EN PERSPECTIVA

La cultura de la muerte

( 5 Votos )
a / A
Larger Font Smaller Font

quero-125(JUAN MANUEL QUERO, 20/04/2011) En medio de los días festivos, de una Semana Santa, o de una sociedad que parece brillar con luz propia, hay como una especie de sombra que oscurece el entendimiento, la comunicación, la vida. Es escalofriante, tétrico, macabro, triste... Nuestro mundo vive en lo que se podría llamar la cultura de la muerte. Este mundo está lleno de monumentos de la muerte, como las pirámides de Egipto. Incluso las civilizaciones más antiguas de España son conocidas por esto. Se habla de la cultura de los túmulos (una forma de enterramiento) para referirse a los antepasados de los celtas caucasianos. O la cultura de las urnas para referirse a otros poblamientos con este tipo de enterramientos.

En la ciudad de donde soy, Granada, hay una magnífica Catedral renacentista (1528) que se hizo como templo funerario para Carlos V. En la de Valencia, si lleváis a niños tened cuidado porque se pueden asustar. En uno de sus rincones, y en un entramado de esculturas, aparece una urna relicaria con la calavera y algunos huesos del brazo del patrón de la ciudad. Ocurre también en las pinturas, como la magnífica obra de arte de El Greco “El Entierro del Conde Orgaz”. También se observa en el gran Panteón del Escorial. Y miles de ejemplos más que podríamos poner, nos hablan de muerte. El monumento de los que viven sin Dios es la muerte, pues como dice la Biblia, la muerte entró al mundo por el pecado y la dádiva del pecado es muerte (Rom. 5:12; Ro. 6:23.

Las religiones muchas veces lo que hacen es añadir más que comunicar, más que mostrar a Dios lo esconden con su oportunismo para agregar criterios y temas que nada, o muy poco tienen que ver con Dios. El hombre no entiende lo que significa amar al enemigo, perdonar al que te hace daño, porque no entiende el perdón de Dios. El hombre entiende que uno sea creyente, pero no entiende que uno haga la voluntad de Dios. Pero Dios se sigue manifestando de una forma sencilla, direccionando nuestro pensamiento y acción hacia la vida, no hacia la muerte. El perdón nos revive, el amor nos resucita.

Sin embargo, las religiones tienden ha magnificar la muerte de muchas formas. A Dios le intentaron hacer un monumento de muerte. Persiguiéndole («Pablo por qué me persigues»), dejando mártires por todos sitios, empujando a los cristianos a las catacumbas. Pero Dios no es un Dios de cementerios y de muertos, sino de vivos. A Jesús le crucificaron y con ello pensaron que habían conseguido hacer otro mito, una leyenda, una religión de muertos. Pero a Jesús no le quitaron la vida, la puso por nosotros para volverla a tomar (Jn. 10:18); porque Jesús venció la muerte por nosotros, resucitando. Murió por nuestros pecados, y venció sobre la muerte para darnos vida. Porque Él es Dios de vivos. Muchos aún hacen monumentos de crucifijos con un cristo muerto. Pero Cristo vive, Él es nuestro monumento, un monumento vivo, que quiere estar con las personas, para darnos vida, para salvar a todo aquél que lleva en  su ser el símbolo de la muerte. Él quiere dar vida eterna, a quien frustrado se consume poco a poco; a esas personas que aparentemente están bien, pero que su corazón también está estigmatizado por el dolor del pecado.

Jesús nos muestra que Dios no vino a condenar, sino a salvar, porque Él es Dios de vivos. Vino a salvar de la muerte para darnos vida. Pero Él mismo es el Salvador. Sin Él no hay salvación. Tú no puedes ganar la salvación, tú no puedes salir por ti mismo del imperio de la muerte; solo aquél que venció la muerte tiene poder para ello. Él es Salvador y Señor. Aceptar a Jesús como Salvador significa vivir en obediencia, lo que significa no una imposición gravosa, sino una dirección hacia la libertad.

Dios no es el rey del reino de la muerte, Él es el rey del reino de la vida. NO hay que agregar más. Dios no necesita ni religiones ni religiosos que agreguen nuevas ideas, sino solamente un poquito de fe para confiar en Aquél que puede hacer de cada uno de nosotros un monumento para la vida.

Autor: Juan Manuel Quero

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

Otros Artículos de Juan Manuel Quero