SIN ÁNIMO DE OFENDER
Whitney: ¿otra malograda niña prodigio?
(JORGE FERNÁNDEZ/ Madrid, 16/02/2012) La trágica muerte de la cantante Whitney Houston el pasado fin de semana, a los 48 años de edad, presuntamente intoxicada por mezcla letal de ansiolíticos y alcohol, ha causado un gran impacto a escala planetaria, con un gran eco en las redes sociales.
Como suele suceder en estos casos, el hecho de que la malograda fuera una persona que, supuestamente, lo tenía “todo” para ser feliz (belleza, talento, glamour, fama, dinero, incluso... ¡fe en Jesús!), añade un plus de dramatismo a la tragedia y aumenta el desasosiego de sus desolados fans.
En estos días se han ofrecido muchos detalles sobre el suceso y se han hecho muchas conjeturas acerca del estado de salud física, mental, emocional y espiritual de la cantante neojerseyana y sobre los motivos que arrastraron a la artista a hundirse en un mar de comportamientos autodestructivos que, finalmente, la llevaron a la muerte.
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Cissy Houston, la madre de Whitney |
Las coincidencias se producen en culpar a su marido Bobby Brown, por introducirla en el mundo de las drogas; las divergencias aparecen a la hora de valorar la autenticidad de su declarada fe cristiana.
Pero no he encontrado a muchos que observaran alguna posible responsabilidad a su entorno familiar, especialmente en su madre -la cantante de soul y gospel Cissy Houston-, casada dos veces, quien inició a Whitney a los 11 años de edad como vocalista en el coro de la Iglesia Bautista New Hope, de Newark, NJ, para luego llevarla a cantar consigo por las noches a un conocido club de Jazz donde su pequeña “Nippy” (así la llamaban a Whitney sus conocidos) fue descubierta por la industria de la música, siendo aún menor de edad.
Pienso en ello cuando escucho, esta misma semana, la denuncia de la tenista Arantxa Sánchez Vicario contra sus padres, a quienes ha acusado públicamente de haberla anulado desde niña como persona y arruinado económicamente.
UNA LARGA LISTA DE "JUGUETES ROTOS"
La lista de “niños prodigio” que han sufrido abusos (o desprotección negligente), bien por parte de sus padres, bien por parte de los engranajes y rodillos de “la industria” (ese “ogro devora talentos” en el que interactúan de forma cómplice productoras discográficas, televisivas, cinematográficas, agencias de modelos, federaciones deportivas, agentes, managers, oportunistas, consumidores, público y la sociedad en su conjunto), es muy larga y cuenta entre sus víctimas a niños de todos los países y de todas las épocas.
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En los sesenta, muchos españoles quedaron cautivados por Marisol o Joselito, dos niños prodigio que con el tiempo se convertirían en juguetes rotos.
Arantxa no es, con todo, la única tenista que ha padecido la obsesión paterna. El padre de las famosas hermanas Williams, Richard Williams, siempre tuvo la obsesión de tener hijos tenistas. Primero fracasó con Yetunde, Isha y Lindera, las hermanas mayores de Venus y Serena, pero con las dos menores no volvió a cometer el mismo error: cuando tenían cuatro y tres años, les puso una raqueta en la mano a cada una con el propósito firme de llevarlas hasta lo más alto del ránking mundial.
Detrás del carácter caprichoso y el comportamiento polémico y autodestructivo de Diego Armando Maradona también hay una historia de un niño prodigio que sufrió “explotación laboral infantil”. “Es un problema universal”, me digo, cuando observo las actitudes de algunos padres de los compañeros de mi pequeño hijo en la escuela de fútbol a la que asistimos. Pareciera que se les va la vida en cada buena jugada de sus hijos en los entrenamientos, ¡y se indignan hasta la ira si el entrenador sienta a sus potenciales ‘estrellas’ en el banquillo!
Estos días circula también, por las redes sociales, un banner con tres fotografías de Macaulay Culkin –el laureado intérprete de “Solo en casa” (“Home alone”)- que muestran el dramático deterioro físico que luce, por causa de las drogas.
La historia de Michael Jackson también responde a ese perfil y abunda en similitudes con la experiencia de Whitney Houston, desde el principio hasta su trágico final. De hecho, Joseph Jackson, padre de Michael y sus cuatro hermanos, marcó un antes y un después en la industria de la música cuando, en 1962, fundó “The Jackson five”, integrada por sus cinco hijos adolescentes... y también marcó un antes y un después en la infancia de ellos.
¿NIÑOS PREDICADORES?
