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COSAS DE CASA

La memoria de Dios y la nuestra

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msarrias-125(MANUEL SARRIAS, 10/05/2011) Es importante la expresión: “¿Te acuerdas….?”. Recordar juntos indica complicidad, intimidad, experiencia compartida, algo que une. Los Actos enmarcados dentro del ciclo “Protestantes Valencianos: ayer y hoy” celebrado en la Universidad de Valencia, fue un tiempo de recuerdos: Personajes, anécdotas, vivencias y situaciones pasadas y actuales salieron  a relucir.  Dificultades en el servicio militar, en las bodas,  inscripción de nombres bíblicos de los hijos, renuncias y riesgos por ser evangélicos  en un país en el  que haber nacido en el mismo, ser español, equivalía automáticamente y sin ningún tipo de discusión  a ser católico apostólico romano, ya que otra cosa no era normal y se miraba  con recelo y sospecha.

En los últimos meses se está produciendo una controversia entre partidarios y opositores a la memoria histórica, particularmente al periodo de la represión en España  bajo la  dictadura sufrida durante casi 40 años. Uno de los aspectos de este conflicto que contiene tintes de profunda sensibilidad y emotividad tiene que ver con las fosas comunes. Ni  poner nombre a la tumba de un ser humano por su ideología, dándose las terribles escenas de que tras un “ajusticiamiento” una madre, o esposa, preguntara con angustia “¿ni siquiera habrá un nombre en su tumba?”. Borrar el recuerdo, si fuera posible negar la memoria de la existencia de personas “non gratas”.  El pasado año 2010  la población catalana de Manresa (con la presencia del Alcalde y del Pastor bautista José Barceló) homenajeó a los creyentes evangélicos que murieron y fueron discriminados y condenados al anonimato durante la dictadura franquista y cuyos restos reposan en una fosa común, con una ofrenda floral y el descubrimiento de una placa conmemorativa con el nombre de cada una de estas personas y la fecha de su fallecimiento.

Naturalmente,  que en la guerra civil española se cometieron barbaridades, odios, horrores y espantos por las dos partes;  pero en la posguerra solamente por una parte: los vencedores.  (El reciente libro de Paul Preston nos recuerda y detalla aspectos terribles de este Holocausto español). Con la complicidad activa, y como mínimo con el silencio, de la todopoderosa y muy privilegiada iglesia oficial del Estado, Estado que legislaba de acuerdo y bajo la inspiración de la “santa Madre Iglesia”. Qué abismal diferencia tras las guerras civiles que asolaron Estados Unidos y España entre la actitud de Abraham Lincoln (llamamiento a la reconciliación, con caridad para todos, sanando las heridas de la nación, sin vencedores ni vencidos, como hermanos y ciudadanos de un mismo país que había que levantar y hacer progresar entre todos) y la de Francisco Franco (represalias, venganzas, juicios sumarísimos, encarcelamientos, limpieza de todo tipo de ideologías que no se ajustaran al ”régimen”, exterminio del adversario tras “la cruzada”, propaganda obsesiva de poder y control absolutos,  con la bendición del poder religioso y el privilegio del caudillo y salvador de la Patria de ir bajo palio en solemnidades litúrgicas). Hasta hubo intentos de  prohibir la música de Bach o Haendel porque eran protestantes…

España, siglos atrás,  había tenido una contrarreforma sin haber tenido una reforma, y de nuevo, una vez más,  los poderes fácticos tradicionales tenían la sartén por el mango que no iban a soltar fácilmente y  que, si en la actualidad de  algunos sectores dependiera,  estarían encantados que se repitieran ciertas situaciones de un pasado todavía reciente. Hoy damos gracias a Dios por vivir un  tiempo de democracia y libertad, pero,  habiendo transcurrido ya un decenio del siglo XXI,  todavía está pendiente una auténtica y completa “normalización” religiosa en relación con los evangélicos españoles.

En la Biblia encontramos gran número de exhortaciones y  advertencias en cuanto a conservar la memoria en las cosas importantes que Dios quiere que nunca olvidemos (Deut. 6:4-7 y otros muchos textos). Es un mandato reiterado al pueblo a recordar los hechos del Señor, a andar por sus caminos. Hallamos diversos memoriales- recordatorios como Eben-Ezer, Piedra de ayuda, “hasta aquí nos ayudó el Señor”.  Los apóstoles Juan (1 Juan 1:1 y ss.), Pedro (2 Pedro 1: 10, 12) y Pablo (Filip. 3:1) insisten en recordarnos lo que es importante; Apocalipsis 2:5 nos da un toque de atención a tener muy en cuenta (“ recuerda dónde has caído y arrepiéntete”), así como el mandamiento que dejó Jesús en cuanto a recordar su persona y el alcance de su ministerio alrededor del pan y del vino: “Haced esto en memoria de Mí” (Lucas 22:19 y 1 Cor. 11:24).

