SIN ÁNIMO DE OFENDER / POR JORGE FERNÁNDEZ
“¿Cómo que no?”, me interrumpió con un brillo en los ojos. Y sin pensárselo dos veces, sin necesidad de recurrir a ningún apunte propio -ni a la Wikipedia en internet- me empezó a hablar de..."
Una de las imágenes más recientes de Gabino Fernández Campos / Entrevista de Marcos Sancio / Captura de pantalla
(JORGE FERNÁNDEZ, 12/12/2022) Han pasado ya unos días desde que la noticia del fallecimiento de nuestro querido Gabino nos cayó como un mazazo a sus familiares, sus muchos amigos y allegados. Fuimos varios los que pudimos asistir al emotivo acto de despedida y de celebración de su vida el pasado miércoles en la iglesia a la que pertenecía desde hacía décadas, en Madrid.
Y, sin embargo, todavía seguimos conmocionados, con dificultades para creer que Gabino ya no está entre nosotros. Al menos, no físicamente.
Es verdad que en las últimas semanas había tenido problemas de salud, y que incluso había pasado unos días hospitalizado, en observación, y le habían implantado un dispositivo electrónico para vigilar el funcionamiento de su corazón. Pero creo que nadie podía prever un desenlace tan abrupto, tan pronto y tan irremediable. Justo unos días antes de su partida, cuando ya le habían implementado el citado dispositivo, Gabino concedía a su amigo Marcos Sancio una larga entrevista, grabada en el Parque de Europa de Torrejón de Ardoz, en Madrid, donde entre otras cosas comentaba estos problemas de salud y confesaba sentirse “en plena forma”.
Era el Gabino de siempre, lúcido, memorioso, comunicativo, divertido, bromista… Ni él ni Marcos imaginaban que el que estaban grabando iba a ser su último testimonio audiovisual, que terminaría siendo un documento histórico en si mismo. Aquel que tanto y tan bien, con tanto conocimiento y pasión, nos había contado la historia del protestantismo español durante más de medio siglo, ahora se convertía en historia…
Se han dicho tantas cosas sobre Gabino en estos días, todas tan elogiosas -merecidamente elogiosas- que puede parecer difícil añadir alguna más. Lo único que podremos hacer es sumar alguna anécdota personal (¿quién no tiene una anécdota singular con Gabino?) para añadir al puzle de un perfil personal que, sin ninguna duda es el de una persona “única”. Porque cierto es que todos somos únicos, en un sentido, pero Gabino lo es también en ese otro sentido, el de la excepcionalidad, el de las personas que son difíciles de encasillar. Porque no será difícil encontrar buenos historiadores, escritores e intelectuales honestos y rigurosos dentro de nuestro pueblo evangélico español, aun cuando ellos (y me vienen varios nombres y rostros a la mente mientras escribo), consideren a Gabino un referente para sí mismos; tampoco será difícil encontrar un evangélico español -manchego para más datos- creyente, de carácter alegre, afable, manso, generoso, simpático, bonachón, humilde, divertido, conversador, extrovertido, servicial y desinteresado (también me vienen a la mente algunos…). Pero, encontrar esos dos rasgos en una misma persona… eso es otra cosa.
Lo comentaba con algunos en estos días. Creo que una de las cosas que nos hacen pensar en Gabino como una persona única es que, normalmente (y a riesgo de incurrir en una injusta generalización), los historiadores, los intelectuales, los investigadores, suelen ser personas con una tendencia algo ermitaña, introvertidos, que buscan la soledad o la intimidad del grupo afín más que las multitudes, que prefieren comunicarse con el público a través de sus textos o conferencias académicas; algo nada reprochable, más bien un rasgo bastante común. Pero se ha dicho, y doy fe de ello, de que Gabino tenía un carácter absolutamente extrovertido y sociable. Y sus conferencias sobre historia del protestantismo podían escucharse igual en un foro universitario que en la mesa de un café, con un público nutrido o con un solo interlocutor. Y siempre con la misma erudición, pasión y entrega…
Como bien lo expresó su sobrina, la pastora evangélica y profesora universitaria, Lidia Rodríguez, en su intervención en el citado culto de despedida, “su pasión por los libros y por la historia del protestantismo no era un puro academicismo. Lo que latía en el fondo era pasión por servir a la Iglesia del Dios de Jesús (…) En una época en la que se ha roto el hilo de la memoria colectiva, con sus conferencias entusiastas y conversaciones informales ejemplificaba cómo los protestantes de hoy teníamos la responsabilidad de honrar y poner en valor la vida de tantos hombres y mujeres que nos precedieron. Con humildad y sin partidismos”.
