EN PERSPECTIVA

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(JUAN MANUEL QUERO, 11/08/2011) Dejadme que os presente a Johann Heinrich Pestalozzi que nació en Zurich el 12 de enero de 1746. Su abuelo, Andrés era Pastor Protestante, quien le cuidó durante un tiempo, ya que su padre murió cuando tenía 5 años.

Fue un joven desaliñado, y no muy atractivo, pero con un fuerte deseo de formarse bien para servir a su prójimo, de poder aportar algo que cambiara la sociedad. Entendió que Dios le guiaba a ello. Se formó teológicamente, pensando que siendo un buen Pastor y predicando la Palabra podría llegar a muchos y desde allí contribuir a un cambio efectivo, pero se dio cuenta que ese no era su don. Cuando intentaba predicar se quedaba en blanco. Por ello vislumbró la posibilidad de ser un buen abogado y desde la justicia intentar librar la batalla que se había propuesto.

Pero finalmente vio que este tampoco era el camino. Pensó que había que comenzar desde el principio, desde abajo, preparando a los que aún eran niños para que desde pequeños pudiesen ir logrando aquellos objetivos que harían de la sociedad algo mejor. Por ello comenzó a trabajar como maestro, un maestro muy peculiar, que formaría todo un sistema de principios que realmente proyectarían una pedagogía nueva, que incidiera en la vida cambiando nuestra sociedad.

Una escultura de Pestalozzi, que tiene una función bastante descriptiva y narrativa en clave pedagógica, nos habla de estos principios bíblicos. La compenetración de miradas, la cercanía, su mano en el hombro del niño, así como el hecho de que sean pobres, --ya que se puede observar que no tienen ni zapatos--, no impide que los niños estén confiados, atentos como si lo que ocurriera allí no solamente fuese algo importante, sino algo deseado. Además son niños de diferente sexo. Junto a Pestalozzi se puede ver el sentido coeducacional de la enseñanza. Este estilo romántico que habla de acción, tiene un mensaje pedagógico muy sujeto a los principios bíblicos.

Es importante que los hijos de Dios, en su «profesión» sean capaces, como diría Von Rad, de desarrollar una sabiduría experimental, en la que exista un enfrentamiento del hombre con la realidad intentando entender el medio adecuado y dominarlo para entrar en una relación fraternal, armónica, que sea correcta. En muchas ocasiones vemos tan grande el medio, que no vemos al hombre, el objetivo de nuestra relación.

Vivimos en un tiempo en el que el dicho de que los árboles no dejan ver el bosque, se cumple al revés. El bosque no deja ver el árbol, y nos conformamos con grandes acontecimientos, teniendo una especie de megalomanía absurda. No se han de buscar simples títulos, a pesar de la gran insistencia utilitarista, de nuestros tiempos, sino lo que realmente pueda contribuir a la vida según lo explicado antes. Esa vida que es el proyecto de Dios para el hombre.

Autor: Juan Manuel Quero

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