ABIERTO POR REFORMA / por Mateus Rodrigues

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(Mateus Rodrigues, 12/02/2015) | Dicen los misiólogos que los más ricos entre los más ricos y los más pobres entre los más pobres están entre los grupos menos alcanzados por el Evangelio. Curiosamente, dos grupos que bien encajan en Proverbios 30:8-9, que en su pobreza posiblemente hurtan y blasfeman el nombre de Dios o que en la saciedad de su riqueza niegan a Dios. Dos grupos que tienen fuertes motivos para no querer buscar al Creador.

Hace unos meses se descubrió el paradero de un personaje de la esfera pública brasileña que se ha movido en ambos extremos. No es alguien que ascendiera a los escalones más altos de sociedad por grandes azañas en deportes, ciencias o política, ni siquiera en las artes. Se trata una famosa prostituta de lujo cuya historia inspiró una pequeña serie televisiva.

Durante años aquella mujer convivió con la élite de la ciudad de Belo Horizonte ejerciendo la mal llamada profesión más antigua del mundo. Abandonó su promiscua carrera para casarse con un futbolista, con quien viajó medio mundo hasta instalarse en Argentina, donde vive hasta hoy, aunque ahora sin el glamour del pasado. Quizás ni siquiera lo recuerde, ya que sufre Alzheimer y se encuentra ingresada en una residencia de ancianos.

Es precisamente el tiempo más indicado para levantar aún más alto la bandera del Evangelio, pues si se quiere que haya un verdadero cambio a mejor que llegue a todas las esferas, incluso a los más ricos entre los más ricos y los más pobres entre los más pobres, debe ir acompañada del mensaje de la cruz...

No se sabe por qué camino anduvo en las últimas décadas. No sabemos si cambió, si se arrepintió de su vida pasada o si aprueba su antiguo estilo de vida. ¿Habrá encontrado a Jesús por el camino para escucharle decir lo que ha hecho y recibir Su ofrecimiento del agua que nunca se agota?

Uno tiene la esperanza de que alguien le haya dicho: “arrepiéntete, porque el Reino de Dios está cercaâ€. Sin embargo, al observar las tendencias en las que se van situando muchos cristianos, parece difícil que ese mensaje pueda siquiera acercarse a la gente como esa mujer, situada en los niveles más extremos y de más difícil acceso en la sociedad. Por una sencilla razón: está de moda no hablar de pecado.

Se trata de una influencia del discurso post-cristiano que quiere vivir el amor sin justicia. Centrado en romper esquemas y tradiciones, no rompe con el pecado. Es más: ve la libertad en Cristo como un aval para hacer cosas que la Biblia no aprueba, buscando para ello una serie de argumentos  apoyados más en las ideas contemporáneas que en el principio bíblico.

Es fácil identificar dicha tendencia. Basta con diferir de ciertas ideas o defender la visión de toda la vida y se es tildado de fariseo, religioso, encajonado, cuadrado, etc. Y si uno ocupa cargos eclesiásticos, peor todavía. Un tipo de cristianismo que se vuelve incompetente para acercarse a una prostituta, a un borracho o a un joven promiscuo y decirle lo que necesita oír. Solo se acerca para decir “ni yo te condeno†sin lo de “ve y no peques más†(Jua 8:11).

En una época en la que se habla tanto de cambios, de mudar, de dejar atrás las viejas prácticas que ya no funcionan y hacer las cosas de otra manera, hablar en contra del pecado no se incluye en esa lista. Es precisamente el tiempo más indicado para levantar aún más alto la bandera del Evangelio, pues si se quiere que haya un verdadero cambio a mejor que llegue a todas las esferas, incluso a los más ricos entre los más ricos y los más pobres entre los más pobres, debe ir acompañada del mensaje de la cruz, porque más que nada es necesario un cambio interior.

Claro está que no es una propuesta que se vaya a aceptar desde los movimientos más destacados, pero con lo que tenemos en nuestra mano para hacer, hay que intentar hacerlo.

Autor: Mateus Rodrigues de Mendonça

© 2015. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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