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TRAS SIGLOS DE DESCONOCIMIENTO Y OLVIDO

La Biblia de Casiodoro de Reina, vista (con devoción) por intelectuales y académicos de la Real Academia Española

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Sánchez Ferlosio, Félix de Azúa y Andrés Trapiello, son algunos de los devotos de este texto que ahora se rescata del olvido y la persecución: la primera traducción de la Biblia al español directamente de las fuentes originales.

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Busto de Casiodoro de Reina en el Monasterio de San Isidoro del Campo, Santiponce (Sevilla). Portada de la Biblia del Oso.

(MADRID, 25/11/2021) ¿Cuál es la importancia de la Biblia del Oso? Responde el académico, Félix de Azúa: "Es como si se descubriera un inédito de Cervantes de mil páginas. Nadie la ha leído todavía, excepto unos pocos expertos y partidarios. Menéndez Pelayo, que odiaba a los heterodoxos españoles, dice que las dos más importantes aportaciones a la literatura española son Cervantes y Casiodoro de Reina."

¿Por qué cree que desde que fue impresa, en 1569, siga siendo casi desconocida? R: Porque si te pillaban leyéndola o llevándola en la mano la Inquisición te cortaba la cabeza.

Félix de Azúa descubrió la Biblia del Oso gracias a Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Benet, dos escritores que iban a su aire. Algo parecido ocurrió con Casiodoro de Reina (1520-1594), que fue el autor de la primera traducción completa de la Biblia al castellano común partiendo de los manuscritos originales: hebreo, arameo y griego. Su empeño (invirtió 12 años y fue ayudado por el banquero converso Marcus Pérez) culminó con la impresión de su trabajo en Basilea el 28 de septiembre de 1569.

"Menéndez Pelayo, que odiaba a los heterodoxos españoles, dice que las dos más importantes aportaciones a la literatura española son Cervantes y Casiodoro de Reina." (Félix de Azúa)

El día 29 de este mes, 452 años después, Alfaguara presentará una nueva edición en cuatro tomos (3.543 páginas) en la sede de la RAE, con la introducción de Azúa y del profesor, crítico y traductor Andreu Jaume, quien firma una detallada introducción sobre los avatares de esta biblia y del propio Casiodoro de Reina.

"Ferlosio tenía el mayor aprecio por la prosa de la Biblia del Oso", recuerda a EL MUNDO el filósofo y profesor de la Universidad Autónoma, el intelectual más próximo al autor de El Jarama. Y enumera: "Por el léxico, por el ritmo de la parataxis narrativa, los paralelismos, la conciliación del modo de hablar elevado, el gran estilo, con el estilo llano, el sermo humilis de los personajes de las historias bíblicas cotidianas. En los años 80 presencié asombrado cómo Ferlosio y Benet, en una sobremesa, recitaban de memoria a porfía pasajes del libro de Jueces y de Job en la traducción de Reina-Valera y Nácar-Colunga. ¡Qué tiempos!".

Andreu Jaume recuerda que, efectivamente, Sánchez Ferlosio solía recitar de corrido la Canción de Débora, que aparece en Jueces V, "acaso el fragmento más antiguo conservado" y que comienza: "Y aquel día cantó Débora y Barac hijo de Abinoem, diciendo: Porque ha vengado las injurias de Israel, porque el pueblo se ha ofrecido de su voluntad, load a Jehová. Oíd, reyes; estad atentos, príncipes: yo cantaré a Jehová; diré salmos a Jehová Dios de Israel. Cuando saliste de Seir, oh Jehová; cuando te apartaste del campo de Edom, la tierra tembló y los cielos destilaron y las nubes gotearon aguas; los montes se derritieron delante de Jehová, este Sinaí, delante de Jehová Dios de Israel".

Hay que decir que la versión de la Biblia que utilizaban Ferlosio y Benet no era, en puridad, la de Casiodoro de Reina sino la conocida como Reina-Valera, la versión que corrigió su amigo Cripiano de Valera posteriormente, en 1602. Sobre las distintas biblias, agrega esto Andrés Trapiello: "Hace muchos años que no hay una biblia oficial. Yo me inicié con la de Nácar-Colunga, de los exégetas salmantinos que se publicó poco después de la guerra civil. Fue la primera que se dejó circular, con su nihil obstat eclesiástico incluido. Hasta entonces había circulado la de Cipriano de Valera, pero se asociaba al protestantismo, lo que hacía muy restringida su circulación. La de Nácar-Colunga es igualmente extraordinaria, con un castellano muy hermoso, un clásico. Vino luego la de Jerusalén, realizada por exégetas franceses, en su mayoría dominicos también. Fue mi segunda biblia, la versión traducida de los textos originales, no la española, que se tradujo del francés. Faltaba la del Oso, y esa es la gran noticia".

