VACACIONES | BENEDICTO XVI EN CASTEL GANDOLFO
Aquà veranea el Papa
OCIO PAPAL. Joseph Ratzinger en los jardines de su residencia veraniega en 2006
Entre vacas, gallinas, olivos y 52 empleados a su servicio. Asà descansa el papa Ratzinger en Castel Gandolfo, un bella residencia veraniega a las afueras de Roma. Muchas tardes se oye al pontÃfice tocar al piano piezas de Bach y Mozart.
(MAGAZINE / EL MUNDO, Irene Hernández Velasco, 17/07/2011) Roma en verano es un infierno: el calor aprieta y el altÃsimo nivel de humedad hace que se sude irremediablemente todo el dÃa. Ni siquiera por las noches la canÃcula da tregua. Los papas saben muy bien lo inclemente que resulta el estÃo romano. Por eso, en cuanto las temperaturas comienzan a subir, ponen pies en polvorosa y desertan del Vaticano. Benedicto XVI no es ninguna excepción. Como todos los años, el PontÃfice, de 84 años, abandonará a mediados de julio la Santa Sede. Se subirá al helicóptero que pone a su disposición el presidente de la República Italiana y, en ocho minutos, aterrizará en medio del verde de Castel Gandolfo. AquÃ, a tan sólo
BELLO Y COLOSAL. Pero pasar todas las vacaciones en Castel Gandolfo no parece un mal plan. Esta localidad de 9.000 habitantes está considerada (por votación popular) como una de las más bellas de Italia. Y la joya de estos parajes son las villas pontificias, un lugar absolutamente espectacular y no sólo por las muchas obras de arte que atesora, sino también por sus gigantescas dimensiones. Las dependencias pontificias de Castel Galdonfo se extienden a lo largo de una superficie de nada menos que
La propiedad incluye tres imponentes villas -Villa Cybo, Villa del Moro y Villa Barberini-,
El servicio ni siquiera se vio interrumpido durante la II Guerra Mundial, cuando los enfrentamientos bélicos y los infinitos controles hicieron temer que la furgoneta no lograrÃa su objetivo de llevar todos los dÃas al Vaticano su cargamento de productos frescos. Lo logró pero, por si acaso y pensando siempre en que a Su Santidad no le faltara la leche fresca, sus responsables enviaron una noche al Vaticano un camión con siete vacas lecheras acompañadas del preceptivo vaquerizo. Las bestias permanecieron en un establo en los jardines del Vaticano hasta 1944, cuando Roma fue liberada de las tropas nazis.
El primer papa en buscar refugio en Castel Gandolfo contra los calores romanos fue Urbano VIII. Inmediatamente después de su elección en 1623, el PontÃfice ordenó su construcción a Carlo Maderno. Sin embargo, nunca llegó a dormir en él, prefiriendo siempre alojarse en la cercana Villa Barberini, propiedad de su sobrino Taddeo Barberini y donde ya pasaba muchos periodos antes de ser elegido PontÃfice. El primer papa en alojarse fue Alejandro VII quien, en los 12 años que ejerció como máxima autoridad de la Iglesia Católica -entre 1655 y 1667- completó el palacio papal.
ABANDONO. Sin embargo, y a partir de ahÃ, Castel Gandolfo cayó en el olvido durante casi un centenar de años. Hasta que en el siglo XVII Benedicto XIV lo reestructuró y comenzó a ser de nuevo frecuentada por los Papas, muchos de los cuales fueron poco a poco ampliándola con nuevas propiedades. La cosa cambió en 1870 cuando, con la creación del Reino de Italia y el fin de los Estados Pontificios, los sucesivos Papas optaron por encerrarse en el Vaticano en signo de protesta y no volvieron a poner el pie por allÃ. Solo volvieron a hacerlo a partir de 1929, cuando PÃo XI y Benito Mussolini firmaron los Pactos Lateranos, en virtud de los cuales la Iglesia reconocÃa a Italia como estado soberano y ésta hacÃa lo propio con la Ciudad del Vaticano.
Ese acuerdo no sólo supuso que Castel Gandolfo fuera declarado posesión extraterritorial de la Santa Sede. Además, y para resarcir la desaparición de los Estados Pontificios, la residencia se vio ampliada con la incorporación de Villa Barberini, levantada sobre los restos de la antigua villa del emperador Domiciano y de la que aún se conservan los restos del teatro imperial, una estatua ecuestre del propio Domiciano que data de la época y, sobre todo, el porticado bajo el cual el emperador solÃa pasear cuando llovÃa.
