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OPINIÓN / CARLOS MARTÍ ROY

¡Dígannos siempre la verdad!

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carlos marti

Carlos Martí, pastor evangélico

(CARLOS MARTÍ ROY*, 25/10/2017) | Soy padre de dos hijos. Como cualquier padre, quiero que mis hijos me cuenten siempre la verdad, que no me mientan, pero he de reconocer que para que mis propios hijos me digan la verdad, he de estar preparado y dispuesto a escuchar cosas que no me gustan.

En mi experiencia he tenido que entrenarme para escuchar sin emitir juicio alguno o reaccionar de forma extravagante o alarmante; he de reconocer con toda sinceridad que es una de mis asignaturas pendientes.

He visto como mi propia respuesta a la sinceridad de mis hijos, en ocasiones, ha creado un clima de confianza y aceptación para que la comunicación permanezca siempre abierta, cuestión irrenunciable para mantener un saludable nivel de convivencia.

Esto me ha enseñado que, aunque todos podemos afirmar que nos gusta que nos digan la verdad y que no nos mientan, no estamos dispuestos a escuchar lo que no nos gusta y en la mayoría de las ocasiones se nos nota demasiado. De ahí, que nos acostumbremos a establecer una comunicación superficial y que nos digan solo aquello que queremos y deseamos oír, sin darnos cuenta de que eso es una trampa que nos hacemos a nosotros mismos y que al final siempre hay consecuencias inesperadas; es una manera de ir despejando el problema hacia adelante, debilitándonos en ese proceso de huida de la verdad.

Es cierto que, como bien dice la Escritura, la verdad hay que expresarla en amor (Efesios 4:15), hay que humanizar la verdad. Recordemos que la Verdad en forma verbal se hizo carne (Juan 1:14, 14:6), la verdad descarnada puede ser vista con cierto descaro y falta de empatía, y se vuelve contra nosotros cuando esa verdad no se ve sustentada por nuestro ejemplo.

Que nos digan la verdad no es solo responsabilidad de quien toma la palabra para hablar, implica una respuesta consecuente y una capacidad de contención y discernimiento a la hora de emitir juicio de valor de quien escucha. (Hebreos 5:12-14: “Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo.)

Hoy se ha sacrificado la verdad en muchos púlpitos en aras de complacer a una audiencia que solo quiere escuchar aquello que responde a su antojo o deseo.

Todo esto, ¿a qué nos conduce? Que al final, por una u otra razón, unas más legítimas que otras, terminamos prescindiendo de la verdad y empezamos a hablar solo de aquello que la gente quiere escuchar en cada momento, transformando la verdad en mitos. (Un mito, es un relato tradicional que se refiere a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes, monstruos o personajes fantásticos, los cuales buscan dar una explicación a un hecho o un fenómeno.) (Definición Wikipedia)

¿Te suena? Hoy en muchas iglesias se ha adquirido un lenguaje casi mitológico, siempre adornado con elementos sobrenaturales extraordinarios, días o momentos históricos.

Esto mismo es a lo que se refiere el apóstol Pablo en 2ª Timoteo 4:3-4: “Porque vendrán tiempos en que no se soportará la auténtica enseñanza, sino que, para halagar el oído, quienes escuchan se rodearán de maestros a la medida de sus propios antojos, se apartarán de la verdad y darán crédito a los mitos.” 

El escenario es el siguiente: Pastores y maestros halagando el oído de la audiencia para verse recompensados por una congregación acrítica y servil. No nos damos cuenta de que debemos educar a los creyentes para que “soporten o toleren la auténtica enseñanza”.

Vivimos tiempos donde existe poca tolerancia a la verdad, como dije anteriormente, puede que la intención sea comprensible: la falta de confianza en la persona, en el juicio de valor que se emita, en las consecuencias o reacciones que produzca en las personas que queremos, hace que se sacrifique la verdad.

Hoy se ha sacrificado la verdad en muchos púlpitos en aras de complacer a una audiencia que solo quiere escuchar aquello que responde a su antojo o deseo. Existe un discurso centrado en el individuo y no en Dios, en consecuencia, las iglesias se llenan de gente inmadura, con poca tolerancia a la verdad, sin confianza en la propia iglesia, sin ninguna capacidad para la crítica constructiva, una iglesia débil en la defensa razonada de su fe, desarraiga de su propia historia, contemporizando con la sociedad como un guiño fallido de contextualización del evangelio y defraudando a quienes les rodean.

Pero, ¿es responsabilidad solo de quien toma la palabra? En mi opinión no, hay una audiencia que solo quiere escuchar lo que le gusta, que ha renunciado a sus responsabilidades como iglesia, que ha delegado toda decisión respecto a doctrina, disciplina y vida en una sola persona, centralizando el poder de forma peligrosa, en primer lugar para el individuo que lo ostenta y ejerce, y en segundo lugar para toda la congregación.

