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OPINIÓN / MÁXIMO GARCÍA RUIZ

¿Dónde está Dios?

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20190119 1

1 Reyes 19:1-18

(Máximo García Ruiz, 19/01/2019) Una de las historias más dramáticas del Antiguo Testamento es la que vivió Elías huyendo de la malvada Jezabel. Se percibe su ansiedad, su angustia, su depresión.

Claro que no es infrecuente que, en muchas ocasiones, nos sintamos identificados con Elías en su abatimiento. Son muchos los escritores y muchas las personas anónimas que en momentos cruciales de su vida lanzan un grito desesperado: ¿Dónde está Dios? O ¿dónde estaba cuando le necesitaba tan angustiosamente?

Antes de esa situación extrema estábamos tan ocupados en nuestra tarea diaria que no tuvimos tiempo de hacer la pregunta. No echábamos de menos a Dios. Todo iba bien. Nada hacía presagiar que podría llegar la crisis. Había tiempo para el trabajo, para la familia, para los amigos, para el ocio…

Haciendo uso de una alegoría, Jesús mostró lo difícil que era que un rico entrara en el reino de los cielos. La dificultad no la introduce el dinero en sí, sino el amor, la dependencia, la ambición y el sometimiento a lo que representa el dinero.

La experiencia de Elías en esta segunda etapa marca un itinerario para nosotros también. Nos enseña que en los momentos de dificultad no debemos dejarnos vencer por el abatimiento. Hay que restaurar fuerzas y hacer frente al problema. 

Puede ser también el poder, el éxito, la fama, la exultante juventud, incluso la salud. Pero la vida da muchas vueltas. El dinero se puede perder. El poder es traicionero. El éxito es efímero. La fama desaparece incluso para los que más destacan. La juventud se pasa con los  años. Y la salud se quiebra cuando menos lo esperamos. Y es entonces cuando surge el grito: ¿Dónde está Dios?

I. Tránsito de la angustia a la confianza

Ya conocemos la historia de Elías. De tener un monumental éxito en el monte Carmelo (cfr. Cap. 18) pasa a convertirse en un cobarde fugitivo huyendo de las amenazas de una mujer. De tener fama como mensajero de Dios, que incluso los reyes dependían de él para ser ungidos como tales, pasa a esconderse en el desierto debajo de un enebro o a buscar refugio en una cueva. De la arrogancia que imprime el triunfo sobre sus enemigos, pasa a convertirse en un indigente sin capacidad de resolver su problema, hasta el punto de pedir a Dios que le quite la vida.

Y es precisamente en la soledad y en el abatimiento cuando le llega la visita del ángel del Señor, de quien recibe un tripe mensaje: 1) “Levántate, come”; 2) cuando ha restaurado fuerzas, le marca el camino hacia el monte Horeb, el monte de Dios, donde vuelve a refugiarse en una cueva; 3) de nuevo el mensaje: “¿Qué haces aquí?”; 4) y, finalmente: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová”.

La experiencia de Elías en esta segunda etapa marca un itinerario para nosotros también. Nos enseña que en los momentos de dificultad no debemos dejarnos vencer por el abatimiento. Hay que restaurar fuerzas y hacer frente al problema. Es necesario buscar el monte de Dios, el lugar preciso donde podamos conectar con Dios. Para ello, hay que “salir fuera”, fuera de nuestros errores, de nuestro abandono, de nuestra frustración, de nuestra pasividad, de nuestra falta de fe. En resumen, siguiendo la indicación del ángel: ponerse delante de Dios para recibir su ayuda.

II. ¿Cómo se muestra Dios?

Vivimos tiempos de grandes espectáculos. Fastuosos musicales, como “El Rey León”, que triunfa en grandes capitales del mundo. Encuentros deportivos que llenan estadios con miles y miles de personas, y son capaces de paralizar el ritmo vital de las ciudades cuando son televisados. Manifestaciones políticas que colapsan la vida cotidiana, reivindicando mejoras sociales, la independencia, o presentando en grandes mítines los programas políticos. Avalanchas de emigrantes desesperados que se juegan la vida tratando de llegar a la Isla de Lampedusa en Italia, a Malta, a España, que de ser paraísos mediterráneos se han convertido en un infierno para muchos; o saltar las vallas de Melilla, con riesgo cierto de dejarse jirones de carne en el camino…

Esta tendencia, esta afición, se ha introducido también en las iglesias. Se han puesto de moda los telepredicadores americanos (ya los hay también españoles) que sobrepasan las fronteras de su país y exportan sus mensajes y formas de predicación a otros continentes. En España, que hasta hace unas décadas la mayoría de las iglesias evangélicas apenas llegaban a los 100 miembros, tal vez 200, existen ya bastantes iglesias con más de mil asistentes a los cultos. Aunque esto no es nada comparado con el número de fieles que asisten a algunas iglesias en los Estados Unidos, Brasil o Corea, y en algunos otros países del mundo.