El día 29 de este mes de noviembre, 452 años después, Alfaguara presentará una nueva edición en cuatro tomos (3.543 páginas) en la sede de la RAE, con la introducción de Azúa y del profesor, crítico y traductor Andreu Jaume, quien firma una detallada introducción sobre los avatares de esta biblia y del propio Casiodoro de Reina.

La Biblia del Oso ha sido una rara avis. No sólo te podía costar la vida por, explica Andrés Trapiello, "la rígida ortodoxia católica, que impuso, por un lado, la Vulgata como texto único, y por otro el latín, ante el temor de que leyéndose en castellano se diera origen a interpretaciones heréticas, como sucedió con la versión alemana de Lutero. Por eso ha sido siempre un libro que se guardaba como oro en paño. Ni siquiera en las librerías de viejo es frecuente encontrar alguna de sus raras ediciones, y desde luego ninguna de las más antiguas".

Tomás Pollán basa su práctica inexistencia en "la sinergia de varios factores: la ignorancia supina y secular de un país dogmático a marchamartillo, la asociación estúpida y miserable, en sectores progresistas incultos, de la Biblia con un devocionario de beatas meapilas, la pronta condena de la Inquisición, el persistente Obstat eclesiástico católico, el abandono imperdonable de las instituciones del Estado y de otras instancias privadas en la tarea de difusión y promoción de obras y autores señeros de la tradición literaria, religiosa y humanística del país". Y frente a quienes crean que se puedan encontrar una lengua difícil, el profesor de filosofía de la Autónoma dice: "Su castellano no es un obstáculo para su difusión, se puede leer hoy sin dificultad".

"En el principio crio Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desadornada y vacía y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y apartó Dios a la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y la mañana, un día". Así se inicia la Biblia del Oso y el Primer libro de Moisés, llamado comúnmente Génesis, donde "descríbese el origen y la creación del mundo, es a saber, de los cielos y de la tierra y de todo lo que contienen. De la luz, del tiempo y del orden de los días y de las noches".

Ya aquí se aprecia una elegancia que ha sido admirada por una pléyade de entusiastas. Muñoz Molina ("Casiodoro de Reina escribe en un castellano prodigioso que está en el punto intermedio entre Fernando de Rojas y Cervantes, con una efervescencia expresiva que solo tiene comparación con santa Teresa, san Juan de la Cruz y fray Luis de León"), los citados Tomás Pollán y Andrés Trapiello, José Luis Pardo, Jon Juaristi, J.A. González Sainz...

"Casiodoro de Reina escribe en un castellano prodigioso que está en el punto intermedio entre Fernando de Rojas y Cervantes, con una efervescencia expresiva que solo tiene comparación con santa Teresa, san Juan de la Cruz y fray Luis de León" (Antonio Muñoz Molina, escritor y académico de la RAE)

Tomás Pollán explica a EL MUNDO los temores y recelos del poder eclesiástico en aquel siglo XVI: "La Iglesia quería controlar las traducciones porque, junto a una prevención general a la letra impresa, se asociaba cualquier traducción vernácula competente y libre de condicionamientos eclesiásticos a una crítica encubierta a la dogmática oficial, y se la emparentaba con el libre examen de las Escrituras defendido por los luteranos".

TRABAJO FINO

Por la finura de esta prosa se muestra devoto Trapiello: "Es el texto fundacional de las tres religiones del libro, claro, pero en este caso es, además, fundamento de una lengua que entonces se estaba aún creando, saliendo apenas de la penumbra que había seguido a la desaparición del latín. Por tanto, para mí al menos, tiene tanto que ver con lo sagrado como lo profano. Si su fondo se relaciona con la genealogía de Dios, en sus diferentes demostraciones (de Yavé al Mesías), la lengua en que está la del Oso es la de la lengua del siglo de Oro, la del realismo español, eso que llamamos en Cervantes la sagrada realidad. La lengua hace que para nosotros sea la manera de ponernos en contacto con lo sagrado como con la realidad del siglo XVI, que es como decir, con la realidad a secas. Es un castellano bellísimo, expresivo, nuevo, a estrenar, comparable al de Santa Teresa, Bernal Díaz del Castillo o las cartas de los indianos."