Pero, ¿es responsabilidad solo de quien toma la palabra? En mi opinión no, hay una audiencia que solo quiere escuchar lo que le gusta, que ha renunciado a sus responsabilidades como iglesia, que ha delegado toda decisión respecto a doctrina, disciplina y vida en una sola persona...

La iglesia “columna y baluarte de la verdad”, debe ser un ejemplo para la sociedad, debe inspirar confianza, debe tener una perspectiva crítica de las cosas, debe pensar lo que dice y comunicar eficazmente lo que piensa, debe argumentar su fe y esperanza de forma razonada y razonable, debe tender puentes a las gentes más impopulares de nuestra sociedad, debe construir puentes y no levantar muros, debe perder el miedo a comunicar su fe, salir de su complejo y autocomplacencia. Debe asegurarse que realmente predica y vive la verdad del Evangelio.

Jesús dijo “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, ¿por qué entonces tanto miedo, culpa, vergüenza y manipulación? Existe una crisis de la verdad. Siempre se ha dicho que no hay peor mentira que una verdad a medias, y si la herejía todavía permanece entre nosotros, precisamente es porque toda gran mentira lleva gotas de verdad que la hacen asumible, pero que en el fondo responde solamente a lo que queremos escuchar. Dicho de otra forma: a nuestros propios deseos y antojos.

¿Cuál es tu nivel de tolerancia a la verdad?, la respuesta a esta pregunta determinará lo que estás dispuesto a escuchar. Desde aquí hago un llamamiento a toda la iglesia como pastor: ¡ayúdennos! No nos dejen caer en la tentación de no decirles la verdad, de mantenerles en un estado de infancia mental, de dependencias insanas propias de sectas; no nos dejen caer en error, no nos permitan mantenernos en la ignorancia e irrelevancia permanente, en el ejercicio del poder desde un lenguaje más mítico que real. No nos dejen caer en la tentación de ejercer una relación de dominio y un mal uso del don que Dios nos ha dado.

No nos carguen con la responsabilidad colectiva; tomen posición, escudriñen las Escrituras, sean nobles como los de Berea y no quieran siempre escuchar cosas nuevas como los de Atenas, para luego no hacer nada al respecto de lo que escuchan.

Iglesia, la responsabilidad de ser columna y baluarte de la verdad, es colectiva y no individual. Aplaude la verdad, denuncia la mentira, no te resignes, toma tu lugar. Recuerda: la VERDAD ES SIEMPRE UNA RESPONSABILIDAD COLECTIVA Y NO SOLO DE QUIEN TOMA LA PALABRA PARA HABLAR.

 

Autor: Carlos Martí Roy, Octubre 2017. El autor es pastor evangélico de la Iglesia Comunidad Cristiana El Camino, de Alcalá de Henares (Madrid).


© 2017- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

La Reforma protestante y la creación de los estados modernos  europeos, 1

Humanismo y Renacimiento

Máximo García Ruiz

 

La creación de los estados modernos europeos, tal y como los conocemos hoy en día, no hubiera sido posible sin la existencia de la Reforma protestante y su correlato, el Concilio de Trento, tal y como veremos más adelante.

De igual forma, la Reforma no hubiera podido tener lugar, en su inmediatez histórica, sin la existencia del Humanismo y su manifestación artística y científica conocida como Renacimiento. Ahora bien, para poder centrar el tema, tenemos que remontarnos a la era anterior, la Edad Media, y poner nuestra mirada inicial, como punto de partida, en la Escolástica, el sistema educativo, el sistema teológico que identifica ese período, así como en el Feudalismo como forma de gobierno y estructuración social.

Para el escolasticismo la educación estaba reservada a sectores muy reducidos de la población, sometida a un estricto control de parte de la Iglesia. A esto hay que añadir que el sistema social estaba subordinado, a su vez, al ilimitado y caprichoso poder de los señores feudales bajo el paraguas de la Iglesia medieval que no sólo controlaba la cultura, sino que sometía las voluntades de los siervos, que no ciudadanos, amparada por un régimen considerado sagrado, en el que sus representantes actuaban en el nombre de Dios.

La Escolástica se desarrolla sometida a un rígido principio de autoridad, siendo la Biblia, a la que paradójicamente muy pocos tienen acceso, la principal fuente de conocimiento, siempre bajo el riguroso control de la jerarquía eclesiástica. En estas circunstancias, la razón ha de amoldarse a la fe y la fe es gestionada y administrada por la casta sacerdotal.

