COSAS DE CASA
Edificando el futuro
(Manuel Sarrias, 23/09/2011) Hace unos meses apareció una Encuesta Nacional de Escolares promovida por la Fundación Adecco entre mil quinientos chicos y chicas de
No es ningún secreto la actual falta de formación bíblica, en general, y entre la gente más joven, en particular. Algunas respuestas a preguntas en materia religiosa que se han dado en algún examen han sido que el profeta Daniel fue el Rey León, que Jesús fue bautizado en Río de Janeiro, que la Santísima Trinidad son el Padre, el Hijo y una palomita que vive con ellos, que la soberbia es un apetito desordenado de comer y beber que se corrige practicando la lujuria, que Moisés y los israelitas se alimentaban en el desierto de patriarcas o que los cuatro evangelistas eran tres: San Pedro y San Pablo. Humor aparte (que siempre es recomendable), es de vital importancia inculcar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes las historias y enseñanzas de la Escritura, acompañados de los auténticos principios y valores cristianos aplicados a las vidas. Inculcar, enseñar, sembrar, pero sobre todo hablar con el ejemplo. La Biblia dice “Instruye al niño…”, pero también “sé ejemplo”. Ya un antiguo proverbio latino decía “las palabras convencen, los ejemplos arrastran”.
Hay que enseñar a nuestra gente la grandeza de vivir con sencillez y sentido. Orientando a nuestros adolescentes y jóvenes de cara a su futuro. (Salmo 37: 4, 5). Algunas ocupaciones pueden resultar muy apropiadas para vivir dignamente y servir a nuestro prójimo, lo que incluye algunas no altamente remuneradas económicamente (¿por qué no pastores/as, misioneros/as o algún otro ministerio cristiano?), pero cualquiera que sea la profesión u ocupación, tratar de ser unos buenos compañeros de la vida para las personas de su entorno.
Hay que hablar claramente del fracaso del éxito y el éxito del fracaso. Personajes como Elvis Presley, Marylin Monroe, Michael Jackson, Bernard Madoff, grandes dirigentes de multinacionales, de entidades financieras, gente famosa que aunque se mueve en un artificioso mundo de glamour, muchos de ellos cuando se sinceran declaran sentirse vacíos, con búsquedas interminables y estériles, carentes de un propósito central, con huidas continuas hacia delante, sin tener claro metas y objetivos trascendentes y con bastantes finales muy tristes que proclaman el fracaso personal y humano tras la falsa fachada externa del éxito. Tenía razón Einstein cuando dijo aquello de que “vivimos en un mundo de medios cada vez más perfectos, pero de fines cada vez más confusos”. Por el contrario, personas con vidas humildes, de aparentes fracasos según algunas medidas de nuestra sociedad, pero que son vidas genuinas y con propósito, con trayectorias e influencias bienhechoras. Personas que pueden pasar desapercibidas, que han renunciado a vanidades, que son profundamente felices en su sencillez, que no se mueven en medio de lujos y dinero abundante, pero vidas de plenitud, de las que cuando miran hacia atrás pueden decir parafraseando al premio Nobel chileno Pablo Neruda “confieso que mi vida ha valido la pena”.
El ejemplo supremo del “éxito del fracaso” lo tenemos en LA CRUZ de Cristo. La Cruz nos enseña a negarnos a nosotros mismos, a elegir y perseverar en un determinado estilo de vida, con las paradojas de la experiencia y vida cristiana: Darse para encontrarse, negarse para afirmarse, ser servidor para ser auténticamente libre. La pregunta de Jesús sigue plenamente vigente: “¿De qué le valdrá al hombre ganar el mundo y perder el alma? Porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Siempre me ha parecido tremendamente acertada la frase del misionero bautista Jim Elliot, asesinado en el Amazonas por quienes quería evangelizar: “No es tonto el que da lo que no puede retener a cambio de lo que no puede perder”. Cuidado con ganar batallas o batallitas y perder la guerra. ¿Ganamos o perdemos cuando nuestros logros cuestan más de lo que podemos pagar? Una flor nace siempre desde dentro. Cuidemos nuestro corazón y las intenciones y deseos íntimos Porque de la abundancia del corazón no sólo habla la boca, sino que actuamos de acuerdo a lo que de verdad pensamos y creemos. Y si de verdad creemos que hay cosas más importantes que el dinero o el éxito, nuestros principios deben significar para nosotros más que el dinero o el éxito.
Y pensando igualmente en el futuro hay que buscar los/las mejores para cada responsabilidad, con cualidades intelectuales, humanas y espirituales. En muchas profesiones seculares se puede separar lo profesional de lo ético-moral, y muchas veces, de hecho, lamentablemente así es. Pero en las mujeres y hombres que están en la Obra cristiana nunca debería pasar eso. Nunca. Reitero lo dicho en otras ocasiones: “Entramos en un tiempo de búsqueda de hombres y mujeres de recambio, equilibrando la experiencia con el empuje y la ilusión de otras personas que ofrezcan la garantía de llevar a cabo responsabilidades que hasta ahora no habían desempeñado. Pero tampoco podemos permitirnos el lujo de prescindir de líderes que han demostrado su capacidad, entrega y talla espiritual y que en este ciclo de transición deben continuar sus labores directivas….. Somos conscientes que la clave está en las personas”.
Cuidemos a las personas que preparamos. Cuidemos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Son el presente del futuro. Deben ser el relevo de garantía. Cuidemos a las personas que elegimos para una responsabilidad. Sin olvidar que en los momentos clave Dios siempre llama a las personas idóneas, las adecuadas para cada tiempo. Pasemos el testigo en las condiciones debidas y con garantías de continuidad. Pensando en el futuro. Extendiéndonos a lo que está delante. Pongámonos manos a la obra sin entretenernos en otras cuestiones menores que nunca deben ser prioritarias. Como creyentes, Iglesias, Instituciones, oprganizaciones…. edifiquemos el futuro con garantías. Dando gracias por los que nos han precedido. Recordando la palabra apostólica de que “Nadie puede poner otro fundamento…. Pero cada uno mire cómo sobreedifica, ya que la obra de cada uno se hará manifiesta.”
Miramos hacia delante con determinación, fe y esperanza, inspirados con las palabras de dos creyentes de nuestro tiempo:
“El mundo todavía no está completo, sino que está involucrado en una historia. Es por lo tanto el mundo de las posibilidades, el mundo donde podemos servir la verdad, justicia y paz prometidas para el futuro. La presente era es de diáspora, de sembrar en esperanza, de la entrega de sí mismo y del sacrificio, porque es una era que se encuentra bajo el horizonte de un nuevo futuro. Este darse a sí mismo en el mundo, este amor cotidiano esperanzado, se vuelve posible y humano a partir del horizonte de una expectativa que trasciende este mundo”. (Jurgen Moltmann, teólogo protestante alemán).
“Plantamos las semillas que un día crecerán. Regamos las semillas ya plantadas, sabiendo que llevan en sí una promesa futura. Echamos los cimientos que necesitarán un mayor desarrollo… No podemos hacerlo todo y ello no nos crea angustia, sino por el contrario nos da una sensación de liberación al darnos cuenta de ello. Que la Obra es de Dios, que Él da el crecimiento en su tiempo y que podemos estar confiados, descansando en Dios”. (Oscar Arnulfo Romero, Obispo salvadoreño, asesinado por su denuncia contra la violencia y la injusticia).
Autor: Manuel Sarrias – Secretario General UEBE.
© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.
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