OPINIÓN / TESTIMONIO - por JORGE FERNÁNDEZ
(JORGE FERNÁNDEZ, 26/11/2020) Ayer se apagó definitivamente la estrella de una figura extraordinaria del fútbol mundial, Diego Armando Maradona, considerado por muchos el mejor jugador del mundo y, sin duda, uno de los cuatro o cinco mejores futbolistas de la historia. Fallecía por una parada cardiorrespiratoria, pocos días después de ser operado de un edema cerebral y, menos de un mes después de cumplir 60 años.
Mientras las redes sociales se llenan de imágenes y vídeos con algunas de sus jugadas más recordadas, y miles de argentinos se acercan a la Casa Rosada (sede del gobierno argentino) para darle el último adiós, no puedo evitar dejarme llevar por los recuerdos de mi infancia, que transcurrió de forma paralela y con algunos puntos en común con la de “el Diego”, salvando las distancias.
MI “NO” PARTIDO CONTRA DIEGO
En 1973 yo tenía 13 años y cursaba 1º de la escuela secundaria. Tras el regreso de la democracia a la Argentina y la victoria del Justicialismo, que traería de regreso a Juan Domingo Perón desde su retiro en España para presidir por última vez el país, se celebraron los III Campeonatos Evita, creados en 1948 por la Fundación Eva Perón y que, tras sus dos primeras ediciones -1948 y 1949- dejaron de jugarse. Era un torneo en el que participaban cientos de miles de niños de todas las provincias del país.
Yo participé con ms compañeros de la Escuela Normal Nacional de San Justo, provincia de Buenos Aires. Algunos éramos niños muy pobres, aunque entonces no lo sabíamos, y esos torneos tenían como objetivo la integración, el control médico y la promoción del deporte entre los adolescentes. Recuerdo que, como no teníamos dinero para comprarnos camisetas, el profesor de educación física nos dijo: “traigan una camiseta de color blanco”. Fue la única indicación. Así, cada uno se puso lo que pudo. Yo jugué con una camiseta blanca de algodón, de esas de abrigo interior. (No ha de extrañar que nadie nos haya hecho fotos).
"Mi sueño es jugar el mundial" - Diego Maradona, a los 12 años
Las eliminatorias eran directas por lo que, tras ganar dos partidos y perder uno, fuimos eliminados. A mí me quedó la satisfacción de haber marcado dos goles en esos tres partidos y de poder ver (¡con lupa, eso sí!) mi nombre impreso en un periódico de tirada nacional, donde se publicaba la información de las clasificaciones, los equipos y los goleadores. Fue mi logro futbolístico más laureado… y efímero.
De haber llegado a la final metropolitana, me hubiera enfrentado a Maradona quien, a sus 12 añitos, militaba en el equipo de Los Cebollitas -filial del Argentino Juniors- un equipo que por aquel entonces llevaba 136 partidos sin perder y del que todo el mundo hablaba. A esa época pertenece la famosa imagen en la que Dieguito, con 12 años, dice ante las cámaras de Sábados Circulares (Canal 13) aquello de: “Mi sueño es jugar el mundial”. ¡Tan canijo y ya lo tenía claro!
FÚTBOL, RELIGIÓN Y GLORIA
En cuanto a mí, sin tener una ambición tan clara como la de aquel “cebollita”, como muchos niños y adolescentes argentinos también tuve mi etapa en la que soñé con ser futbolista profesional. En Argentina, el fútbol es lo más parecido a una religión y, aunque por aquel entonces yo ya había empezado a asistir a la escuela dominical de una iglesia evangélica, invitado por una familia vecina, mi sueños de gloria futbolera seguían intactos. Fui a probar suerte al Vélez Sarsfield, club de primera división del que éramos socios con mi familia. “Volvé más adelante, pibe”, me dijo el entrenador de la novena después de darme unos minutos en el campo. Y volví, pero no al Vélez, sino al Ferrocarril Oeste, otro club porteño de primera división. Esta vez me lucí más y en los 15 minutos que jugué marqué un gol y todo… pero no fue suficiente. O, mejor dicho, sí fue suficiente… para darme cuenta de que el fútbol profesional no iba a ser lo mío.
