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OPINIÓN / LA HISTORIA DE LA IGLESIA A TRAVÉS DE LOS AVIVAMIENTOS

La Historia de la Iglesia a través de los Avivamientos. «Pentecostés»

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Continuamos con la cuarta entrega de esta interesante serie titulada "La historia de la Iglesia a través de los avivamientos", a cargo de Juan Manuel Quero Moreno

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(JUAN MANUEL QUERO, 10/12/2020) | Podríamos decir que el primer libro de historia de la iglesia es «Los Hechos de los Apóstoles», cuya autoría corresponde al evangelista Lucas. Este libro recoge, de forma muy ordenada, los primeros hechos de los apóstoles, pues, ellos serían los que realizarían el cometido de ser fundamento para la iglesia naciente (Efesios 2:20).

Además, la descripción histórica de la manifestación y descripción del Espíritu Santo, también se plasma, sin ningún tapujo.  

Este libro se inicia con una explicación, o prólogo, que lo relaciona con el evangelio sinóptico de Lucas. En este relato se presenta a Jesús dejando evidencias claras de su resurrección; ascendiendo al cielo posteriormente y dejando un cometido importante, «en el Espíritu Santo», especifica el evangelista, que marcará una nueva etapa (Hecho 1:1-5). Se resalta la idea del sufrimiento o padecimiento de los mismos apóstoles y discípulos, que tenían que esperar la promesa del Espíritu Santo, una vez Jesús ascendiera. Así, Lucas presenta a los apóstoles y mujeres, además de la madre de Jesús y sus hermanos, es decir a 120 discípulos en un aposento alto de Jerusalén, esperando la venida del Espíritu Santo (Hechos 1:12-15). Cuando llega el día de Pentecostés, nos aclara Lucas que estaban todos allí, y que se cumple la promesa del bautismo en el Espíritu Santo (Cf. Juan 7:38-39; Hechos 2:1-4).

20201210 1El día de Pentecostés, sería uno de los nudos de inflexión que nos marca lo que también podría entrar en orden a un avivamiento sin precedentes. Es verdad, que estamos en una etapa incipiente del cristianismo; todo es un tanto convulso y precipitado; pero, la influencia y trascendencia sería universal, tanto en el tiempo como en el espacio. Era una fiesta judía, que se celebraba 50 días después de la «Pascua», tal como indica el mismo nombre de la fiesta. Era una de las tres fiestas más importantes, por las que, el pueblo de Israel se movería hacia el templo de Jerusalén para su celebración.  Según el exégeta Jean Potin, esta fiesta recordaba la creación del pueblo de Israel, pues, desde el Siglo II a. C. tenía ya esta significación y celebración. Desde el monte de Sinaí, y después de la esclavitud egipcia, el pueblo tiene unas directrices claras, unos mandamientos y un propósito[1]. Esta fiesta también se relacionaría con la celebración agrícola de las «Semanas o Cabañas», tiempo en el que se recogían los primeros frutos. La redención de Cristo, estaría seguida de este «Pentecostés», que significaría una gran cosecha; un nuevo orden, que al igual que la Pascua se transformó en la institución de la Santa Cena cristiana. Ahora, esta significará, ya no la existencia del pueblo de Israel, sino la del cristianismo.  La venida del Espíritu Santo produjo un fruto diferente; la escena fue como la descrita en la narración de Éxodo 19:16-18[2]. El escenario está totalmente permeado por la Palabra de Dios, por toda la plataforma del Antiguo Testamento, que dio a luz al Mesías, y donde el Espíritu Santo será el protagonista de este sublime acontecimiento. Como dice Harry R. Boer:

