CONFI(n)ADOS / REFLEXIONES DESDE EL ENCIERRO
CONFI(n)ADOS / "Desfasados..."
"Así es como debemos seguir, sin desfasarnos por error o impaciencia. Siendo muy conscientes del tiempo en el que estamos y acompasando nuestras vidas, culto y ministerios a los tiempos que vivimos"
Masificación en las calles de Madrid, este fin de semana
(JORGE FERNÁNDEZ, 13/05/2020) | Hoy quiero dedicar mi reflexión a los desfasados … Me explico.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, desfasar, en su segunda acepción, es “no adaptarse a las circunstancias, las corrientes o las costumbres de determinado momento”.
Consecuentemente y, para el caso que nos ocupa, podemos decir que una persona desfasada, es aquella que no se adapta a las circunstancias o las corrientes de un momento determinado.
Como es de conocimiento público, el pasado 28 de abril el Gobierno de España anunció su Plan de Transición hacia la nueva normalidad -también denominado, plan de desconfinamiento o desescalada- dividido en cuatro fases, de la 0 a la 3, y que busca flexibilizar gradualmente las estrictas medidas del estado de alarma que, desde su decreto el 14 de marzo, mantiene a la población encerrada en sus casas y a todos los sectores productivos y económicos paralizados.
Este lunes, 11 de mayo, ha entrado en vigor la FASE 1 de dicho plan en algunos de los territorios donde las condiciones, según los criterios objetivos establecidos, lo permiten. Algo más de la mitad de la población, según la lista del Gobierno, podrá volver a abrir sus comercios, reunirse, tapear, visitarse, despedir a sus muertos y trabajar, dentro de ciertas limitaciones, manteniendo las medidas de protección y distanciamiento social. Las autoridades sanitarias han insistido en la importancia de mantener la guardia alta y respetar las precauciones en materia de higiene y distanciamiento social para evitar un rebrote como los que ha habido en Alemania y, más recientemente, en Corea.
Pero poco han tardado algunos en brincar de la FASE 0 a lo que, cabe pensar, deben entender como su nueva normalidad particular. O, lo que es lo mismo, su vieja irresponsabilidad de toda la vida. Son los desfasados; los que no han entendido o no han querido entender la FASE en la que estamos ni las circunstancias que atravesamos.
En la Comunidad de Madrid, una de las regiones más castigadas por la pandemia con más de 8.000 muertos, casi la tercera parte de todos los fallecidos en España, aún no hemos podido entrar en FASE 1. Sin embargo, la Policía Municipal de Madrid ha intervenido este fin de semana en 400 fiestas privadas en domicilios tras ser avisados por vecinos como consecuencia de los ruidos y molestias que causaban. Una gran parte de estos grupos han sido multados como ha ocurrido también con 97 reuniones de personas que hacían botellón en los parques madrileños.
También se han visto ciudadanos desfasados en otras regiones de España, invadiendo terrazas, atestando parques, plazas y calles peatonales, sin guardar las preceptivas medidas de protección y distanciamiento social.
Por no hablar de compañías aéreas desfasadas, que han realizado vuelos internacionales con el pasaje completo e incluso reconociendo overbooking, sin proveer de mascarillas a los pasajeros, ni gel hidroalcohólico, ni coordinar distanciamiento alguno entre los pasajeros. Lo mismo en algunas compañías de transporte público, donde hemos visto algún que otro autobús interurbano en el que, además de ir ocupados todos los asientos, viajaba gente de pie. Como si no pasara nada…
Como en el conocido Juego de la Oca, hay algunos que parecen decir, “De oca en oca… tiro porque me toca”, cuando en algunos casos no les toca, y en otros, actúan sin pensar en el riesgo real de arrastrarnos a todos los ciudadanos -siguiendo la analogía del juego- a la temible “casilla 58”, la de “la calavera” o de “la muerte”, con la consecuente obligatoriedad de volver a la “casilla del inicio”, como manda el reglamento del popular juego. Lo que en nuestro caso, equivaldría a un rebrote de contagios y un regreso generalizado y ruinoso a la FASE 0. Algo que nadie queremos.