Miles de argentinos despiden los restos mortales de Maradona en la Casa Rosada, sede del Gobierno
Me di cuenta de que, para conseguir un hueco en un plantel de aquellos, en los que había tantos pibes que "la gastaban", con el mismo sueño, en un país donde se nace con una pelota bajo el brazo y abunda el talento en cada potrero, en cada solar, en cada campo, en cada club de barrio… sólo unos pocos, los mejores, consiguen llegar a profesionales.
Eso es lo que hace de Maradona un futbolista tan grande. Brillar en un cielo sin estrellas es muy fácil, pero brillar -destacar como “el mejor”- en un país lleno de futbolistas brillantes en potencia, y luego refrendarlo a escala planetaria, eso… eso está al alcance de muy pocos.
En 1976, a mis 16 años, en un campamento a 45 Km de Buenos Aires, yo entregaba mi vida a Jesucristo y dejaba toda corona y toda gloria futura a sus pies. Ese mismo año, el 20 de octubre, diez días antes de cumplir los 16, Diego debutaba en primera división con el Argentinos Juniors, y acariciaba la gloria deportiva por primera vez. En referencia a esa tarde, Maradona dijo: «ese día toqué el cielo con las manos».
EL MUNDIAL DE 1978 EN ARGENTINA: MI VUELTA OLÍMPICA
Su evolución en Argentinos Juniors fue arrolladora y, un año después de su debut, con 17 años, Maradona estuvo a punto de ver cumplido aquel sueño que había declarado tan atrevidamente 5 años atrás para la TV argentina. Sin embargo, no pudo ser. Pese a estar en un gran momento de forma y haber sido convocado para amistosos con la selección absoluta, finalmente el seleccionador, César Luis Menotti, le comunicó que no lo convocaría. En aquel mundial “el diez” de Argentina sería Mario Alberto Kempes. Maradona nunca le perdonaría esta exclusión a Menotti, pero Kempes no defraudó. "El matador", como se le apodó en su etapa en España, fue la gran estrella de aquel mundial.
César Luis Menotti (d) conversa con Diego, con la camiseta de Argentinos Juniors. El DT comunicó a Maradona que no le convocaría para el Mundial 78 en Argentina.
Enojado como estaba, no sé si Diego asistió a los partidos del mundial 78. En cuanto a mí, que me encontraba entonces cumpliendo con el servicio militar obligatorio, ¡me di el lujo de dar la vuelta olímpica con "la albiceleste" tras ganarle la final a Holanda por 3-1! Eso fue posible porque me tocó hacer guardia y desarrollar tareas logísticas en los últimos tres partidos del mundial. ¡El de la final en River Plate, Argentina-Holanda, dentro del campo de juego! Fue una noche inolvidable para todos los argentinos, que yo disfruté como una bendición del Padre para mi vida.
EL APLASTANTE PESO DE LA FAMA Y LA GLORIA
Lo demás, es historia conocida. En 1979, el nombre de Maradona empezó a sonar en todo el mundo tras el Mundial Juvenil de Tokio, Japón. Tras ganarle 5-0 a Indonesia; 1-0 a Yugoslavia; 4-1 a Polonia; 5-0 Argelia; 2-0 a Uruguay, el equipo liderado por Diego se impuso a la URSS en la final por 3-1, recibiendo Maradona el premio al mejor jugador del torneo.
El día más feliz. Argentina se consagra campeona del mundo por segunda vez. México 86
Después llegaría la etapa en Boca Juniors, el Barcelona, el Nápoli, el Mundial de México -con el “gol del siglo” contra Inglaterra y la segunda Copa del Mundo para Argentina-…
Y así iba creciendo un mito que empezaba a mostrar fisuras bajo el aplastante peso de la fama y de la gloria de los hombres… Mucho peso para aquel niño pobre y atrevido de Villa Fiorito que “tocó el cielo con las manos” y vio superados sus sueños, llegando a tener riquezas y honores impensables, a una edad tan temprana.
