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Esperanza para Europa

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guillem(Guillem Correa, 20/05/2011) Un grupo de dirigentes protestantes, de prácticamente todos los países de Europa, nos hemos encontrado en Budapest, Hungría, bajo el lema "Esperanza para Europa" para hablar, desde una perspectiva de Iglesia, de nuestro continente.

De las muchas cuestiones tratadas quisiera hacer una breve selección. Son una serie de amenazas, conocidas por la mayoría de nosotros, pero que no por conocidas dejan de cuestionarnos y de interpelarnos.

La primera de ellas es la constatación de que el nuestro es el continente más pesimista de todos.

La segunda es que el nuestro es un continente envejecido, con un futuro aún más envejecido.

La tercera es que el liderazgo eclesial no tiene conciencia práctica de la dimensión de continente, sino que sigue pensando en términos locales -y que cada uno defina lo que quiere entender por 'local'-.

La cuarta es que la preocupación de la Iglesia no siempre coincide con la preocupación de nuestros respectivos pueblos -para plantearlo de una manera positiva-.

Desde mi perspectiva, una de las mejores respuestas que se ha dado a estas cuatro amenazas, como resumen de muchas otras que podemos encontrar detrás de ellas, es plantearnos qué tipo de liderazgo necesitamos para afrontar todos estos retos y qué hacer para conseguirlo.

El debate que, sin duda, abre esta ventana no son las soluciones y las aportaciones que, desde el rincón de cada país y de cada organización eclesiástica, podamos aportar para responder a la cuestión planteada.

El verdadero debate es el de responder a esta cuestión desde una perspectiva europea y a la manera protestante. Es decir: sin imposición jerárquica, sino desde la persuasión de la idoneidad de la solución/propuesta encontrada.

Claro que seguramente hemos asumido demasiado rápido que, desde los respectivos rincones, estamos en disposición de aportar nuestras propuestas locales al debate de ámbito Europeo.

Aquí es donde quería ir a parar.

La siempre, o casi siempre, criticada Europa nos plantea una cuestión desde el supuesto de que hemos hecho nuestra parte de los deberes. Que ya tenemos claro cuál es el tipo de liderazgo que necesitamos para encabezar la Iglesia desde la segunda década del siglo XXI y en adelante.

No somos los únicos en llegar tarde a articular esta primera respuesta.

Lo que deberíamos imponernos a nosotros mismos es que no fuésemos los últimos en darse o, sencillamente, que no fuésemos los únicos en no darla.

Autor: Guillem Correa

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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