OPINIÓN / SIN ÁNIMO DE OFENDER
¿Periodismo amarillo en EL PAÍS?
"Es difícil encontrar en tan pocas líneas, todas juntas, expresiones tan cargadas de prejuicios y esgrimidas con tanta frivolidad para referirse a pastores, fieles e iglesias de una confesión religiosa a la que el periodista se acerca no solo con extrañeza, sino con sorna y desprecio"
(JORGE FERNÁNDEZ, 04/01/2020) | Hubo un tiempo en el que los grandes periódicos de este país, de España, destinaban a la información religiosa a algunos de sus mejores periodistas.
Eran periodistas que sabían de lo que hablaban o escribían y si no, se informaban, investigaban, e incluso se especializaban en el tema. A tal punto, que algunos de ellos podían llegar a conocer más y mejor los fundamentos de una determinada confesión religiosa, que muchos de los fieles de dicha confesión, aunque ellos no la profesaran e incluso la abordaran desde la distancia o la crítica. En este caso, cuando criticaban, lo hacían con tal rigor y respeto por la profesión periodística que daba gusto responderles, porque le obligaban a uno a hacerlo con el mismo rigor y esmero, aún desde la discrepancia o la matización puntual.
Hubo un tiempo en el que los grandes periódicos de este país, de España, destinaban a la información religiosa a algunos de sus mejores periodistas. |
Tuve el privilegio de coincidir con algunos de ellos durante algunos años, desde mi incorporación a la oficina de prensa de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE). La mayoría de ellos se han jubilado o “los han jubilado” por recortes en plantilla en alguna de las tantas crisis que vienen sufriendo los medios de comunicación tradicionales en la era digital. Algunos, pocos, han sabido abrirse camino en internet, como es el caso del equipo de Religión Digital, un medio especializado que da gusto leer. Pero la mayoría de los grandes medios han dejado vacante el área de “religión”. La información religiosa hay que buscarla hoy el cajón de sastre que es “sociedad”, donde cabe todo, y está en mano de becarios o de periodistas que poco o nada saben del tema y no se toman el tiempo para documentarse.
Este es el contexto en el que hay que situar el artículo que hoy publica EL PAÍS, titulado, “Los evangélicos conquistan el polígono: 17 iglesias en dos calles”, que ha causado gran malestar en la comunidad evangélica, que nos hace recordar con nostalgia aquellos tiempos, no tan lejanos, y nos lleva a preguntarnos: ¿dónde ha quedado el compromiso de EL PAÍS con el buen periodismo?
La ignorancia en este caso es el menor de los males que evidencia el artículo. Expresiones como “evangelistas”, en lugar de “evangélicos”; y “misas”, para referirse a las celebraciones evangélicas, serían impensables en aquellos periodistas especializados a los que hacíamos referencia.
Lo peor, decimos, no es la ignorancia y las inexactitudes sino el enfoque y el tono. Es difícil encontrar en tan pocas líneas, todas juntas, expresiones tan cargadas de prejuicios y esgrimidas con tanta frivolidad para referirse a pastores, fieles e iglesias de una confesión religiosa a la que el periodista se acerca no solo con extrañeza, sino con sorna y desprecio.
De ese modo, el Polígono del Aguacate es “una inmensa guarida” para las iglesias evangélicas; un pastor de origen extranjero “con unas pupilas grandes color carbón”, no asiste pastoralmente a una persona, sino que la “embauca”. Los lugares de culto de estas iglesias “no son iglesias al uso” y crecen “a diferencia de la Iglesia católica” (las comparaciones, siempre odiosas…), que no crecen. Un diácono africano “va ataviado de un llamativo traje amarillo” (sic). Los carteles con textos de las Escrituras “son más propios de un photocall”; la frase con la que un predicador concluye su homilía “parece un eslogan”; y la liturgia cultual es “un desfile de bailarinas y un karaoke”.
Si esto no es “xenofobia” – fobia al extranjero, según el diccionario de la RAE, pero que también puede traducirse como “fobia o rechazo a lo que nos resulta ajeno o extraño a nuestra cultura”- que alguien nos lo explique.
La gran paradoja es que al pie del artículo puede verse el sello de calidad de The Trust Project (TTP) (TTP), a cuyos criterios de calidad periodística adhiere EL PAÍS. |
Otras expresiones como “secta”, “fundamentalistas”, “Bolsonaro”, “extranjeros”, “mitin”, aparecen en el artículo para completar la caricatura. ¡Ah! Y en la descripción ¡no se salvan ni los taxistas que ofrecen sus servicios a los 3.000 fieles que acuden a los servicios religiosos en la zona! No son servidores públicos, sino “taxistas avispados”.
Por alusión, debo añadir que el periodista me censuró la parte principal de mi respuesta a su consulta telefónica, que tenía un claro contenido reivindicativo. A la pregunta de “cómo se explica que haya tantas iglesias evangélicas en el Polígono del Aguacate”, mi respuesta fue que “una de las causas por las que muchas iglesias evangélicas están estableciendo sus lugares de culto en polígonos industriales tiene que ver con las dificultades que éstas encuentran para establecerse en zonas urbanas, debido a la aplicación restrictiva por parte de algunos ayuntamientos de la normativa sobre ruidos -lo que se tolera de forma discriminatoria con bares y otros establecimientos de pública concurrencia, mucho más ruidosos- y también por la falta de dotación de suelo público destinado al uso religioso por parte de las administraciones municipales”. Otra razón que mencioné es que, “obviamente, al no encontrar facilidades por parte de la Administración, y siendo que no recibimos ninguna ayuda pública para el establecimiento de lugares de culto, sino que todos los alquilamos, edificamos o reformamos con fondos propios donados por los fieles, los emplazamientos en algunos polígonos ofrecen ventajas económicas”.
Decir que “nos instalamos en las periferias porque es más barato y porque ahí no se aplican las normativas de ruido del centro”, creo que no hace justicia al fondo de mi respuesta y transmite la idea de que “los evangélicos huimos (¿a nuestras guaridas?) de las normativas municipales”.
TTP, el sello de calidad periodistica internacional a cuyos
criterios adhiere EL PAÍS aparece al pie de el citado artículo
La gran paradoja es que al pie del artículo puede verse el sello de calidad de The Trust Project (TTP), a cuyos criterios de calidad periodística adhiere EL PAÍS. El TTP es, según su propia definición, “un consorcio internacional de medios de comunicación que establece estándares de confianza y trabaja con plataformas tecnológicas para reafirmar el compromiso del periodismo con la transparencia, la precisión, la inclusión y la imparcialidad de manera que los lectores puedan tomar decisiones informadas”. Cabría esperar, pues, que EL PAÍS fuera un poco más riguroso en el cumplimiento de su compromiso con este sello.
Desde la oficina de prensa de FEREDE nunca hemos dicho que no a una consulta o una entrevista -ahora que tan de moda están los vetos a periodistas-. Siempre atendemos a los medios con el debido respeto y la mejor disposición, desde nuestro compromiso con la transparencia y la información veraz.
Y lo seguiremos haciendo, a pesar del cansancio y la nostalgia que a veces nos producen ciertos artículos…
Autor: Jorge Fernández
© 2020. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
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