Tomás Pollán dice que lee la Biblia del Oso "regularmente, y también ocasionalmente cuando quiero comprobar alguna cita. Me gusta cotejar la traducción de Casiodoro-Valera con las de Nácar y Colunga y Alonso Schökel -estas últimas beneficiarias de varios siglos de crítica filológica e histórica-, y compruebo que su castellano es prodigioso".

Todo se debió al empeño de Casiodoro de Reina. Pertenecía a una comunidad de monjes jerónimos del monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce, en las afueras de Sevilla. Había nacido hacia 1520 en Reina, junto a Montemolín, Badajoz, que entonces pertenecía al Reino de Sevilla, de ahí que utilizara el nombre de su localidad natal cuando ingresó en la orden, con 26 años. Permaneció hasta los 37.

"Casiodoro de Reina formó parte de una comunidad de monjes jerónimos muy convencidos de la relevancia del humanismo cristiano, es decir, de la importancia de la traducción de los Libros Sagrados a las lenguas vulgares como el castellano. Esa traducción a las lenguas romances estaba prohibida por la Iglesia Católica y es precisamente una de las diferencias con la Reforma Protestante que se basaba precisamente en la lectura directa de los que no sabían latín sin la intermediación de los clérigos. Reina es hijo del Renacimiento y de esa necesidad de acudir a las fuentes primarias y rescatar la pureza de las lenguas clásicas olvidando los que se había ido acumulando durante los siglos medievales". Es lo que sostiene la periodista Eva Díaz Pérez, autora de la novela Memoria de cenizas, que ha recuperado la editorial El Paseo y que relata las vicisitudes de Casiodoro de Reina.

EL HEREJE

A mediados del siglo XVI, Sevilla era poderosa. Bullía. Llegaban especias de América, había riqueza y las ideas iban y venían. Como en Valladolid, donde también hubo un nido destacado de protestantes, tal y como describió Miguel Delibes en su última novela, El hereje. Por entonces se celebra el Concilio de Trento (1545-1563) en el que se puso coto a la influencia de la Reforma protestante y de Martín Lutero, quien sostenía que había que ir a las fuentes, al estudio de la Biblia, a sus 95 tesis (1517). No hay que olvidarse de que la imprenta ya estaba a pleno rendimiento, lo que ayudó a que se expandieran las nuevas ideas.

Los monjes herejes del monasterio de San Isidoro del Campo no eran ajenos a aquel ajetreo. "La traducción canónica latina de la Biblia, la oficial, era precisamente la de San Jerónimo, la conocida como la Vulgata. San Jerónimo era el santo de la orden a la que pertenecían los monjes herejes. El monasterio de Santiponce tenía una gran biblioteca y los monjes seguían la tradición traductora de su fundador. Pero además contaban con un comercio secreto de libros prohibidos por el Índice (obras de Erasmo, de Lutero, etcétera). Un arriero llamado Julianillo Hernández viajaba por Europa y traía los libros prohibidos ocultos en el doble fondo de los odres en los que transportaba vino de Burdeos. Hasta que también fue descubierto y quemado en los autos de fe cuando se descubrió la herejía", prosigue Eva Díaz Pérez. Igual suerte corrió la bien surtida biblioteca.

Ni que decir tiene que la Inquisición los persiguió a todos. Algunos fueron quemados en autos de fe, como Julianillo (1560), quien pudo delatar a varios monjes antes de morir. En 1562 ardieron, en efigie, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera y Antonio del Corro, monje como los anteriores. Los tres fallecieron en el extranjero: en Londres Valera y Corro, y Reina en Fráncfort. Hay que tener en cuenta que Sevilla fue la primera sede del Santo Oficio, cuya sede estaba en el castillo de Triana, y allí tiene lugar el primer auto de fe en 1481, según recuerda Díaz Pérez. Y puntualiza Andreu Jaume: "La nuestra es una cultura católica y, como tal, ha impedido la libertad de los significados a través de la prohibición de la traducción. Para la Inquisición, controlar el significado de la Biblia en el orbe hispánico era esencial puesto que se trataba del principal instrumento de dominio. Nuestros autores más arriesgados, como Fray Luis, San Juan o Cervantes, se escapan de esa censura como pueden. Cervantes, por ejemplo, hizo de la necesidad virtud y secularizó la idea del hombre a través de la comedia".