Pero el deporte y la música no son los únicos ámbitos donde los “niños prodigio” son carne de cañón de los sueños, las obsesiones y las frustraciones de sus progenitores. Hace unos años circuló la noticia acerca de un niño predicador (ver vídeo), en el seno de una iglesia evangélica en Sudamérica. Su fama llegó a España a través de las redes sociales y el caso fue tratado con no poco morbo por algunas televisiones y medios españoles. Mi primera reacción fue, como la de muchos, de sonreír por la gracia y la simpatía del niño. Pero pronto me di cuenta de que el niño no estaba “jugando” a ser predicador, sino metiéndose en un papel que los adultos de su iglesia local le habían asignado. ¡Pobrecito!, pensé. ¡Le están robando la infancia y produciendo un “cortocircuito” en su desarrollo que podría llegar a causarle importantes desequilibrios en la formación de su personalidad! (¡Y ojalá me equivoque!).
"CORTOCIRCUITOS" EN EL DESARROLLO
Para el catedrático de la Universidad de Sevilla y ex presidente del Consejo Audiovisual de Andalucía, Manuel Ángel Vázquez Medel, los niños prodigio deben ser protegidos de exposiciones y responsabilidades prematuras ya que “los menores tienen derecho a madurar según su propia progresión biológica, física o psíquica y a descubrir las luces y las sombras de la vida por sí mismos sin ser cortocircuitados por incitaciones o ideas que simplemente no son adecuadas a su edad".
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Niño predicador. ¿Es esto bueno para un niño? |
Los psicólogos advierten sobre los peligros que se encierran para estos niños que pierden la infancia pasando a una rápida madurez sin una sólida base y construida en un mundo un tanto irreal, que se puede desplomar como un castillo de naipes cuando desaparece el talento.
LEYES DE PROTECCIÓN QUE NO SE CUMPLEN
Las legislaciones de la mayoría de los países, basadas en los principios enunciados en la Convención sobre los Derechos del Niño, establecen medidas de protección para evitar estos abusos de los menores, pero en muchos casos estas regulaciones no se cumplen.
“Los niños tienen derecho al descanso, el esparcimiento, el juego y las actividades recreativas”, reza uno de los principios de la Convención; y a ser protegidos “contra el trabajo infantil y contra la explotación económica en general”, subraya otro.
Además de legislación, es necesario que los padres seamos conscientes del daño irremediable que podemos producir a nuestros hijos si les robamos su infancia, poniendo sobre sus tiernos hombros el peso de la fama, del dinero y de la (vana)gloria... ¡Un peso demasiado grande incluso para un adulto maduro!
JESÚS, UN "NIÑO PRODIGIO" EN BUENAS MANOS
En la Biblia tenemos un ejemplo excelente de esto en la propia persona del Señor Jesús. El evangelio de San Lucas nos recuerda que, siendo un niño de apenas doce años, ciertos “doctores de la Ley” se quedaron muy impresionados por la precocidad y la sabiduría de aquel niño (Lc. 2:43-52).
Pero antes de que a alguno de ellos se le ocurriera insinuar “¡hay que hablar con Gamaliel, para que lo acepte cuanto antes en su escuela teológica!”... el niño volvió con sus padres, “y se estaba sujeto a ellos”, y no volvería a salir del hogar paterno hasta la edad adulta, para iniciar su ministerio.
“Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”, nos dice el evangelista (Lc. 2:52). Es decir, el niño –prodigio- se desarrollaba de forma integral, sin “cortocircuitos” en la formación de su carácter y personalidad.
Pienso en esos padres sencillos y sabios –José y María- a quienes Dios confió tan extraordinaria tarea, convencido de que sabrían proteger al niño de cualquier peligro o abuso, y que velarían porque el niño disfrutara de “una infancia normal”.
Siempre he atribuido a la “unción del Espíritu Santo” la victoria de Jesús contra Satanás en el desierto, y sigo creyendo que ese poder del Espíritu fue determinante. Pero hoy también creo, desde mi experiencia humana, familiar y pastoral que, buena parte de la fortaleza que permitió a Jesús rechazar “todos los reinos de la tierra y la (vana)gloria de ellos...” (Lc. 4:5-6), provenía de su sana humanidad, fruto de una infancia satisfecha y de un carácter equilibrado y maduro.
¡Cuántos dolores se evitarían muchos niños-prodigio ante las presiones y tentaciones de este mundo si sus padres fueran tan cuidadosos y responsables de proteger su niñez como lo fueron María y José!
Autor: Jorge Fernández
© 2012. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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