El popular Juego de la Oca y la temible casilla 58, que obliga volver al inicio de la partida... una analogía del riesgo que afrontamos con una desescalada imprudente
Pero, a diferencia del Juego de la Oca, “esto que estamos viviendo no es un juego”, como bien nos lo han advertido los profesionales sanitarios. Ellos lo saben bien. Igual que lo saben bien los cuidadores en las Residencias de Mayores. Somos un país, España, en el que se han contagiado casi 50.000 sanitarios y donde, de los más de 29.000 fallecidos por COVID-19, cerca de 18.000 han sido ancianos fallecidos en Residencias de Mayores, lo que equivale al 62% del total de fallecidos por coronavirus, según datos oficiales del Gobierno.
No, esto, sin lugar a dudas, no es un juego.
AHORA QUE SE REABREN LOS LUGARES DE CULTO
Conviene recordarnos esto también los cristianos evangélicos de España, ahora que se prevé que algunas iglesias podrán volver a reabrir sus lugares de culto a partir del próximo domingo 17 de mayo. La FEREDE ha elaborado y nos ha enviado un par de documentos con importantes recomendaciones que haremos bien en tener en cuenta y respetar. El coronavirus no ha desaparecido y sigue al acecho, por lo que la reapertura tiene que hacerse con mucha prudencia y siguiendo los protocolos de higiene, desinfección, distanciamiento social y protección. Y, por supuesto, solo en los municipios donde se haya entrado en FASE 1.
Nos llegan noticias de otras latitudes donde algunos pastores desfasados han desafiado al COVID-19 y han sufrido ellos mismos las consecuencias, en algún caso enfermando y muriendo, o en todo caso, favoreciendo la propagación del virus entre los fieles y las familias de sus congregaciones. Felizmente, éstas son unas pocas islas de irresponsabilidad en medio de un océano de prudencia y de buen hacer dentro del pueblo evangélico en general.
En España, la unidad y la prudencia exhibida por la inmensa mayoría de las iglesias evangélicas nos ha cuidado de convertirnos en focos de propagación del virus, como algunos auguraron o temieron al principio de la pandemia. Ello, sin embargo, no nos ha inmunizado al 100% de los contagios ni, lamentablemente, de sufrir dolorosas pérdidas entre las filas de nuestros pastores y fieles. Pero, con nuestro esfuerzo, buen criterio y con la ayuda de Dios, hemos conseguido no ser parte del problema y, en cambio, convertirnos en parte de la solución. Allí están las estadísticas para demostrarlo. Ya no hay iglesias evangélicas que sean focos de contagio, si es que alguna vez las hubo.
Allí está también la labor social y humanitaria de las iglesias y entidades evangélicas, entre los recursos esenciales (cuando no únicos) en muchas ciudades donde, la acogida a refugiados, la atención a víctimas de violencia machista -que según los expertos se ha disparado durante el confinamiento-, el rescate de mujeres prostituidas, el reparto de alimentos al creciente número de familias en situación de vulnerabilidad social, el acompañamiento a personas solas, el cuidado de los ancianos y de enfermos por el COVID-19, ha requerido la atención de alguno de los más de 56.000 voluntarios y de los profesionales evangélicos en algún rincón de España.
Así es como debemos seguir, sin desfasarnos por error o impaciencia. Siendo muy conscientes del tiempo en el que estamos y acompasando nuestras vidas, culto y ministerios a los tiempos que vivimos, lo cual es un principio de sabiduría espiritual. Como nos recuerda el Eclesiastés[1]:
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
Que Dios nos ayude a guardar los tiempos para no estar desfasados, ni pecar de falta de sabiduría o de prudencia. De ese modo podremos seguir siendo luz y bendición para nuestros conciudadanos en este tiempo de crisis; en este tiempo de guerra contra ese enemigo letal, invisible, que aún, nadie lo dude, está al acecho.
© Jorge Fernández – Madrid, miércoles 13 de mayo de 2020.-
[1] La Biblia, Eclesiastés 3:1-8
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