Así era Gabino. Y eso en mi opinión explica el hecho de que, tras conocerse la noticia de su fallecimiento, pastores y fieles de a pie de las más diversas (incluso distanciadas) familias protestantes y evangélicas, de radios y televisiones evangélicas, de dentro y de fuera de España, expresaran sus sentidas condolencias y tuvieran un recuerdo, un viaje, o alguna anécdota entrañable con él.
Por mi despacho de prensa en la oficina de la Federación de iglesias evangélicas (FEREDE) venía mucho. Sobre todo antes de la pandemia; antes de que se impusiera entre nosotros el teletrabajo. Venía a informarme de un nuevo viaje por los lugares de la Reforma en España; de una conferencia; una exposición… una nueva efeméride para publicar en Actualidad Evangélica (colaboró con nuestra revista cada mes, durante más de un año, hasta completar las principales efemérides del protestantismo español). Pero sobre todo, venía a saludarme, a conversar y a saber si necesitaba algo. Siempre dispuesto a servir, a compartir generosa y desinteresadamente sus conocimientos.
AL RESCATE DEL “MARTIN LUTHER KING” ESPAÑOL
Un día del año 2008 estaba yo dándole vueltas a una idea que quería proponer a mis compañeros y compañeras de Diaconía España, en cuya Junta directiva colaboré como vocal durante los primeros 15 años, desde su constitución en 1997. Luchábamos por aquel entonces, sin apenas recursos económicos, por dar una mayor visibilidad a la acción social de las iglesias evangélicas. Pensé que a esos efectos nos podía ayudar crear el “Día de la Obra Social Evangélica” y tener una gala anual de Premios Diaconía en la que se visibilizara la labor de las entidades y de los voluntarios evangélicos. Pero me di cuenta de que necesitábamos alguna referencia histórica sobre la que cimentar la nueva efeméride.
En esas estaba, cuando una mañana me visitó Gabino. Le conté mi idea, lamentándome de que no tuviéramos “un Martin Luther King” español… “¿Cómo que no?”, me interrumpió con un brillo en los ojos. Y sin pensárselo dos veces, sin necesidad de recurrir a ningún apunte propio -ni a la Wikipedia en internet- me empezó a hablar de Julio Vizcarrondo Coronado, miembro de la Iglesia Española Reformada Episcopal (Comunión Anglicana), filántropo y abolicionista español que destacó en el siglo XIX por su lucha contra la esclavitud en España (a semejanza del conocido William Wilberforce en Reino Unido), y por fundar un Hospital de Amigos de los Pobres y la Sociedad Protectora de los Niños, entre otros logros importantes.
Confieso que para mí era la primera vez que escuchaba ese nombre, pero para Gabino era uno de esos “protestantes olvidados” o “invisibilizados” por los vencedores de la historia de España, esos hombres y mujeres que constituían su especial predilección, a los que había que recuperar para la memoria histórica del protestantismo español. Así fue que, con la información histórica que él nos proporcionó, en la asamblea de Diaconía España del mes de marzo de 2009 presentamos el proyecto y se aprobó la creación del “Día Nacional de la Obra Social Evangélica” el día 9 de diciembre, en homenaje al natalicio de Julio Vizcarrondo Coronado (1829). Y en torno a esa fecha, evocando su figura, se crearon los Premios Diaconía al Voluntariado, que desde entonces se entregan cada año en una Gala especial.
Tengo otras anécdotas con Gabino que quizás cuente en otra ocasión. Pero sirva ésta como homenaje póstumo y como ejemplo de una de las tantas aportaciones que con tanta generosidad legó a nuestras instituciones y a la memoria histórica del protestantismo español.
¡Cuánto te echaremos de menos, querido Gabino! Pero ten por cierto que no te olvidaremos. Estarás con nosotros en tus libros, en tus innumerables aportaciones, en nuestras tertulias de café y en nuestros corazones.
¡Da recuerdos a Vizcarrondo, a la familia Cazalla, a Casiodoro, a Cipriano, a Antonio del Corro, a Julianillo, al Dr. Egidio y a tantos otros! ¡Seguro que “te harán” muchas preguntas!
Jorge Fernández – Madrid, 12 de diciembre de 2022
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