COMO LA VIDA MISMA / POR JORGE FERNÁNDEZ
“Si San Pablo escribiera sus epístolas hoy, citaría a Rafa como ejemplo de esperanza contra toda esperanza”
Rafa Nadal con el trofeo del Open de Australia / Foto: JOEL CARRETT (EFE)
(JORGE FERNÁNDEZ, 31/01/2022) Corría el tercer "set". Medvedev ya llevaba los dos primeros de ventaja y gana el primer "game" del tercero. Parecía que Rafa no entraba en el partido y la desventaja se antojaba insalvable a esas alturas…
Entonces la pantalla mostró los números del “Win Predictor”, un pronóstico realizado en tiempo real por un algoritmo informático en virtud de los datos estadísticos del partido hasta el momento: 96% daba ganador a Medvedev; 4% a Rafa Nadal. El dato era demoledor. Un dato frío y objetivo que parecía inapelable… Muchos periodistas y deportistas amigos de Rafa Nadal reconocerían a posteriori que en ese momento lo dieron por perdido. Que aún conociendo la capacidad de Rafa para la épica y las remontadas imposibles, esta situación parecía absolutamente insalvable.
Entonces la pantalla mostró los números del “Win Predictor”, un pronóstico realizado en tiempo real por un algoritmo informático en virtud de los datos estadísticos del partido hasta el momento: 96% daba ganador a Medvedev; 4% a Rafa Nadal. El dato era demoledor. |
“Ese tipo de cosas solo pasan en las películas de Rocky”, habrá pensado alguno. Que tras varios rounds recibiendo una paliza, varias caídas y al borde del KO, se levantaba a duras penas para derribar al virtual ganador con un golpe al mentón in extremis.
Pero en el tenis no existen los golpes de suerte salvadores. Los games se disputan intensamente cada uno y los partidos pueden ser largos y duros hasta le extenuación, como sucedería en éste. ¿Qué habrá pasado por la mente de Rafa en ese momento? Seguro que era consciente de sus opciones. O bien darse por vencido y perder el partido en ese último tercer set, si seguía jugando como lo estaba haciendo, o de lo contrario, empezar una lenta y durísima remontada a todo o nada, que llevaría el partido a varias horas de juego. Así fue. Rafa se concentró y luchó a raquetazos durante 5:24 horas -el segundo partido más largo de su carrera- para conseguir la victoria y hacer historia. ¡Su 21º Gran Slam! Todo un récord.
“Ha sido mi victoria más inesperada”, se sinceraría después del partido, en sus primeras declaraciones. (¡Qué se lo digan al "Win predictor" y a su algoritmo!).
Haciendo historia una vez más, @RafaelNadal es el único tenista capaz de aprovechar el 4% que daba el algoritmo #WinPredictor y darle la vuelta a la predicción de los datos. ¡Enhorabuena campeón, eres único! #BigData #ML #IA #vamosrafa pic.twitter.com/R7G07yB4Ue
— José Miguel Morales (@jmmoraleslopez) January 30, 2022
Los que saben, han recordado que Rafa ha sido el séptimo tenista de la historia del tenis contemporáneo (desde 1968) en remontar un partido en las mismas circunstancias, habiendo perdido los dos primeros sets. Otros seis lo habían logrado antes: Björn Borg (Roland Garros 1974), Ivan Lendl (RG 1984), Andre Agassi (RG 1999), Gastón Gaudio (RG 2004), Dominic Thiem (US Open 2020) y Djokovic (RG 2021).
“Ha sido mi victoria más inesperada”, se sinceraría después del partido, en sus primeras declaraciones. (¡Qué se lo digan al "Win predictor" y a su algoritmo!). |
Esto me sugiere algunas preguntas: ¿Tendría ese dato en mente Rafa? ¿Lo recordaría en ese momento? Y en ese caso, ¿sería suficiente estímulo? ¿Saber que sólo seis tenistas en los últimos 54 años habían conseguido remontar dos sets de desventaja? A la mayoría, el dato les terminaría de desmoralizar.
No creo que en ese momento tan crítico, con las pulsaciones a mil, Rafa haya tenido mucho tiempo de pensar ni recordar datos estadísticos. Su voluntad extraordinaria y su capacidad de lucha responden más bien a un carácter y a un instinto. Un carácter altamente responsable, combativo y disciplinado, y un instinto que -en mi opinión- es “esperanza”. Rafa, a diferencia de la prensa especializada, de los espectadores y de sus muchos fans que ya se temían lo peor… no llegó a perder del todo la esperanza. Por eso siguió luchando sin rendirse.
Y su ejemplo de superación, como otros similares que nos muestra el deporte en distintas disciplinas ante situaciones extremas, no solo es inspirador para el deporte, sino para la vida misma…
Lo primero que me vino a la mente cuando terminó el partido con la victoria de Rafa, fue un verso del poeta argentino Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte): “No te des por vencido, ni aún vencido”.
Lo segundo, fueron las palabras del apóstol Pablo acerca de la fe de Abraham, en la carta a los Romanos, 4:18: “Él creyó en esperanza contra esperanza… Y no se debilitó en la fe… Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa…”.
“Seguro que San Pablo, que tanto gustaba de usar ejemplos del atletismo y de la lucha grecorromana para ilustrar las verdades espirituales más profundas, mencionaría a Rafa si escribiera hoy alguna de sus epístolas”, pensé, seguro de no estar cometiendo ninguna herejía.
Creo que lo que hizo Rafa Nadal este domingo es un buen ejemplo, tomado del deporte y de la vida natural, de lo que significa una verdad espiritual muy profunda: “creer en esperanza contra esperanza”.
Llevado por ese pensamiento, recordé aquellas ocasiones, del pasado y del presente, en las que me sentí (me siento) tentado a tirar la toalla… a renunciar a un sueño, a un proyecto, a un ministerio… Aquella vez en la que creí perder una oportunidad para siempre… Donde las puertas cerradas; el fin de un camino; las elevadas montañas por delante; o los vientos contrarios, me invitaban a renunciar… a darme por vencido.
¡Cómo te entiendo, Rafa Nadal! Tantas veces he estado en “tu piel”, aunque nunca haya jugado al tenis… ¡Gracias por tu inspirador ejemplo!
Y gracias, Dios, por esa esperanza del Espíritu, que me ha asistido en tantas “remontadas” imposibles.
Tuya es, Señor, mi “ensaladera” (trofeo). ¡Tuya es la victoria! A tí sea la gloria.
© Jorge Fernández Basso – Madrid, 31 de enero de 2022
© 2022. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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