OTRO "ESTADO". "Cuentan que los Barberini, que vivÃan en Roma, se enteraron de que les habÃa sido expropiada su villa en Castel Gandolfo cuando lo leyeron en le periódico. Toda la operación se llevó a cabo en secreto y muy rápidamente", cuenta Pier Paolo Turoli, uno de los responsables de la dirección de estas villas pontificias. De hecho tan rápida fue la operación que, por error, hasta el cementerio de la localidad de Castel Gandolfo fue incluido entre las propiedades del Vaticano. "La gente del pueblo, para ir a rezar a sus muertos, tenÃa que entrar en un estado exterior", revela, riéndose entre dientes, Turoli. "Afortunadamente, la situación se arregló".
Desde entonces, casi todos los papas han pasado largos periodos en estos lares. Empezando por PÃo XII, quien no sólo murió en Castel Gandolfo en 1958, sino que durante la ocupación nazi de Roma dio refugio en este lugar a unas 12.000 personas, desde vecinos de la localidad hasta judÃos, pasando por mujeres embarazadas a las que cedió su propio dormitorio y donde nacieron en total 50 niños, muchos de los cuales se llaman PÃo o Eugenio (por Eugenio Pacelli, su verdadero nombre). Continuando por Juan XXIII, de quien los empleados más veteranos aún recuerdan que de vez en cuando abandonaba el lugar sin advertir a nadie para mezclarse, sin escolta ninguna, entre la gente normal y corriente. Siguiendo por Pablo VI, fallecido también él en Castel Gandolfo el 6 de agosto de 1978. Su sucesor, Juan Pablo I, no tuvo tiempo de llegar a poner el pie aquà en los sólo 33 dÃas que fue Papa. Algo que Juan Pablo II compensó pasando largas temporadas. Por contra, levantó ampollas al conocerse que se habÃa hecho construir aquà una piscina cubierta (pagada, eso sÃ, por un grupo de estadounidenses de origen polaco). Y concluyendo con Benedicto XVI, que cuando era cardenal ya solÃa regalarse por el dÃa de su santo pasar el dÃa en Castel Gandolfo y que como Papa viene con frecuencia. De hecho, dispone de un piano en el que, sobre todo al caer la tarde, no es raro oÃrle interpretar piezas de Mozart, Bach o Beethoven.
Un total de 59 empleados se ocupan de mantener Castel Gandolfo en perfecto estado. La Santa Sede también se ha apretado el cinturón, visto que en 1972 la plantilla de este lugar estaba compuesta por 110 trabajadores. Ahora mismo tiene en nómina a albañiles, pintores, electricistas y, por supuesto, jardineros y personal agrario y ganadero. Porque en esta residencia de vacaciones papales hay hoy en dÃa 65 reses, entre vacas y bueyes, que producen al dÃa unos 500 o
SIN IVA. Fue PÃo XI el que, por aquello de subrayar el interés de la Iglesia por el mundo rural, puso en marcha en Castel Gandolfo la producción agrÃcola y ganadera. El problema hoy es qué hacer con todos aquellos productos que, una vez surtida la despensa del Papa, aún sobran. "Es un problema porque, dado que estas villas pontificias son territorio extraterritorial del Vaticano, significa que somos no sólo un estado extranjero, sino también extracomunitario. Nosotros, por ejemplo, no tenemos IVA. Y si queremos vender nuestros productos en Italia tenemos que exportarlos y cumplir con una burocracia que además los encarece mucho", explica el director.
Conclusión: la inmensa mayorÃa de los vÃveres sobrantes de Castel Gandolfo van a parar a Annona, un supermercado en el interior del Vaticano y al cual sólo pueden acceder los empleados de la Santa Sede, los obispos, monseñores y miembros de institutos religiosos. "Durante un tiempo, sobre todo en la época del accidente nuclear de Chernobyl en el que varios niños afectados por el mismo fueron ingresados en el hospital del Niño Jesús en Roma, suministrábamos leche a ese centro médico. Pero nuestra leche es demasiado pura y provocaba intolerancias en los niños, asà que dejamos de hacerlo", apostilla Turoli.
Fuente: MAZAGINE / EL MUNDO, Irene Hernández Velasco
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