En ese largo período que conocemos como Edad Media, en especial en su último tramo, se producirían algunos hechos altamente significativos, como la invención de la imprenta (1440) o el descubrimiento de América (1492), que tendrán una enorme repercusión en ámbitos tan diferentes como la cultura, las ciencias naturales y la economía. En el terreno religioso, la escandalosa corrupción de la Iglesia medieval llegó a tales extremos que fueron varios los pre-reformadores que intentaron una reforma antes del siglo XVI: John Wycliffe (1320-1384), Jan Hus (1369-1415), Girolamo Savonarola (1452-1498), o el predecesor de todos ellos, Francisco de Asís (1181/2-1226) y otros más en diferentes partes de Europa. Todos ellos, salvo Francisco de Asís, que fue asimilado por la Iglesia, tuvieron un final dramático, sin que ninguno de esos movimientos de protesta, no siempre ajustados por acciones realmente evangélicas, consiguiera mover a la Iglesia hacia posturas de cambio o reforma.

 

No era el momento. No se daban los elementos necesarios para que germinaran las proclamas de estos aguerridos profetas, cuya voz quedó ahogada en sangre. El pueblo estaba sometido al poder y atemorizado por las supersticiones medievales; las élites eran ignorantes y no estaban preparadas para secundar a esos líderes que, como Juan el Bautista, terminaron clamando en el desierto, a pesar de que su mensaje, como las melodías del flautista de Hamelin, consiguiera arrastrar tras de sí algunos centenares o miles de personas. ¿Cuál fue la diferencia en lo que a Lutero se refiere? La respuesta, aparte de invocar aspectos transcendentes conectados con la fe de los creyentes es, desde el punto de vista histórico, sencilla y, a la vez, complicada; hay que buscarla, entre otras muchas circunstancias históricas, en el papel y en la influencia que ejercieron el Humanismo y el Renacimiento. Existen otros factores, sin duda, pero nos centraremos en estos dos.

 

Identificamos como Humanismo, al movimiento producido desde finales del siglo XIV que sigue con fuerza durante el XV y se proyecta al XVI, que impulsa una reforma cultural y educativa como respuesta a la Escolástica, que continuaba siendo considerada como la línea de pensamiento oficial de la Iglesia y, por consiguiente, de las instituciones políticas y sociales de la época. Mientras que para la educación escolástica las materias de estudio se circunscribían básicamente a la medicina, el derecho y la teología,  los humanistas se interesan vivamente por la poesía, la literatura en general (gramática, retórica, historia) y la  filosofía, es decir, las humanidades. Con ello se descubre una nueva filosofía de la vida, recuperando como objetivo central la dignidad de la persona. El hombre pasa a ser el centro y medida de todas las cosas.

 

La corriente humanista da origen a la formación del espíritu del Renacimiento, produciendo personajes tan relevantes como, Petrarca (1304-1374) o Bocaccio (1313-1375), Nebrija (1441-1522), Erasmo (1466-1536), Maquiavelo (1469-1527), Copérnico (1473-1543), Miguel Ángel (1475-1564), Tomás Moro (1478-1535), Rafael (1483-1520), Lutero (1483-1546), Cervantes (1547-1616), Bacon (1561-1626), Shakespeare (1564-1616), sin olvidar la influencia que sobre ellos pudieron tener sus predecesores, Dante (1265-1321), Giotto (1266-1337), y algunos otros pensadores de la época. Estos y tantos otros humanistas, unos desde la literatura, otros desde la filosofía, algunos desde la teología y otros desde el arte y las ciencias, contribuyeron al cambio de paradigma filosófico, teológico y social, haciendo posible el tránsito desde la Edad Media a la Edad Contemporánea, período de la historia que algunos circunscriben al transcurrido desde el descubrimiento de América (1492) a la Revolución Francesa (1789).

 

El Renacimiento se identifica por dar paso a un hombre libre, creador de sí mismo, con gran autonomía de la religión que pretende mantener el monopolio de Dios y el destino de los seres humanos. El Humanismo y el Renacimiento se superponen, si bien mientras el Humanismo se identifica específicamente, como ya hemos apuntado, con la cultura, el Renacimiento lo hace con el arte, la ciencia, y la capacidad creadora del hombre. El Renacimiento hace referencia a la civilización en su conjunto.

 

En resumen, el Humanismo es una corriente filosófica y cultural que sirve de caldo de cultivo al Renacimiento, que surge como fruto de las ideas desarrolladas por los pensadores humanistas, que se nutren a su vez de las fuentes clásicas tanto griegas como romanas. Marca el final de la Edad Media y sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, contribuyendo a crear las condiciones necesarias para la formación de los estados europeos modernos. Una época de tránsito en la que desaparece el feudalismo y surge la burguesía y la afirmación del capitalismo, dando paso a una sociedad europea con nuevos valores.

 

Visto lo que antecede, estamos en condiciones de juzgar la influencia que este cambio de ciclo histórico pudo tener en la Reforma promovida por Lutero en primera instancia, secundada por Zwinglio, Calvino, y otros reformadores del siglo XVI, y valorar de qué forma estos cambios contribuyeron a la formación de los modernos estados europeos.

 

Pero éste será tema de una segundan entrega.

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