Congregar multitudes seduce, aunque no facilite el contacto personal, la atención pastoral personalizada. Si no con el poder de la palabra, se pretende llegar a las gentes con la fuerza estruendosa del ruido. Algunas iglesias en Madrid y otras ciudades han sido clausuradas por denuncias producidas por el “ruido” que se transmite en sus cultos. Hay intolerancia, es cierto; también hay exageración o excesos.

Ahora bien ¿cómo se manifiesta Dios? Volvamos a la experiencia de Elías. Tal vez podamos aprender algunas cosas.

III. La experiencia de Elías

El primer detalle a tener en cuenta es que Elías se coloca en el monte delante de Jehová. Esa acción es algo absolutamente necesario. Hay que buscar el sitio, la forma, el momento adecuado, para situarse delante de Dios, en el lugar preciso. Descubrir cuál sea el “monte del Señor” para cada uno. Hay una forma muy coloquial de expresar la presencia de Dios: “He aquí Jehová que pasaba”. Dios pasa a nuestro lado cuando le buscamos. “El que busca halla”. Quien busca a Dios termina encontrándole. Aunque a veces haya intentos fallidos.

¿Dónde está Dios cuando le necesitamos? Yo me inclino a pensar que en el silbo apacible. Otros lo encontrarán en otros lugares diferentes. Lo importante es descubrir cada uno su monte Horeb, el monte de Dios. Pero hay que recorrer el camino. Camino de búsqueda sincera.

La primera señal: “Un grande y poderoso viento que rompía los montes y quebraba las peñas”. Una señal estruendosa, superior a cualquier concierto de rock. Seguro que a muchos líderes de grandes campañas religiosas les gustaría poder contar con una coreografía parecida. ¡Vaya espectáculo! ¿Podría ocurrírsenos algo más efectivo para impresionara a las almas? “Pero Jehová no estaba en el viento”.

“Tras el viento un terremoto”. La manifestación de poder se hace más notable. ¿Cómo resistirse a sentir la presencia de Dios ante un espectáculo como ese? “Pero Jehová no estaba en el terremoto”.

La situación se pone que arde. “Tras el terremoto un fuego”. Si ni el viento, ni el terremoto pueden ser capaces de mostrar a Dios, seguro que el fuego será definitivo. ¿Quién puede resistirse a una serie de manifestaciones como esas? Pero, oh decepción, “Jehová no estaba en el fuego”.

¿Con qué otro fenómeno, qué otro espectáculo podemos utilizar para hacer presente la presencia de Dios? En el circo hay un lema: más difícil todavía. Hay ocasiones en las que la presencia de Dios se resiste. Es como machacar en hierro frío.

Por fin, tras toda esa serie de fenómenos tan asombrosos, algo simple, sencillo, que apenas si llama la atención: “un silbo apacible y delicado”. ¡Y allí estaba Dios!, que pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?”. Y un mensaje personal: “Ve, vuélvete por tu camino”.

Dios tiene un camino para cada uno de nosotros y una labor que hacer. Elías tenía que ungir reyes. ¿Cuál es nuestro camino? ¿Cuál es nuestra misión?

Conclusión

¿Dónde está Dios cuando le necesitamos? Yo me inclino a pensar que en el silbo apacible. Otros lo encontrarán en otros lugares diferentes. Lo importante es descubrir cada uno su monte Horeb, el monte de Dios. Pero hay que recorrer el camino. Camino de búsqueda sincera.

Y salir de uno mismo, de los recursos propios. Difícil es entrar en el reino de Dios con procedimientos humanos. Tan difícil como que un camello entre por el ojo de una aguja. El único camino es mantener un encuentro personal con Dios.

Autor: Máximo García Ruiz. Enero 2019 / Edición: Actualidad Evangélica

 

© 2019 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZnacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.

 

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