En pentecostés se produjeron cambios fundamentales en el carácter y la estructura del pueblo de Dios: a) La iglesia universal del Nuevo Testamento reemplazó a la congregación estrictamente israelita, expresada en el templo y la sinagoga. b) El pueblo de Dios dejó de ser un pueblo nacional y se transformó en una comunidad internacional y universal. c) El predicador reemplazó al sacerdote; el púlpito reemplazó al altar, y el testimonio de la iglesia del sacrificio de Cristo reemplazó al sacrificio ceremonial de animales. La capital religiosa de los judíos era Jerusalén. Ellos guardaban la ley, el sábado, y la circuncisión. La iglesia no tiene una ciudad capital, ni templo, ni sacerdote, ni altar, ni tierra santa. La iglesia pertenece a todas las naciones y en ellas tiene su campo de acción; donde está la iglesia allí está su Señor presente, y adora a Dios de muchas maneras.»[3]>

El carácter de un número, como el de «120 reunidos en el aposento alto», nos da, no solamente un sentido del remanente que espera en Dios, sino que podemos ver en ello, toda una simbología del nuevo orden, donde la Palabra de Dios es interpretada para este momento, y se dan esos elementos básicos para un nuevo despertar. Hay preocupación y crisis, pues, están confinados en el cenáculo, sin saber lo que ocurriría ante aquellos contrarios a Cristo. Están todos unidos, orando; pero, además, con una gran expectativa de lo que acontecería según la promesa recibida. Si bien se mencionan por nombre a los apóstoles que estaban allí, también aparecen en un rango similar todos los demás, las mujeres, la familia de Jesús, y otro número de discípulos. En este nuevo tiempo, Dios vuelve a resaltar la presencia de la mujer, al igual que lo hizo desde la cruz, o desde la resurrección. En pentecostés no se haría ninguna exceptuación por sexo, raza o estatus social. El Espíritu Santo es dado a todos los que esperaban en Él, pues, de forma simbólica nos dice que esas lenguas fueros distribuidas para todos, y el milagro de la «glosolalia» prepara todo el devenir universal, para compartir lo que estaba ocurriendo a todo el mundo. El avivamiento, tiene un propósito intrínseco que transformó las vidas de los que esperaban en el aposento alto; pero, también tiene un efecto de proyección sobre los que tendrían que convertirse, una multitud, que celebrando la fiesta judía de «Pentecostés», son atraídos allí ante lo que estaba ocurriendo. Comenzaba el cometido de «la gran comisión: «[…] pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, Judea, Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8, 9).  El historiador Latourette resalta cómo aquellos que habían creído en Cristo pudieron experimentar la venida del del Espíritu Santo, después de experimentar la resurrección de Jesús. Eran personas nuevas, pues tuvieron que sujetarse a Dios para tener una expectativa nueva, convirtiéndose en testigos entusiastas. [4] Es en esta experiencia de plenitud del Espíritu Santo en las vidas de los creyentes, que, ante la expectación de los judíos procedentes de los tres continentes conocidos en la época, África, Europa y Asia, que el apóstol Pedro comienza a presentar el Evangelio. Palestina sería pasillo estratégico y central entre estos continentes citados anteriormente, y más de 3.000 personas fueron añadidos a la iglesia.

La lengua del pueblo de Dios no era el hebreo, sino la lengua de cada pueblo. En este pasaje Lucas nos presenta una sugerencia muy clara referente a las lenguas y a todos los judíos que allí llegaron de diferentes pueblos, y es que el Evangelio ya puede ser entendido por todos los pueblos.  Esto, en el momento que Lucas escribe el libro de los «Hechos de los Apóstoles» (alrededor del 80 d. C.), ya se había constatado, pues incluso en Roma se habían formado comunidades cristianas, y en breve se esperaba llegar hasta España (lugar donde se encuentra la comarca de «Finisterre», que en latín significa «lo último de la tierra»).

