DESDE EL CORAZÓN

Tesoros en la oscuridad

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NAVAJO125(JOSÉ LUIS NAVAJO, 03/05/2011) Cerrar el corazón y endurecernos en los días de dolor es una actitud equiparable a la del niño inmaduro que reniega de las lluvias que se vierten sobre el campo, solo porque estas le impiden salir a jugar, ignorante de que a ellas debe las jugosas frutas y verduras que le proporcionan alimento. Sería imposible la subsistencia sin una alternancia del sol y la lluvia. También en los campos del alma precisa menos luces y sombras; inviernos y primaveras. Cerrar el corazón al dolor es cerrar el corazón a la vida.

Bien poco enseñó la vida a quien no le enseñó a soportar el dolor.

Todo es útil, quizá hasta el gozo, quizá hasta la vida regalada, quizá hasta la ausencia de contradicciones; pero sobre todo el dolor. El sufrimiento  en sí mismo es torpe y feo y humillante como una mala digestión; pero al convertirlo en tu aliado descubres que es un trampolín que te lanza a nuevas conquistas y una escalera para alzarte a cumbres gloriosas.

Asumir el dolor es rentabilizarlo; es convertir en agua de riego la más terrible tempestad.

Las flores del valle de la aflicción que se abren a la humedad de las lágrimas propias, serán pañuelos que enjugarán las ajenas: los pasos tímidos e inseguros, dados en el corazón de la noche, alumbrarán como lámparas incandescentes, desterrarán sombras, inaugurarán días y abrirán la puerta a exuberantes primaveras.

Autor: José Luis Navajo / El cincel de Dios

© 2011. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA como fuente.

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