EN PERSPECTIVA
Principios para la Vida
(Juan Manuel Quero Moreno, 06/07/2011) Un ladrón puede ser un hombre de principios, pero de los que ayudan a robar. Aunque la vida parezca algo que se relacione solamente con el respirar, realmente es mucho más amplio que eso, pues depende de qué aire respiremos. No es lo mismo la vida de uno que está recluido en una prisión; la de un vividor o un buscavidas aunque parezcan tener todos estos términos connotaciones negativas. Cada vida se dice que es un mundo, y también se puede decir que en cada casa parece que se da una vida diferente.
En la Biblia podemos ver mucha gente que está inmersa en algunas de estas vidas. Incluso se desafía desde esas vidas atomizadas por los intereses, a aquellos que hablan de la vida plena, o la vida eterna. Por ello decimos que el cristiano es como un salmón que va contra corriente.
La vida no es una profesión (pastor, misionero, profesor, médico, psicólogo) una religión, un hogar, una imagen… La vida tiene que ver con todo eso, pero es mucho más que todo eso.
Cuando hablamos de «vida» de forma general podríamos simplemente pensar en la vitalidad de la naturaleza, plantas, animales. Pero al hablar de la humanidad estamos hablando no de una vida que se vive naturalmente, sino que tiene que formarse y tiene que realizarse. En el griego se hace una diferencia, utilizando vocablos diferentes, como son «zoe» y «bios», de donde vendrían términos como zoología o biología, que entendemos bien.
Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. (Dt. 8:3).
Creemos que esa vida como realización es algo que Dios nos ofrece. Esta gracia de Dios supone un nuevo Adán, diferente, el cuál sería Cristo mismo, quien haría posible la creación de un nuevo hombre, que pueda ser colocado en una disposición de nueva vida (Gál. 2:20). Esta nueva posición supone no vivir ya para sí, sino para Dios, con la proyección y el efecto que tiene también hacia los demás. La paradoja paulina de «como moribundos que viven» (2 Cor. 6:9), nos habla de ello, pero sin anularnos, sino que además hay una tensión constante entre la vida histórica y la futura. Esta tensión se equilibra y toma forma en convicciones, en una realidad tangible, en cuanto a un modo de vida, en Cristo: Yo soy el pan de la vida (Jn. 11:25); «la luz de la vida» (Jn. 8:12); «la resurrección y la vida (Jn. 8:12); el camino, la verdad y la vida (Jn. 14:6). En todo lo anterior, el «yo soy» implica una meta, una referencia, ambas cosas, que nos lleva a algo nuevo que configura una vida acorde con el Creador del Universo. Esta referencia es urgentemente necesaria. Cada día se conoce más de la vida, pero se entiende menos cómo vivirla. Somos capaces de alargar la vida, pero no sabemos qué hacer con los viejos. Para los cristianos, que lo son no por religión, sino por un nuevo principio de vida es esencial entender esta aseveración: “yo soy”.
La vida natural se puede entender como un bello regalo del Creador, pero la histórica está llena de frustraciones y desengaños cuando está desconectada de su Creador, por lo que Cristo nos restituye en una nueva vida.
La plenitud de la vida no la logramos en un distanciamiento estoico desde la tribuna de los espectadores («sin mí», sino en un compromiso de interés (interesse =estar-entre) respecto a la vida de los demás. La intervención concreta de Jesús para la vida oprimida, acosada, traicionada y que «no vale la pena vivirse» impide a los cristianos la evasión hacia la pía autosuficiencia, lejos del mundo o hacia un fanatismo por el más allá, y les obliga en vez de eso a la participación en la vida concreta actual de la historia contemporánea [1]. Está participación se ha de dar también en lo educativo, en nuestro ámbito, no simplemente en el sistema, sino en el día a día con las personas.
En este sentido, en la Biblia no hayamos enseñanzas para «la buena vida», sino para «la vida buena», implicando esto una ética, una felicidad, una satisfacción, una realización del proyecto de Dios en nosotros mismos. Cuando Jesús nos dice que Él es la vida, creo que nos está hablando de esto.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
[1] Lothar Coenen et all. Diccionario Teológica del Nuevo Testamento Vol. IV. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1984, pp. 362-663.
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