Habiendo llegado a este punto, quisiera ilustrar los aspectos más importantes de lo que significará este avivamiento, mediante una de las muchas representaciones pictóricas sobre «Pentecostés». A lo largo de la historia, han sido muchos los artistas que han representado este evento histórico, tales como, Tiziano, Jean Baptiste Jouvenet, Juan Bautista Mainó y otros. Pero, quisiera usar el de El Greco. Uno de los lugares representados entre los presentes en Pentecostés, era Creta, lugar donde también nació El Greco, aunque fue durante su residencia en Toledo, lugar en el que estuvo hasta que murió, que pintó el magnífico retablo de «Pentecostés». Sin entrar en el estilo tan personal de esta pintura, que supone importantes reminiscencias góticas, para introducir un manierismo que acerca al barroco de la Contrarreforma del XVII, me gustaría comentar todo lo que nos acerca a este avivamiento. Desde la archidiócesis de Toledo, El Greco quiso describir, como pintor abanderado de la Contrarreforma, la importancia de la madre de Jesús como figura central en la isocefalia[5] de la pintura, la experiencia de Pentecostés. Esta nos ayudará a entender lo que ocurrió según lo dicho hasta ahora.

1º) En realidad, el protagonista de esta pintura, y donde se dirigen casi todas las miradas, es el Espíritu Santo, representado en la pintura como una paloma. Lucas nos enseña, que lo ocurrido, no es algo planificado por los hombres, fue «de repente» que vino el Espíritu Santo. Nosotros no provocamos un avivamiento, pero hemos de seguir lo que Dios nos dice, para que el Espíritu Santo lo produzca.

2º) Las lenguas de fuego, no es lo destacado, sino lo que estas significarían, que el evangelio fuese entendido por todos. El avivamiento de Pentecostés, supone la destrucción de las barreras que limitan la obra de Dios. El Evangelio no debe tener el formato limitante de una institución, ni siquiera de una cultura o religión, cuando esto excluye a otros; sino que han de usarse todos los códigos y medios de comunicación para que todos lo entiendan.

3º) En realidad, estas lenguas de fuego son pequeñitas, pero, son los personajes los que aparecen como llamas, con un juego de luces y de cromática muy especial, que intenta describir «el bautismo del Espíritu Santo». Los creyentes han de vivir llenos del Espíritu Santo, para que, a pesar de las situaciones críticas, de pecado e imperfecciones, podamos ser usados por Dios para realizar el cometido que da propósito a la vida.

4º) Una mujer que parece representar a María Magdalena, y que podemos entender como otra de las barreras que se tendrían que abolir, la discriminación por motivos de género. Las características de la mujer, que junto a María también se expresa en un sentimiento diferenciador, están en el centro.

5º) La oración representada por las manos en el centro, forman parte de la adoración de conjunto. Es una expresión dinámica, con las manos alzadas, expectantes y dependientes.

6º) Todos unánimes, juntos, la división de los creyentes es la antítesis del avivamiento. El remanente de los 120 significa la unidad para abrir todas las puertas necesarias. 

QUERO7º) Solamente hay una mirada, que no corresponde a uno de los doce apóstoles, que sale de la escena, dirigiéndose al espectador, al que observa lo que ocurre. Sin ser dogmático, y viendo el parecido con alguno de los autorretratos, quisiera pensar que es la misma representación de El Greco. Aunque no fuese este el significado que quisiera darle el artista, me tomo la licencia para hacer una interpretación personal: Hemos de mirar también hacia los que están afuera, los no creyentes; el avivamiento ha de repercutir en la conversión de muchos, como ocurrió en Pentecostés.

Notas:

[1] Cf. Jean Potin. «Pentecostés, nacimiento de la iglesia». En: 2000 años de cristianismo: la aventura cristiana, entre el pasado y el futuro.  Tomo I. Sedmay Ediciones, S. A.: Madrid: 1979, p. 22.

[2] Id.

[3]  Harry R. Boer. Historia de la Iglesia Primitiva. Miami, Florida: Editorial Unilit, 2001, p. 32.

[4]  Kenneth Scott Latourette. Historia del cristianismo.  Tomo 1. El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1979, pp. 95, 96.

[5] Técnica artística que consiste en poner las cabezas de los personajes en una misma línea, que en este caso tiene una representación especial, ya que María está en el centro en una actitud majestuosa, pues estando sentada, sigue teniendo el mismo nivel con los que están de pie.

Autor: Juan Manuel Quero Moreno


© 2020. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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