Dios tiene buena memoria. En el tiempo del Diluvio (“y se acordó Dios…” Gén. 8:1). Es conmovedora la afirmación de Dios con relación a su pueblo: “¿se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?. Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (Isaías 49:14).  Leemos en Hebreos 6:10 “porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor…” Jesús se acordó del ladrón arrepentido “Acuérdate de mí”…. “De cierto te digo que hoy estarás conmigo...” (Lc.23:43-44). No obstante, menos mal que Dios sí se olvida de nuestros pecados cuando nos arrepentimos y experimentamos su perdón (Miq. 7:18-19).   P. Yancey, en su libro “La Oración”,  cuenta la historia de una mujer que  le manifestaba  al Arzobispo de Manila que tenía un mensaje de parte de Dios. Ante su insistencia, el Arzobispo le dijo que volviera, pero que antes le preguntara a Dios acerca de un pecado particular que había confesado en privado. “Si le preguntas a Dios y él te da la respuesta, sabré que tu visión es genuina”.  A la semana siguiente ella volvió y él le pregunto un poco nervioso “¿Le preguntaste a Dios por mi pecado?”. “Lo hice”, respondió la mujer. “¿Y te contestó Dios?”. “Sí”, afirmó ella. “¿Y que te dijo?”. “Dios me dijo que no se acuerda”.

La Escritura nos habla de la existencia de diferentes registros llamados “Libros de las Memorias y Crónicas”, tanto en el pueblo de Israel, como en el persa y otros (Esdras 4:15; Libros de las Crónicas; Ester 6:1). En la Historia recordamos que por decreto de los gobernantes de turno, gente que había caído en desgracia eran borrados de los libros oficiales, en un intento de condenarlos a la inexistencia. (Trotsky fue quitado de la enciclopedia rusa, de los documentos oficiales, incluso de las fotos.  Napoleón lo hacía con determinadas personas hasta en algunas pinturas.) Julia Conesa, una de las “Trece Rosas”, un puñado de muchachas que tras el final de la guerra civil ayudaban a detenidos y sus familias, llevaban comida a los escondidos y se hacían cargo de niños abandonados por muerte o encarcelamientos de sus padres y que  fueron fusiladas el 5 de Agosto de 1939, contaba 19 años cuando se despedía de su madre en una emotiva carta en la que al final decía:”que mi nombre no se borre de la historia”.

La Escritura nos insta a que ninguna raíz de amargura brote en los creyentes que nos impida vivir con gozo y esperanza, practicando el perdón y la reconciliación, siendo pacificadores y “correr la carrera que tenemos por delante puestos los ojos en Jesús”. Pero  una tolerancia enriquecedora, de espíritu cristiano, no tiene por qué incluir una amnesia histórica. Y en este tiempo de pérdida de valores e identidad, hemos de hacer memoria de buena parte de nuestra historia como evangélicos/protestantes españoles, y particularmente como bautistas. Con páginas posiblemente de las que no nos sentimos orgullosos, pero también con muchas otras que hablan de grandeza y heroísmo, sabiendo el alto precio que, quienes nos precedieron, estuvieron dispuestos a pagar por mantener una coherencia y fidelidad a sus convicciones.   Con un profundo respeto y reconocimiento a muchos de ellos,  mujeres y hombres de gran talla espiritual y humana. Que se sepa. Sobre todo por quienes la desconocen, lo que ocurre en buena parte de nuestra sociedad…. y de nuestra juventud,  a quienes hemos de pasar el testigo para que sean los continuadores del testimonio del Evangelio en una sociedad muy distinta a la de generaciones anteriores, pero con idénticas necesidades esenciales.  Saber quiénes fuimos, quienes somos y quiénes queremos ser.  Miremos hacia atrás para extendernos a lo que está delante. Olvidando lo que haya que olvidar y recordando lo que haya que recordar. Renovando nuestro compromiso de  amor a la obra de Dios.  No podemos cambiar el pasado, pero sí poner las bases para el futuro. Desconocer la historia conlleva el peligro de repetirla, de cometer los mismos errores, algo que no deseamos.

Recordando que nuestra base y punto de apoyo es ese Dios “YO SOY”, que es al mismo tiempo “yo fui” y “yo seré” en un presente eterno , ese Señor que nos recuerda “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos”, hacemos nuestras las palabras del salmista “Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios” (103:2), porque “Tu, oh Señor” permanecerás para siempre y tu memoria de generación en generación”.(102:12).

Autor: Manuel Sarrias

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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