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Cuando pegotes se cargan el deporte
(DANIEL BORES, 24/05/2012) Hay pegotes y pegotes. Los hay de pega y los hay que se pegan de verdad. Hay pegotes que manchan y otros que empañan. Hay pegotes de muchos colores. Hay expertos en pegotes porque los producen, como también hay expertos en pegotes porque los sufren. Y en este segundo grupo, pese a tontear a veces con el primero, está el Deporte. No sé por qué lo he escrito con mayúscula. Será que mi inconsciente tiene bastante claro lo importante que es esta palabra.
Hoy el deporte, como viene siendo costumbre, tiene un pegote. Bueno, más de uno. Pero del que hablo es de uno que creo que casi siempre es pegote, se pegue o no se pegue. Se llama política. Hoy se ha vuelto a meter el deporte como ingrediente en una de esas ensaladas incomibles, poco digestivas y agridulcemente agridulces.
¿Por qué esa retraída necesidad de mezclar las cosas? ¿Quién ha pedido a quién que nos haga un batido de política y fútbol?
Vamos a ver. Cuando dos equipos juegan al fútbol no están jugando a nada más. Los veintidós jugadores, junto con los que van de negro (o de verde a veces), juegan al fútbol. Los que intentan jugar a otras cosas son aquellos que no entienden de batidos. Veréis: si troceáis una manzana, un kiwi y una pera, lo batís todo y os lo bebéis, el resultado será sano y sabroso a partes iguales. Pero si también añadís un poquito de puré de verdura (que también es verde) se echa a perder todo. La manzana, el kiwi, la pera y el puré. Hoy alguien, un grupo de “alguienes” que se creen “alguien”, aunque más bien son como “aliens”, han hecho uno de los batidos más asquerosos que he probado en mi vida. Han mezclado a mi querido fútbol con su querida política.
Los unos y los otros. Los unos por tener la lengua tan larga y creer que pueden ir por la vida cerrando estadios a la antigua usanza (no les vendría mal revisar algunos fondos sur…). Los otros, por confundir un estadio con un mitin político y por no entender que, si una competición tiene un nombre que no te gusta y el trofeo te lo entrega un señor que no te agrada, lo más lógico es irte a otra competición que te guste más, cuyo trofeo te lo entregue un señor que sea de tu agrado. O si no, callarte.
Y al final lo importante de un partido ya no será el esfuerzo y la entrega de los jugadores, el nivel de concentración y de espectáculo, lo rápido que te lata el corazón por los colores de tu equipo o dar una alegría a esa afición que tanto te apoya. Lo importante acaba siendo el minuto anterior al comienzo del partido. Que si pitan, que si no pitan, que si esta bandera, que si esta otra…
Señoras y señores, niños y niñas, amantes del mundo del batido en general: no mezclen churras con merinas, aguas con aceites, Deporte y Política.
Quizá separados sepan de vicio. Pero juntos me sacan de quicio.
Autor: Daniel Bores García
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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