LA HUIDA

Casiodoro de Reina huyó, en 1557, con sus padres y hermanos, "una unidad familiar que podría delatar sus orígenes judíos", según Andreu Jaume. Vivió en por Ginebra, Londres, Amberes, Basilea, Estrasburgo y Fráncfort. Siempre perseguido por la red de espías de Felipe II, que nunca llegaron a darle alcance. Para empezar, en Ginebra se topó con la intolerancia de Calvino, quien ordenó la muerte a fuego lento (1553) del pensador y científico español Miguel Servet. En Londres Casidoro de Reina celebró oficios religiosos en su casa, pero su propósito era el de "institucionalizar una iglesia", leemos en el prólogo de Andreu Jaume, para lo que tuvo que redactar una Confesión de fe, una declaración de intenciones, digamos. Es relevante porque "se trata del primer documento doctrinal de las congregaciones españolas protestantes". Se trataba de un pacto, un concierto entre Dios y los hombres. "Se prevenía a los fieles contra todos aquellos que, en lugar de predicarles el Evangelio, querían ser tiranos de sus conciencias", en palabras de Doris Moreno, autora del muy elaborado ensayo Casiodoro de Reina. Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI (Centro de Estudios Andaluces).

Doce años estuvo [Casiodoro] trabajando en la Biblia del Oso que se imprimió el 28 de septiembre de 1569. Se imprimieron 2.600 ejemplares.

Logró su objetivo Casiodoro de Reina: el obispo asignó a la congregación española la iglesia de St. Mary Axe. Casiodoro se casó en 1561 con Ana de León, hija de un converso de ascendencia española residente en Fráncfort. En 1563 fue acusado por dos monjes de haber abusado de un muchacho hacía tiempo, lo que provocó que Isabel I le retirara la pensión y se instalara en Amberes. Los dos monjes que le acusaron volvieron a España, "seguramente protegidos por la Inquisición". La comunidad española en Londres se disolvió.

Felipe II había puesto precio a su cabeza, era un hereje de libro, pero Casiodoro siguió traduciendo mientras huía en Montargis, en Fráncfort, en Heidelberg, en Estrasburgo y en Basilea gracias a la ayuda de un benefactor, el banquero converso Marcus Pérez. Doce años estuvo trabajando en la Biblia del Oso que se imprimió el 28 de septiembre de 1569. Se imprimieron 2.600 ejemplares. Después, ya con tres hijos, se dedicó al comercio de seda y de libros, limpió su nombre en Londres, publicó un catecismo en castellano y murió en 1594 como pastor en Fráncfort. Alcanzó los 74 años tras haber conocido y tratado a numerosas personalidades de su época.

¿Por qué a su Biblia se la conoce como la del Oso? Porque el impresor Thomas Guarin de Basilea uso para la cubierta del libro la marca tipográfica de Samuel Biener, Apiarius (apicultor): un oso apoyado sobre sus patas traseras que lame la miel de un panal que está en el interior de un árbol. El oso es el emblema de Berna, donde estuvo el taller de Biener. Abajo y a la derecha, aparece una cita de Isaías: "La palabra del Dios nuestro permanece para siempre".

Tomás Pollán ahonda en la relevancia de esta Biblia: "Casiodoro le concedía mucha importancia a su empeño, pues confiesa en el prefacio que, cuando los españoles lean en su lengua el texto bíblico, habrá un cambio general en la sociedad. A despecho de la presión ejercida por el fanatismo de todos los credos de la época, y a pesar de las varias persecuciones sufridas por parte de todas las confesiones a lo largo de los años en que estuvo ocupado en la traducción, Casiodoro manifestó en su obra una gran independencia de criterio respecto de las polémicas religiosas y teológicas de la Europa del siglo XVI. La traducción es una obra maestra de la prosa castellana, una de las cumbres literarias de nuestra lengua".

>> Para leer la nota completa en EL MUNDO, pinchar aquí.

Quien esté interesado puede ver el vídeo al pie de estas líneas, con la participación de Félix de Azúa el 7 de noviembre de 2019 en el XVI Congreso de la Asociación de las Academias Españolas (ASALE).

Fuente: ELMUNDO.ES / MANUEL LLORENTE / Edición: Actualidad Evangélica

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