SILBO APACIBLE / por GUILLEM CORREA
Los “Cristianos Alemanes”, siempre hay un colaboracionista disponible (3)
Tercer artículo de una serie sobre un tema que preocupa al autor: el papel de la Iglesia cristiana ante la deriva de una parte de la sociedad hacia un neofascismo
Ludwig Müller (d), colaboracionista nazi, Obispo de los "Cristianos alemanes" de la Iglesia Luterana, saluda a Hitler (i) durante un acto público
(GUILLEM CORREA, 15/03/2019) | El año 1933 fue un año terrible para la cristiandad en Alemania. Hitler primero neutralizó a la Iglesia Católica. Sabía cómo tratar con esa Iglesia y logró sus objetivos. Tras una negociación secreta, el 20 de julio de ese año anunció la firma de un Concordato entre el Reich alemán y el Vaticano.
Naturalmente que nunca tuvo la intención de cumplir con el contenido de dicho tratado, pero logró el objetivo deseado: Que el Vaticano firmara un Concordato con un gobierno fascista. La imagen pública del Führer salió reforzada de la operación y el coste fue insignificante para el Tercer Reich.
Hitler también sabía cómo tratar con la Iglesia Luterana. Le resultaría un poco más difícil por su estructura democrática, pero era sólo cuestión de tiempo. |
Pero Hitler también sabía cómo tratar con la Iglesia Luterana. Le resultaría un poco más difícil por su estructura democrática, pero era sólo cuestión de tiempo. Tras lograr la unidad orgánica del luteranismo alemán su siguiente paso era situar al frente de la misma a uno de los suyos.
El primer intento se produjo el 27 de mayo de 1933. El candidato del Régimen era Ludwig Müller.
Sin embargo, salió elegido como obispo de la Iglesia Unificada, Friedrich von Bodelschwingh. Era un hombre del ámbito social con un gran prestigio por el trabajo que estaba realizando. Poco duró como Obispo. No pudo, y no quiso, permitir la injerencia del Régimen fascista en la vida de la Iglesia.
Su renuncia abrió las puertas a que se volvieran a celebrar elecciones el 23 de julio. En esta ocasión, para evitar la situación anterior, se dejó muy claro que quien se opusiera a la candidatura de los “Cristianos Alemanes” sería acusado de traición.
La contribución de Ludwig Müller, el colaboracionista necesario, a la causa de los “Cristianos Alemanes” fue decisiva. Sin embargo, su identificación con el Régimen nazi tenía un precio: lo ataba al fascismo por el resto de sus días. Con la caída de Hitler, y la causa que defendía, el futuro de Müller estaba decidido. El mismo decidió quitarse la vida. |
A pesar de las amenazas, era una oportunidad y Bonhoeffer, y el movimiento de los “Jóvenes Reformadores”, no la quisieron desaprovechar. En un intento de promover a sus candidatos imprimieron toda una serie de octavillas. No tuvieron que esperar mucho para que la Gestapo irrumpiera en las oficinas de los “Jóvenes Reformadores” para incautarlas. Al enterarse Bonhoeffer de lo acontecido se presentó en la mismísima Gestapo para exigir que le devolvieran todo el material requisado. Tras una desagradable conversación le devolvieron el material con la advertencia de que si lo utilizaba para sus fines propagandísticos dentro de la Iglesia Luterana le enviarían a un campo de concentración.
Cuando el 23 de julio se celebraron las elecciones el resultado estaba cantado, aunque hubo cierta resistencia porque un 30% de los votantes se negaron a darle su voto a un candidato fascista.
Hitler había finalmente conseguido que su hombre de confianza estuviera al frente de la Iglesia Luterana: Ludwig Müller.
El 12 de noviembre de ese mismo año Hitler convocó un Referéndum para “consultar” al pueblo si estaba de acuerdo con que Alemania abandonara la “Liga de las Naciones” (la antecesora de la actual Naciones Unidas). El resultado fue el esperado, dado el control que el nazismo tenía sobre los medios de comunicación y sobre los centros del poder económico.
Para celebrar dicho éxito los “Cristianos Alemanes” convocaron una concentración de masas en Berlín. En la entrada al recinto las pancartas proclamaban “Un Reich (Imperio), Un pueblo, Una Iglesia”.
El líder de los “Cristianos Alemanes” de la capital alemana fue el orador principal. En el transcurso de su intervención dejó escapar por sus labios lo que realmente pensaban y pretendían los fascistas luteranos bajo ese lema.
Fuera del núcleo más próximo al fascismo esta manifestación pública, de identificación de la Iglesia Luterana con el Régimen nazi, generó un cierto rechazo. Fueron precisamente estas declaraciones las que contribuyeron a un creciente distanciamiento hacia los “Cristianos Alemanes”- que un número cada vez mayor de cristianos y de no cristianos, empezaban a considerarlos nazis fanáticos.
La contribución de Ludwig Müller, el colaboracionista necesario, a la causa de los “Cristianos Alemanes” fue decisiva. Sin embargo, su identificación con el Régimen nazi tenía un precio: lo ataba al fascismo por el resto de sus días.
Con la caída de Hitler, y la causa que defendía, el futuro de Müller estaba decidido.
El mismo decidió quitarse la vida.
Autor: Guillem Correa Caballé
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