“ACUÉRDATE DE TU CREADOR EN LOS DÍAS DE TU JUVENTUD…”
Cuando vuelvo a mi infancia, puedo enumerar muchas similitudes con Maradona. Yo también supe lo que es vivir en la pobreza. Conocí lo que es vivir en un barrio humilde del Gran Buenos Aires -Ramos Mejía- con calles sin asfaltar ni alcantarillado, con agua de pozo sacada con bomba; supe lo que es escuchar el golpeteo musical de la lluvia sobre el techo de zinc de una casa prefabricada, de madera, y supe de juegos en calles embarradas y potreros en los que soñábamos con ser futbolistas, con zapatillas rotas, pelotas de goma y camisetas de algodón… Supe lo que es jugar un Campeonato Evita y que tu nombre salga en la prensa… ¡Supe lo que es soñar con ser una estrella del fútbol!
Allí se acaban las similitudes.
No lo juzgo. No deber ser fácil levantar los ojos al cielo, para alguien que tiene en su agenda el teléfono privado del Papa. Las “coronas” de este mundo pesan mucho, y la “gloria de los hombres” paga mal. |
Cuando vuelvo a 1976, veo en mi vida el punto de inflexión en un encuentro con Jesús que me pondría en el camino de “la GLORIA" (con mayúsculas) y de la bendición de Dios.
La Biblia dice, “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: no tengo en ellos contentamiento”[1]. Se dice que en los últimos meses Maradona andaba muy deprimido. No sé cuántas veces se habrá acordado Diego de Dios para darle gracias o pedirle ayuda a lo largo de su vida. No lo juzgo. No deber ser fácil levantar los ojos al cielo, para alguien que tiene en su agenda el teléfono privado del Papa. Las “coronas” de este mundo pesan mucho, y la “gloria de los hombres” paga mal.
Me consta, eso sí, que en algunos momentos de su vida, “cuando llegaron los días malos”, Diego tuvo la oportunidad de escuchar el evangelio a través de pastores evangélicos que estuvieron muy cerca de él. Y uno de sus amigos de la juventud, exfutbolista y compañero de éxitos en Argentinos Juniors y la Selección Argentina, Silvano Espíndola, es desde hace muchos años pastor de la iglesia evangélica Casa Sobre La Roca, en Boca Ratón, Florida, EEUU., y fundador de la escuela de fútbol Fair Play (donde se han formado futbolistas como Radamel Falcao).
“FUISTE LO MEJOR QUE VI DENTRO DE UNA CANCHA
— Silvano Espindola (@Silvandan) November 25, 2020
PERO SIEMPRE SOSTUVE COMO MUCHÍSIMOS QUE TE CONOCIMOS DE VERDAD, QUE ERAS MEJOR COMO PERSONA.
ADIÓS AMIGO... NOS VEMOS EN EL CIELO CON NUESTRO SEÑOR JESÚS pic.twitter.com/4NFeNA93vy
Precisamente, Espíndola, despedía ayer a su viejo amigo con un mensaje esperanzador a través de su cuenta de Twitter: “Fuiste lo mejor que vi dentro de una cancha pero siempre sostuve como muchísimos que te conocimos de verdad, que eras mejor como persona. Adiós, amigo… Nos vemos en el cielo, con nuestro Señor Jesús”.
¡Quién sabe! Después de todo, quizás Diego se haya acordado del Creador en sus últimos días malos y el Dios misericordioso haya decidido que ya era su hora. Que el partido de la vida ya había terminado para él. ¡Ojalá que con victoria!
Q.E.P.D.
© Jorge Fernández – Madrid, jueves de de 2020.-
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