OPINIÓN / por DANIEL BORES
En la misma línea de meta
"El mundo del atletismo, y del deporte en general, aplaudía aquel gesto. Por su excepcionalidad, en los tiempos que corren"
El atleta español Ricardo Rosado ayuda al keniano Evans Kimtai Kiprono a cruzar la meta / Captura de pantalla
(DANIEL BORES, 20/12/2023) Que los africanos son los reyes de la larga distancia lo sabemos desde siempre. Que ser el primero de los atletas de raza blanca en llegar a la meta es casi como haber ganado la carrera, también.
Por eso, a nadie le habría resultado raro que Ricardo Rosado hubiera esprintado en los últimos metros de la Maratón de Málaga de este 2023, sobre todo sabiendo que iba sexto, que el quinto estaba al borde del colapso (la temible “pájara” del deportista de resistencia) y que solo había premio económico para los cinco primeros puestos. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando, a falta de unos metros para llegar a la meta, en lugar de adelantar al keniano Evans Kimtai Kiprono, Ricardo se detiene y ayuda a Kiprono a cruzar la meta primero, y después él.
El mundo del atletismo, y del deporte en general, aplaudía aquel gesto. Por su excepcionalidad, en los tiempos que corren. Tal fue el impacto que tuvo la acción de Ricardo Rosado, que la organización del evento decidió darle premio económico a él también, pese a haber entrado en sexto lugar.
Pero es un aplauso demagógico, hipócrita. Porque para el resto de acciones el aplauso se otorga a quien hace la pillería, a quien se aprovecha de la debilidad del otro, al que encuentra el vacío legal, a quien se lleva el gato al agua. En esta España picaresca, el héroe nacional es el Lazarillo de Tormes.
Jesús pudo sortear la muerte. ¡Vaya si pudo! De hecho, algunos soldados se lo pedían, burlándose, a los pies de la cruz en la que agonizaba el Maestro. “Sálvate a ti mismo” (Mateo 27:42). Menos mal que no lo hizo, sino que prefirió morir por todos y así salvarnos a todos. Al morir, nos estaba cogiendo nuestra mano desfallecida y nos estaba impulsando hacia la meta de la vida eterna. ¡Ah, esa mano!, esa mano que nos llevó de muerte a vida, de derrota a victoria, de la nada al todo en Cristo.
Nosotros, Lazarillos de Tormes. Él, Jesucristo de Nazaret.
Nosotros, perdidos. Él, salvándonos la vida.
En la misma línea de meta.
Fuentes de la noticia:
https://www.elmundo.es/deportes/mas-deporte/2023/12/11/6576da5b21efa0515b8b4588.html
Autor: Daniel Bores García | Daniel Bores García (1987), natural de Valladolid, es Doctor en Educación, Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y Diplomado en Magisterio de Educación Física. Tiene un Máster en Teología, un Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria, el Título Profesional de Música y es Experto en Musicoterapia. Es profesor e investigador en la Universidad Rey Juan Carlos... [Leer más...]
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