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SIN ÁNIMO DE OFENDER / por Jorge Fernández

¿Dónde estabas el 11-M?

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(JORGE FERNÁNDEZ, 11/03/2019) | Hoy se cumplen 15 años del atentado del 11-M y distntos medios recogen testimonios de los ciudadanos, preguntándoles dónde estaban aquel fatídico 11 de Marzo de 2004, cuando Madrid se sumió en un baño de sangre, sudor y lágrimas.

Recuerdo muy bien dónde estaba yo aquella mañana, cuando estallaban las bombas contra cuatro trenes de la red de cercanías... ¡Cómo olvidarlo! Estaba muy cerca de los hechos, aunque a salvo. Lo he contado muchas veces, casi en cada aniversario de este trágico episodio de nuestra historia reciente.

Aquella mañana me dirigí a la estación de Coslada, próxima a San Fernando de Henares donde vivía entonces y vivo aún. Como cada mañana, mi mujer me acercó en coche hasta la estación, donde sobre las 7:50, aproximadamente, cogía un tren de la línea C2 o C7, con destino Atocha, seis estaciones por delante.

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Monumento a las víctimas del 11-M en Plaza Guernica, San Fernando de Henares. Detrás, dos de los 8 magnolios que recuerdan a los 8 vecinos, de entre las 191 víctimas mortales del atentado, pertenecientes al municipio.

Ese día salí de casa con un poco de retraso (una historia-leyenda familiar –no estamos muy seguros de que fuera así-, cuenta que mi hijo pequeño, jugando con mi despertador cambió la hora y por eso me dormí), así que al ver que el tren estaba detenido en el andén, salté del coche y corrí escaleras abajo y arriba. Monté en el primer vagón que encontré (uno de los centrales), jadeando pero aliviado por no haberlo perdido. Pero..., el tren no se movía. Pasaron un par de minutos, que a mí me perecieron eternos en aquellas circunstancias (¡llegaría tarde al trabajo!), y el tren seguía allí, con las puertas abiertas y sin moverse.

Finalmente, un policía subió al vagón y pidió, con una calma tensa reflejada en el rostro,  que descendiéramos del tren, que no saldría. Me bajé con fastidio, acordándome de RENFE y lamentándome de no tener otra forma de transporte público más directa para ir a Villaverde, donde trabajaba por entonces.

-“¿Y ahora qué hago?”, pensé. Mi mujer se había ido y me daba no se qué tener que llamarla para que me viniera a buscar. Impaciente, empecé a preguntarme por qué nadie daba ninguna información por los altavoces de la estación, sobre las demoras en el servicio. Mientras, el tren seguía detenido en el andén, con las puertas abiertas y un policía vigilando que nadie subiera.

- “Es mejor que salga de la estación”, me dijo el agente.

De pronto sonó mi teléfono móvil.

- “¡Jorge¡ ¿Estás ahí? ¿Estás bien?” – Era la voz de Alberto, un compañero de trabajo que me llamaba desde la oficina.

-  “Sí, estoy bien”- le dije, sin entender muy bien la razón de su llamada (al fin y al cabo, todavía no era la hora de entrada a la oficina). “Es que el tren no sale y no han dicho los motivos”, le dije. “No se si habrá alguna huelga, o qué”.

-  “Ah..., pero, ¿tú estás bien?”, me insistía. “Es que... están diciendo en la radio que parece que hubo algún atentado en Atocha...”, me dijo.

Recuerdo que entonces decidí salir de la estación y llamar a mi mujer para explicarle que necesitaba que me recogiera y me llevara a la oficina. Al hacerlo, me encontré en la calle a un montón de gente y a las fuerzas de seguridad bloqueando el paso a la estación.

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La edición valenciana del diario ABC publicó un resumen de "Crónica de una noche muy larga", con el testimonio del autor de este artículo | descargar

Me acordé entonces de lo que me dijo Alberto sobre un posible atentado y me di cuenta de que algo grave había pasado, aunque nunca hubiera podido imaginar lo que vimos apenas unos minutos más tarde, cuando Miriam vino a buscarme y fuimos a casa, y encendimos la tele.

-  “¡Es mi tren!”, pensé. “Yo debía haber estado en ese tren", me dije, dando gracias a Dios por haberme librado, pero sin poder articular una oración racional en el estado de shock en el que me hallaba.

Lo que pasó después me parece una película. Algo que no viví, sino que me lo contaron, aunque he sido yo quien lo ha contado muchas veces durante estos 15 años.

Esa mañana me fui finalmente a la oficina. Antes, cuando iba de camino, paré a una patrulla de la Policía local para comentarles los movimientos extraños de unos pasajeros que había observado en el tren el día anterior, con unas mochilas... (Hoy pienso que debía estar en cierto estado de “paranoia”, pero ese día ningún dato era subestimado). Me hicieron subir al coche patrulla y me llevaron a la comisaría de Villaverde, donde me tomaron declaración.

Al final terminé el día en el IFEMA, centro de convenciones convertido a la sazón en una improvisada morgue, intentando ser de utilidad como pastor evangélico. Allí me encontré con otros dos pastores –Enrique Montenegro y Henry Svenson— que fuimos de los primeros en acudir al pedido de “ministros religiosos” (entre otros colectivos asistenciales) que se hizo desde los medios de comunicación (por entonces no teníamos constituido el servicio de Capellanía evangélica que hoy gestiona el Consejo Evangélico de Madrid).

Fue un día largo, pero esa noche no podía dormir...,  así que me puse a escribir las vivencias del día, como una forma de desahogarme. Envié lo que escribí, bajo el título de "Crónica de una noche muy larga", a algunos medios y el diario ABC (edición Valencia) lo publicó de manera destacada en su sección de cartas de los lectores...

Así es como recuerdo el 11-M de 2004 y lo hago cada año, sobre todo cuando nos juntamos –como haremos esta tarde, Dios mediante—en la Plaza Guernica, en San Fernando de Henares, donde un monumento y ocho magnolios nos recuerdan que ocho sanfernandinos se cuentan entre las 192 víctimas mortales.

Asistiré esta tarde, con los sentimientos siempre encontrados, de dolor por las víctimas y sus familias... y de alivio y gratitud personal a Dios porque, en esa pequeña plaza, no haya un magnolio en recuerdo de mi memoria...

yo2Autor: Jorge Fernández

Noticia relacionada:

Crónica de una noche muy larga... (11/03/2013)

© 2019. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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