-2) y evitar el sonrojo que se habría producido si, por primera vez, el Barça no se hubiera clasificado para una competición europea. Hubo quien elogió la asistencia de Frank de Boer por el balón bombeado que Rivaldo controló y elevó con el pecho y la chilena que conectó de espaldas a la portería de Cañizares desde el borde del área.

Por entonces (2000-2001), Rivaldo ya estaba marcado por el enfrentamiento que tuvo con Van Gaal justo el año anterior, cuando se negó a seguir jugando de extremo tras lograr el Balón de Oro.

Continuó en la banda, muy a su pesar, mientras el Barça iniciaba el declive hacia la oscuridad. En el inicio de su última temporada, se negó a iniciar los entrenamientos reclamando un aumento de sueldo pactado que Joan Gaspart no había satisfecho.

Cuando acabó la Liga, se marchó al saber que Van Gaal volvía al banquillo.

Rivaldo fichó por el Milan, en una salida que mantenía su estatus de estrella, sobre todo tras conquistar el Mundial del 2002 con Ronaldo y Ronaldinho. Dos años grises

en Italia lo condujeron al sur, a Grecia. De ahí a Uzbekistán y, tras una breve escala en Brasil, de nuevo hacia abajo, a Angola, donde encontró otro camino. De la portería se dirigió a la iglesia.

>> Para descargar la nota en la versión impresa de El Periódico, pinchar AQUÍ

Fuente: El Periódico de Cataluña / Marcos López / Edición: Actualidad Evangélica

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