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BUEN FIN DE SEMANA

BURBULER

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cristian-125CRISTIAN FRANCO, 28/09/2012 |

“Me puse luego a considerar mis propias obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y me di cuenta de que todo era vana ilusión, un querer atrapar el viento” (Eclesiastés 2.11)

-“¡Por qué no prestas más atención!” –exclamó con tono airado– “¡Acabas de echar a perder lo que me costó tanto esfuerzo diseñar!”, sentenció. Y entonces, como quien no espera recibir una respuesta a sabiendas de la imposibilidad del otro de operar una reparación, dio media vuelta y arrastró el paso hacia su casa, mascullando improperios hacia sí mismo más que contra el infortunado que se cruzó por su camino.

Claro. Ocurre que fuera de manera accidental o premeditada, todos los días sucedía lo mismo en algún sitio de Burbuler, ciudad cuyos habitantes dominaban el arte ancestral de crear cuerpos esféricos de transparencia brillante.

En los anales de la historia burbuleana se hallan inscritas algunas de las mayores proezas de antaño. Entre otras, el día en que el gran inventor Gluboler Burbajen desarrolló una nueva técnica para extender la vida útil de las pequeñas esferas. De hecho, a él se le atribuye la autoría de al menos once obras de referencia que se encuentran en la Real Biblioteca Burbuleana bajo el nombre de Encyclopaedia Burbulae Maior.

Un capítulo de su vida que suele ignorarse en forma deliberada es aquel cuando asumió como regidor de Burbuler, durante la última etapa de su existencia terrenal. Fue entonces que – un poco por madurez y otro tanto por conmoción al comprobar el rumbo errático que había tomado su pueblo – escribió lo que algunos historiadores han denominado como “Las Tres Leyes de Burbajen”:

1.- Toda burbuja debe ser diseñada sólo con propósitos utilitarios, a lo sumo de ocio.

2.- Las burbujas podrán circular libremente mientras no perjudiquen la armonía social.

3.- En tanto se trata de un objeto inanimado, una burbuja jamás deberá ocupar sitiales de importancia ni podrá concedérsele cartas de ciudadanía.

Pero al transcurrir los quinquenios y decenios, aquellas leyes habían quedado en el olvido junto a su autor, de quien sólo se hacía memoria en la Bublerfest durante la suelta oficial de cuerpos esféricos de transparencia brillante.

Eso explica por qué algunos burbuleanos se pasaban la vida construyendo esferas gigantes en torno a sus casas, reduciendo al mínimo las relaciones interpersonales. Allí se encuentra la razón por la que otros gastaban compulsivamente sus bienes para adquirir glóbulos cada vez más grandes y llamativos, en una carrera por demostrar y demostrarse su valía personal.

Es por eso, entonces, que los políticos de Burbuler eran expertos en la dialéctica burbuleana y se perpetuaban en el poder a fuerza del insistir en un populismo que rezaba: -“¡Burbujas, más burbujas para el pueblo!” Ahora entiendo por qué la banca burbuleana alcanzó niveles históricos de ganancias, superando todo lo previsto gracias a un atractivo pero ilusorio esquema que prometía pagar rentabilidades increíbles a cambio de la inversión de burbujas. ¡Y qué burbujas podían obtenerse a cambio!

Por entonces, proliferaron los chamanes locales y foráneos que enseñaban nuevas técnicas en el dominio de las burbujas. Los escaparates de las librerías de Burbuler estaban atiborrados de los títulos más variados: “Cinco Burbujas para ser Feliz”; “Descubra el Poder Secreto de la Burbuja”; “Uno, dos tres: ¡Burbuja!”, entre otros. ¡Y todos encabezaban el ranking de ventas de la editorial Bubble & Sons!

Al hurgar en los estudios e investigaciones que se han realizado acerca de Burbuler y su gente, se llega al momento en que no hay más registros ni referencias históricas. Como si el ocaso de la civilización burbuleana hubiera ocurrido de repente y nadie más supiera nada acerca de su existencia.

He leído casi todos los relatos que se han escrito al respecto, como un intento de completar la historia y explicar qué sucedió en realidad. Uno de ellos, titulado “Burbuler: ¿Mito o Verdad?”, dice en uno de sus párrafos: “…a fin de cuentas, la sociedad burbuleana sucumbió por obra de su propia mano: luego de años de vivir en sentido contrario a las olvidadas ‘Tres Leyes de Burbajen’ alcanzó un grado tal de dependencia de las burbujas que, de un día para el otro, su aparente felicidad, su pretendida prosperidad y sus relaciones artificiales explosionaron. De ahí el famoso dicho: ‘Burbujas son y burbujas serán; que no te ocurra lo de Burbuler’”.

Autor: Cristian Franco

© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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